¿Se acabaron los cien años de soledad de los que hablaba García Márquez? La frase final de la novela más importante del premio Nobel colombiano ha sido revisitada y reescrita por muchas personas después de las recientes elecciones en Colombia. Veamos, el final de la obra dice que “[…] las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.
En primer lugar, una gran cantidad de la población colombiana nunca ha disfrutado de una primera oportunidad para alcanzar el desarrollo de sus capacidades ni la seguridad alimentaria y educativa necesarias para lograrlo.
De acuerdo con cifras oficiales del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), el 42 por ciento de los colombianos vive en situación de pobreza, y el 15 por ciento está en pobreza extrema. Alrededor del 63 por ciento de las personas que trabajan lo hace en la informalidad, es decir, sobreviven en actividades que no cotizan a fondos pensionales ni tienen beneficios como vacaciones o pago de incapacidades médicas.
Si asumimos que Gabriel García Márquez habla de Colombia, esta nación se establece en 1810 y hasta el día de hoy la injusticia colonial se mantiene con formas feudales que han concentrado el 83 por ciento de la tierra privada en manos del 1 por ciento de la población.
La llegada a la vicepresidencia de la república de la abogada y lideresa social afrocolombiana Francia Elena Márquez Mina representa para muchos el fin de 212 años de soledad y abandono estatal. Por lo menos el 25 por ciento de la población del país tiene sangre africana y el 10 por ciento se considera completamente afrocolombiana (ver refworld.org).
UNA MUJER COMO HAY MILES
En un país donde el 84 por ciento de los niños son hijos de madres solteras, Francia Márquez fue una de ellas al dar a luz a su primer hijo a los 16 años. Trabajó como empleada de servicio doméstico, criada o sirvienta —como se les llama en ciertos círculos sociales— para mantener a su familia. Su historia es un ejemplo de la capacidad de las mujeres colombianas y madres solteras para sobreponerse ante la adversidad y superar todas las barreras económicas y sociales impuestas por un sistema en el que se acabó la colonia, pero no el colonialismo. Un sistema en que se abolió la esclavitud, pero nunca desapareció el esclavismo.
En febrero pasado tuve el privilegio de hablarle durante su visita a Nueva York en un evento de respaldo. En esa ocasión, durante mi intervención, le dije que su candidatura me reconciliaba con el futuro, con la idea de una Colombia más justa que reconociera el aporte de toda la población al desarrollo de la nación.
Ya era hora de que la mitad de la población, las mujeres, alcanzaran por lo menos la mitad de los puestos de poder en el país.
El nuevo presidente del país, el economista Gustavo Francisco Petro Urrego, tiene también una historia de vida que revela los avatares de la nación. Petro nació en una provincia de la Costa Atlántica y en 1976 se graduó como bachiller en el colegio La Salle de Zipaquirá, del que también, 30 años antes, 1946, se graduó Gabriel García Márquez.
UN REBELDE QUE FIRMÓ LA PAZ
La lectura de Cien años de soledad le inspiró el alias de Aureliano, que asumió durante su militancia en el movimiento guerrillero M-19 en el que, entre otras cosas, se dedicó a luchar por viviendas para las personas más pobres.
Petro estuvo encarcelado por 18 meses y luego de su liberación participó en el proceso de paz que su movimiento adelantó con el gobierno de Virgilio Barco. Aunque deben guardarse las debidas proporciones, Gustavo Petro representa, después de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, el único caso de un rebelde que luego de firmar la paz llega al poder por medio de un proceso democrático.
Pocos lo consideran importante, pero Gustavo Petro será, de acuerdo con las pruebas de Estado, el presidente con el puntaje más alto en el examen del ICFES en la historia de Colombia.
Su trayectoria personal nos recuerda al inmolado Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948), cuyo asesinato desató una guerra fratricida que ya cumple 74 años.
Durante su discurso triunfal, el 19 de junio, Petro aclaró que su propuesta, y la de Francia, es establecer un sistema capitalista que funcione para todos los colombianos. En otras palabras, este nuevo gobierno anuncia su intención de acabar con el feudalismo poscolonial del país.
Propone así asegurar para más de 21 millones de colombianos (entre los que se cuentan los afrodescendientes, los indígenas, las madres solteras, etcétera) su primera verdadera oportunidad sobre la tierra. N
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Carlos Aguasaco es escritor, académico y profesor en The City College of New York. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.