A más de dos meses de iniciada la guerra Rusia-Ucrania, cuyo fin no parece estar cerca, contrario a las opiniones iniciales que pronosticaban un conflicto de corta duración, hoy cada vez más escuchamos diversas voces que se alzan contra Rusia. Al menos así lo difunden los medios en el mundo occidental, para responsabilizarla de la violación sistemática al derecho internacional, particularmente el derecho humanitario.
La alta comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos, Michelle Bachelet, ha señalado que los bombardeos y ataques que Rusia ha perpetrado en distintas áreas de Ucrania podrían configurar crímenes de guerra. La misma opinión expresan representantes de diversos países, organizaciones y prensa mundial.
Lamentablemente, el derecho internacional humanitario se viola de manera sistemática en todos y cada uno de conflictos armados en el sistema internacional. Este derecho de la guerra, o derecho de los conflictos armados, es entendido como el conjunto de normas que trata de limitar los efectos de los conflictos armados, proteger a las personas que no participan en los combates y limitar los métodos y medios para hacer la guerra, siempre anteponiendo razones humanitarias.
Sin lugar a duda se deben de señalar, y no solo condenar con resoluciones, sino sancionar las violaciones en que incurren los Estados contra las poblaciones cuya vulnerabilidad aumenta en la medida que cada vez se vuelven más sofisticados los armamentos y las formas de hacer la guerra.
EN LAS GUERRAS SE OLVIDAN LOS CONVENIOS
La experiencia histórica y actual evidencia que en las guerras pocos recuerdan los convenios de Ginebra de 1949. Tampoco sus protocolos adicionales de 1977 relativos a la protección de las víctimas en los conflictos armados.
La protección de la vida humana, la protección de los bienes culturales, la convención sobre armas bacteriológicas, la convención sobre armas químicas, el tratado de Ottawa sobre minas antipersonales e, incluso, el protocolo facultativo de la convención sobre los derechos del niño relativo a la participación de los infantes en conflictos armados son instrumentos que parecen quedar en el olvido frente a los intereses de los Estados, sean estos nacionalistas, hegemónicos, económicos o de otra índole.
La máxima del realismo político que sostiene que el poder y el interés de los Estados son la guía de la política internacional parece imperar en las relaciones internacionales.
Levantemos todos la voz contra Rusia, que está violentando el derecho internacional, y condenemos los crímenes de guerra que está cometiendo. Pero no olvidemos también señalar a Ucrania como responsable de violaciones similares no solo en la guerra actual, durante la cual ha bombardeado con artillería pesada diversas poblaciones de la región de Dombás, sino todas aquellas violaciones que llevó a cabo contra la población en la guerra de 2014 contra la ciudades y pueblos de Donetsk y Lugansk. Señalemos las violaciones sistemáticas a los derechos humanos llevadas a cabo por el Destacamento de Operaciones Especiales, también conocido como Regimiento Azov, batallón perteneciente a la guardia nacional del ministerio del interior de Ucrania.
LA RESPONSABILIDAD ES DE TODOS
Alcemos la voz para señalar la responsabilidad de los Estados miembros de la OTAN. Su continuo suministro de armas a Ucrania aumenta la capacidad de destrucción y afectación de las poblaciones inmersas en la guerra.
Países como Estados Unidos, Eslovaquia, el Reino Unido suministran sistemas antiaéreos, drones, defensa antiaérea y otros armamentos para la “defensa” de los ataques rusos. Pero olvidan que el teatro de las operaciones militares es el suelo ucraniano. Y este está poblado por civiles que son los que más están sufriendo los efectos y devastación de esta guerra.
Y si hemos de seguir alzando la voz contra los Estados que están violando el derecho internacional humanitario, no podemos olvidar las sanciones pendientes contra Estados Unidos y el Reino Unido. Por décadas estos mantuvieron una guerra contra Irak en la que miles de niños murieron y hoy en día la población sigue padeciendo sus estragos. Lo mismo aplica para sancionar las violaciones derivadas de la invasión en Afganistán.
¿DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS?
La lista de sanciones crece frente al silencio imperante ante la larga guerra civil en Yemen y de la cual Arabia Saudita tiene que responder. Hoy nadie duda de que el conflicto en Yemen es una de las peores crisis humanitarias. Millones de yemenitas incluidos niños, mujeres y demás grupos vulnerables padecen hambre y falta de condiciones mínimas de vida. A ello se suman cerca de 2 millones de desplazados internos cuyos derechos humanos fundamentales nadie refiere.
La política internacional, y muchos Estados apoyados por los medios de comunicación, la prensa mundial y las redes sociales, que orientan la construcción de un discurso antirruso, se conducen con un doble o múltiple rasero.
La defensa de los derechos humanos debiera de ser una lucha de todos y para todos. Y eso sin importar si se es ucraniano o yemenita, congolés o bosnio. Y las sanciones e imputaciones debiesen ser lo mismo si el agresor es Rusia, Ucrania, Estados Unidos o el Reino Unido. N
—∞—
Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.