En 2004, José Saramago escribió Ensayo sobre la lucidez, una crítica magistral a los males de la democracia formal. La novela se sitúa en una ciudad sin nombre, durante un proceso electoral en donde la mayoría de los ciudadanos deciden participar, sin acuerdo previo, de manera inesperada: votando en blanco.
El gobierno considera inexplicable lo sucedido y decide dictar una serie de medidas autoritarias con la finalidad de restaurar el orden político y buscar a los responsables de la desestabilización social. Lo que empezó como una jornada aparentemente democrática terminó convirtiéndose en un problema existencial para el Estado.
La idea central del escritor portugués es la siguiente: “En las elecciones podemos quitar a un gobierno y poner a otro, pero no podemos cambiar el poder”. En síntesis, la democracia puede convertirse en un sistema manipulado por factores reales de poder desconocidos por la ciudadanía. Según la periodista Rosa Mora, “el voto en blanco es una revolución pacífica de unos ciudadanos a los que no les gusta lo que pasa”.
Escribo estas líneas un par de semanas antes del proceso de revocación de mandato (Revocación). Según la ley, la Revocación es un instrumento de participación solicitado por la ciudadanía para determinar la conclusión anticipada del cargo de Presidente de la República por la pérdida de la confianza.
La organización, capacitación y desarrollo de la Revocación quedaron a cargo del Instituto Nacional Electoral (INE). Asimismo, será responsable de realizar el cómputo de la votación. Para que el resultado de la votación sea obligatorio deberá participar, al menos, el cuarenta por ciento de las personas inscritas en la lista nominal de electores y la Revocación sólo procederá por mayoría absoluta.
De lo anterior, me surgen las siguientes interrogantes: ¿Fue un proceso efectivamente solicitado por la ciudadanía? ¿Por qué el gobierno tiene interés en que se realice la Revocación? ¿Por qué otorgarle una atribución al INE y no brindarle los recursos suficientes para su cumplimiento? ¿Por qué el gobierno buscaría “decapitar” a su movimiento?
Paradójicamente, los promotores de la Revocación son quienes, en su momento, no otorgaron el presupuesto necesario al INE para realizarla y han atacado continuamente a dicho árbitro electoral. No obstante lo anterior, el INE adaptó su presupuesto y realizará el ejercicio con los estándares a los que nos tiene acostumbrados: transparencia, imparcialidad y profesionalismo.
Al igual que en la novela de Saramago, nos encontramos frente a un proceso electoral en donde el gobierno espera ansiosamente nuestra participación. Sin embargo, por la manera en que se configuró la Revocación, en este caso, la forma de hacer una manifestación pacífica no es mediante el voto en blanco sino mediante el no-voto, es decir, la abstención.
Participar en la Revocación implica dar la espalda al INE, una institución vital para la democracia mexicana. Sin nuestra participación, la Revocación no obtendrá el porcentaje requerido por la ley y el poder no habrá logrado su cometido. El INE ha garantizado nuestros derechos políticos desde hace décadas y en esta ocasión nos toca respaldarlo.
Javier Sicilia señaló públicamente que “el silencio también puede ser poesía”. En ese sentido, los invito a hacer de la abstención democracia.
*Estudiante de la carrera de abogado en la Escuela Libre de Derecho Twitter:@BoleVargas