DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS
De las siete definiciones que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua tiene para el término “crisis”, dos aplican a este artículo. La quinta dice: “Reducción en la tasa de crecimiento de la producción de una economía, o fase más baja de la actividad de un ciclo económico”.
La otra que aplica es la cuarta, que dice: “Situación política en la que uno o más miembros del gabinete han dimitido o han sido destituidos”.
México ha sufrido varias crisis económicas en la época contemporánea. Considerando esta del fin de la Revolución a nuestros días. Hoy haremos un recuento de las primeras, que van desde Calles hasta Díaz Ordaz, y trataremos de encontrar lugares comunes que nos permitan entenderlas y diferenciarlas para en el próximo artículo ocuparnos de las siguientes.
En 1924 había un México deshilvanado por guerras internas. La administración a cargo era la del Gral. Plutarco Elías Calles, y trataba de recomponer los sistemas de gobierno. La cartera de Hacienda se le encomendó a Alberto J. Pani; una tarea urgente fue la recomposición del sistema bancario. Era menester un banco central para manejar los flujos monetarios en el país, y para ello se fundó el Banco de México. Así, se comenzó a encarrilar la economía mexicana.
Los años de 1924 y 1925 anunciaban tiempos mejores, pero en 1926 comenzó la Guerra Cristera. Una de las causas fue una feliz ocurrencia a la que Calles no fue ajeno.
Resultó que dos sacerdotes, el R. P. José Joaquín Pérez Budar, y el R. P. Manuel Luis Monge, decidieron separarse de Roma y fundar la Santa Iglesia Católica Apostólica Mexicana. Esta sería totalmente independiente de la Santa Sede. La iglesia de marras, como su nombre lo indicaba, era mexicana. Es decir, de la región de México. Para mayor precisión: regional. Y aquí había un inconveniente semántico, pues el término “católico” viene del griego “καθολικός”, que se pronuncia katholikos y significa “universal”. Es claro que regional y universal son términos antitéticos, pero esas eran minuciosidades que tenían sin cuidado a los gurús nacionales.
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La puntada no era nueva en el país. Tanto Miguel Hidalgo y Costilla, al principio del siglo XIX, como Benito Juárez García, a mediados del mismo siglo, expresaron el deseo de independizar al clero mexicano de la égida de Roma. Pero entre decirlo y ejecutarlo había un abismo, y a don Plutarco le pareció que era hora de poner manos a la obra. Para ello les concedió a los sacerdotes el uso del templo de Corpus Christi. Además, proclamó una serie de leyes que limitaban el culto católico apostólico romano, y al poco tiempo vio cómo le tronaba el cuete entre las manos, pues estalló la Guerra Cristera, que trajo consigo otra crisis económica.
La guerra ahuyentó de nuevo la confianza y las penurias económicas se hicieron presentes. La crisis del 26 es un ejemplo claro de cómo las imprudencias en el manejo de la política interna nos llevan a contracciones económicas dolorosas.
A don Plutarco lo sucedió Emilio Portes Gil en un interinato que duró dos años, de 1928 a 1930. Calles le heredó a Portes Gil una guerra, una crisis, una presidencia controlada por el mismísimo Calles y un acierto mayúsculo: un partido hegemónico. El nombre completo de Portes Gil era Emilio Cándido Portes Gil.
¿Y LA RUTA DEL DESARROLLO?
A pesar del nombre, el presidente no tenía nada de cándido, pero sí era conciliador. Bajo la tutela de Calles logró que se firmara un tratado de paz entre el Ejército mexicano y el cristero. Esto debió devolvernos a la ruta de desarrollo. Sin embargo, en 1929 los que estaban en un problema económico eran nuestros vecinos los yanquis. A su problema se le llamó la “Gran Depresión”. Las compras de los estadounidenes se redujeron drásticamente y se instaló otra crisis económica en México.
La crisis ahora era del segundo tipo, es decir, fue causada por una situación externa.
A portes Gil lo sucedió Pascual Ortiz Rubio y, a este, Abelardo L. Rodríguez, pero quien en realidad manejaba el país era Plutarco Elías Calles. Esto sirvió para aplacar los ímpetus belicosos de los generales revolucionarios y dar continuidad al rumbo nacional. Luego poco a poco se ordenaron los asuntos del país.
Nuestros relatos históricos tienen fechas, nombres y datos, pero, aparentemente, le tenemos aversión a los números. Prueba de ello es que a nuestro primer mandatario se le hace bolas el engrudo cada que tiene que transitar los guarismos, pues le cuesta trabajo diferenciar entre cientos, miles y millones. A todos los ve igual y los confunde. Pero si observamos los resultados de las administraciones de cada presidente en cifras vemos que surge una clara idea de su desempeño.
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Calles recibió un país que producía el equivalente a 503,000 millones de pesos1 de Producto Interno Bruto. Y cuando entregó la administración del país, México producía 511,000 millones de pesos, en nueve años la producción nacional aumentó tan solo 2 por ciento. Esto se debió a que la infraestructura productiva fue desgarrada por la guerra de Revolución, luego la Guerra Cristera estalló y, al término de esta, la Gran Depresión estadounidense le cerró el camino.
En 1934 ganó la elección para presidente el Gral. Lázaro Cárdenas del Río. Para ordenar con libertad los asuntos de su presidencia, don Lázaro mandó a don Plutarco en un avión del Ejército a Los Ángeles, California, con la misión de quedarse allá a ver sus asuntos y dejar a un lado los temas nacionales. Es decir, lo desterró. Aunque el registro histórico da cuenta del hecho como “el exilio del presidente Calles”, la realidad es que al destierro se le puso exilio para darle gusto a las buenas conciencias nacionales.
Lázaro Cárdenas se vio obligado a expropiar los bienes de las compañías petroleras extranjeras en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Hizo un trato, por debajo de la mesa, con los estadounidenses. En 1939 la guerra estalló. Esto resolvió la ecuación a favor de México, pues se inició la época del Desarrollo Estabilizador y México se dedicó a surtir las necesidades de los aliados, tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la posguerra.
En 1940, el general Cárdenas entregó al país produciendo 666,000 millones de pesos de PIB anual. La producción nacional había crecido un 30 por ciento en seis años. México surgió al concierto internacional como una importante fuente de riqueza y se gestó el crecimiento constante de nuestro país.
FORTALEZA MINADA TRAS EL DÉFICIT COMERCIAL
Con Miguel Ávila Camacho el PIB llegó a 952,000 millones de pesos; y con Miguel Alemán, a 1 billón 333,000 millones de pesos. La economía nacional se mostraba fuerte, y con ella, nuestra moneda. La inercia era tal que el peso comenzó a sobrevaluarse y la balanza comercial, a desequilibrarse.
La fortaleza de la economía comenzó a verse minada en los años 1950 por un déficit comercial. Es decir, México compraba al exterior más de lo que le vendía y el desequilibrio comercial a la larga podía desestabilizar al país. En 1954, el presidente Adolfo Ruiz Cortines y su secretario de Hacienda, Antonio Carrillo Flores, sopesaron la situación y decidieron devaluar abruptamente el peso, que pasó de 8.65 a 12.50 pesos por dólar. De golpe y porrazo le quitaron la mitad de su valor al peso. Esto trajo otra crisis económica.
La fuga de capitales fue enorme, pero la peor pérdida no fue de dinero. El gobierno de México había ganado la confianza internacional, y cuando Ruiz Cortines y Carrillo Flores devaluaron el peso de la noche a la mañana, la certeza que se había creado en los mercados internacionales se perdió y la confianza rodó por los suelos.
El crecimiento económico resintió, de inmediato, el error presidencial, pues el incremento anual del PIB se redujo a la mitad.
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Después del error de Ruiz Cortines, la lección quedó aprendida, y la paridad dejó de ser un argumento para salir de déficit comerciales. Los incrementos inflacionarios fueron el argumento principal para definir la relación del peso contra el dólar estadounidense.
Ruiz Cortines escogió como su sucesor a Adolfo López Mateos, quien recibió el país con un PIB de 1 billón 913,000 millones de pesos.
López Mateos nombró secretario de Hacienda al Lic. Antonio Ortiz Mena. Este formuló un plan de gobierno en el que los proyectos de inversión pública generaban claros rendimientos sociales. Duró como secretario de Hacienda de 1958 a 1970. Sirvió en las administraciones de los presidentes Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Cuando el segundo entregó el país el PIB era de 4 billones 19,000 millones de pesos. En 12 años el país había crecido 110 por ciento y la población tan solo un 50 por ciento. A esta época se le llamó el “Desarrollo Estabilizador”.
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El sexenio de Díaz Ordaz fue el último en el que el país creció por encima del 6 por ciento anual promedio; su sucesor, Luis Echeverría Álvarez, traería consigo el principio del fin del Milagro Mexicano y del partido hegemónico priista.
Hasta aquí hemos visto que las crisis económicas en México pueden ser internas, es decir, generadas en México, o externas: que comienzan en el extranjero. Las primeras se desatan por errores o malas políticas gubernamentales. Calles desestimó la fuerza del catolicismo en México y a Portes Gil le tocó la debacle financiera estadounidense; a Ruiz Cortines un error de cálculo lo llevó a perder la confianza de los inversionistas.
En nuestro próximo artículo hablaremos de la gran crisis que desarticuló las políticas del desarrollo estabilizador y sus consecuencias, así como las crisis económicas subsiguientes. Aquí los espero entonces.
VAGÓN DE CABÚS
El Banco Nacional de México fue puesto a la venta por Citigroup. Hay dos grupos que tienen altas probabilidades de adquirirlo. Estos son Inbursa, de Carlos Slim, y Banorte, de Carlos Hank. Si el grupo de Slim lo adquiere, la fusión nos dará el primer banco mexicano capaz de medirse con el banco más grande de nuestro país: BBVA, que está en manos de extranjeros. N
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1. Las cifras se refieren a distintas épocas del quehacer nacional. Para poder hacer una comparación equilibrada se han ajustado considerando los procesos inflacionarios. Los datos son del Inegi y Banxico.
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.