El segundo año del mandato de Joe Biden representa grandes retos en la agenda global y consecuentemente para México. Atestiguamos la transición, de manera evidente, de una política aparentemente conciliatoria hacia una más realista de la Casa Blanca.
Aún se recuerdan los discursos conciliadores y optimistas de Biden en los primeros días de su gestión. En aquellos llamaba a reencausar muchas de las acciones del gobierno anterior de Donald Trump. Baste recordar la serie de iniciativas firmadas recién asumió la presidencia, que a un año no han podido ser aprobadas en el congreso estadounidense.
Una que despertó gran entusiasmo fue la referente a la reforma migratoria integral firmada el primer día de su mandato. Con esta se esperaba regularizar a más de 10 millones de indocumentados. Pero ahora no solo está “congelada”, sino que se volvió a implementar el programa de Trump “Quédate en México”, inicialmente muy cuestionada por el actual presidente.
Hoy la política exterior estadounidense está claramente enfocada en lo que ya se había fijado como prioridad hace un año. En su primer discurso oficial, Biden anunció tres prioridades en esta materia. El objetivo era recuperar el liderazgo internacional de Estados Unidos, aparentemente perdido en la administración previa.
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En aquel primer discurso Biden fue muy puntual para marcar distancia de su antecesor y mostró un tono más duro respecto a Rusia.
En ese discurso Biden se refirió también a los grandes desafíos que Estados Unidos tiene más allá de sus fronteras. Según anunció, estos son Rusia y China. Las palabras de Biden fueron: “El liderazgo estadounidense debe responder a este nuevo momento de avance del autoritarismo, incluidas las crecientes ambiciones de China por competir con Estados Unidos y la determinación de Rusia por dañar y alterar nuestra democracia”.
Y agregó: “Estados Unidos enfrentaría los abusos económicos de Pekín”. Al tiempo, señaló que no permitiría ninguna provocación rusa: “Le dejé claro al presidente Putin, de manera muy diferente a la de mi predecesor, que los días de Estados Unidos volteándose frente a las agresivas acciones de Rusia interfiriendo en nuestras elecciones, cometiendo ciberataques, envenenando a sus ciudadanos, se han terminado”.
Biden dijo que buscaría la cooperación a nivel mundial, incluso con sus dos principales oponentes, ya que ahora le tocaba liderar con diplomacia y trabajar con sus aliados y socios clave a fin de defender los intereses estadounidenses y mejorar su seguridad nacional, además de velar por la seguridad internacional. Cabe recordar que en aquel discurso no mencionó a América Latina.
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Ante este escenario, la posición de México es sumamente frágil. Por una parte, el gobierno defiende un discurso en el que se ensalza la soberanía y los principios de política exterior en los que se destaca la promoción de la paz, la cooperación, la no intervención y la solución pacífica de las controversias. No obstante, en la reunión de los llamados “tres amigos”, celebrada el 18 de noviembre en Washington, el tema de China estuvo en el centro de los debates. La posición de México fue muy clara al señalar que el gigante asiático era una amenaza toda vez que su crecimiento económico y el control que tiene del mercado mundial es una desproporción inaceptable y un riesgo para todos, particularmente para América del Norte.
Con esta declaratoria, México se alineó a la posición de Estados Unidos en relación con China. Empero, ello genera fuertes riesgos en nuestra relación con el gigante asiático, que además es nuestro segundo socio comercial. Grave error de la diplomacia mexicana y un imperdonable olvido de los principios de política exterior siempre citados por la administración actual.
Estados Unidos es nuestra prioridad por varias razones: es nuestro socio comercial número uno y el TMEC representa el 13 por ciento del mercado global. Además, la frontera compartida de más de 3,000 kilómetros genera una profunda interdependencia en la que los temas de seguridad, narcotráfico, tráfico de armas, migración, entre otros, son una constante.
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Por ello, México debe estar muy atento a las implicaciones que puede tener la posición que está tomando Estados Unidos frente a Rusia. La tensión entre occidente y Putin es evidente. El primer ministro ruso urge a revisar el avance de la OTAN y abiertamente ha declarado que no aceptará la adhesión ni de Ucrania ni de Georgia a esta alianza militar. Eso implica un abierto enfrentamiento con occidente y, en consecuencia, con Estados Unidos.
La posición geopolítica de México, la estrecha relación con Estados Unidos y la profunda interdependencia asimétrica que nos vinculan exigen cautela. También reclama que el gobierno de la 4T entienda que los temas en Asia central, como la invasión a Kazajistán por parte de las fuerzas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), encabezada por Rusia, así como las implicaciones del conflicto entre Rusia y la OTAN, además de la posición estadounidense respecto a China y la política realista de Biden, tendrán efectos significativos en México. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.