DE POLÍTICA Y ALGO MÁS
«Haz ricos a los soldados y no te preocupes por nadie más»: Séptimo Severo.
SI ALGO se ha visto en los tres años de gobierno de AMLO es la cada vez más activa participación del ejército en la función pública de nuestro país. Las Fuerzas Armadas de México hoy en día, además de la defensa de la patria, están involucradas en una treintena de actividades civiles diversas: la construcción de obras como el aeropuerto, el Tren Maya, las sucursales del Banco del Bienestar, la administración de las aduanas, la repartición de libros de texto, vacunación, entre muchas otras.
Esto viene respaldado por una mejora sustancial en la remuneración de salarios castrenses donde se han creado nuevas plazas; de acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación en 2019, 2020 y 2021 se asignaron cerca de 10,000 millones de pesos en el incremento de percepciones, creación de plazas y otras medidas de carácter económico, laboral y contingente; esto representa un aumento de más de 7,000 millones de pesos al monto asignado por Peña Nieto a ese mismo rubro.
Lo anterior genera todo tipo de especulaciones, teorías y sospechosismo, como que existen intereses ocultos en empoderar a las Fuerzas Armadas, de que se está preparando el terreno para alguna transición del orden constitucional de la vida y gobierno de México, de que si está en riesgo la democracia. Esto se presta para generar incertidumbre en todos los sectores de la población, lo cual seguramente se acentuará a futuro por estar próximo el ejercicio de revocación de mandato y las elecciones en distintos lugares de la república, por lo que es vital para acallar las voces alarmistas que el Ejército se mantenga al margen, como lo ha estado siempre, cien por ciento apolítico.
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El Ejército Mexicano y la Marina son las dos instituciones que cuentan con mayor prestigio entre la población. Su gran labor patriótica es indiscutible, prueba de ello es que, según datos del Inegi, el 40 por ciento de los ciudadanos aceptarían un gobierno militar en México, y no es de extrañarse ante el hartazgo y la pérdida de confianza real que existe hacia los partidos y a las figuras políticas que hoy en día carecen de credibilidad.
Sin embargo, existe un riesgo natural ante una sobreexposición en las labores de las Fuerzas Armadas, al inmiscuirlas en actividades antes meramente civiles, de que pudiera haber un desgaste en la figura militar y que la percepción tan positiva que goza el Ejército pudiera verse afectada ante la cotidianidad y los problemas que surgen en el día a día en las instancias burocráticas y la ciudadanía.
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A estas alturas no cabe la menor duda de que la relación del presidente AMLO y el Ejército es muy estrecha y pareciera que no había otra solución para tratar de pacificar al país, ante la certeza de que en la anterior Policía Federal se había infiltrado el narcotráfico como la humedad en diversas áreas y con distintos servidores públicos.
Pongámonos en el lugar del presidente Andrés Manuel: ante tanta podredumbre ¿qué alternativa quedaba? Solo el Ejército y la Marina podrían brindar confianza y hacer que las órdenes del Ejecutivo se cumplieran con eficacia, profesionalismo y lealtad. Una apuesta arriesgada, ya que el Ejército se solía utilizar solamente en medidas extremas y su actuación suele ser infalible. Si un mandatario se queda sin la carta de “meter al Ejército” ante una problemática se queda prácticamente sin nada.
ENTRE SUSURROS
Fuentes cercanas comentan que, en más de una ocasión, en el Gabinete de Seguridad el presidente se ha desesperado con los servidores públicos civiles al decir que “todo se enreda, por qué no pueden ser como el Ejército”. N
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Carlos Jiménez Rodríguez, liberal, librepensador, 34 años de edad, licenciado en cine y televisión, maestro en administración pública, columnista, se ha desempeñado como servidor público en la Ciudad de México y como asesor legislativo en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.