EN 1985, el escritor italiano Italo Calvino fue invitado a dar una serie de conferencias en la Universidad de Harvard. El tema era libre y el autor decidió hablar de la poesía, y lo hizo analizando una serie de cualidades literarias que consideraba necesario salvaguardar para el nuevo milenio que se acercaba: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia.
Estas conferencias hubieran sucedido en el año académico 1985-1986, pero el escritor murió antes de poder darlas y sin acabar del todo su obra: el último capítulo, sobre que la consistencia existe solo en forma de apuntes.
Hoy, 36 años después del fallecimiento de Calvino, el arquitecto y crítico español Jaume Prat, publica L.R.E.V.M.C., una reescritura de estas seis propuestas de Calvino en la que la literatura, el cine y la arquitectura se mezclan en una sola disciplina. Para Prat, “el acercamiento entre la arquitectura y la literatura es intuitivo, existe toda una serie de disciplinas artísticas que no son tan diferentes entre ellas porque tienen en común que trabajan mediante proyectos, que crean obras y que comparten el lenguaje”.
El texto está conformado por el desbocado flujo de pensamiento del autor, quien confiesa haber escrito este libro escuchando solamente el dictado de su mente, de sus reflexiones pasadas y de sus propias aspiraciones por crear una obra que fuera más literatura que crítica literaria, un texto que no es solo para arquitectos, sino que acerca a quienes disfrutan de la lectura a esta disciplina que crea los espacios en los que nos desenvolvemos todos los días.
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—¿Podemos pensar los espacios en los que habitamos de la misma manera en que pensamos obras literarias?
—Sí, se nos olvida que la arquitectura es para todos, la hacemos los arquitectos, pero es lo que construye nuestro entorno físico. Muchas veces el lenguaje arquitectónico es artificioso, pero se puede hablar de arquitectura con un lenguaje accesible y comprensible para cualquier persona.
“Yo entiendo la arquitectura desde la vida, lo que me gusta son los edificios vividos, por tanto, he intentado hablar en este libro desde la arquitectura habitada”.
—¿Cómo las propuestas de Calvino explican la arquitectura?
—En realidad yo llegué a las propuestas porque algún profesor nos las recomendó como si fuese un libro de arquitectura. Incluso cuando las leí por primera vez tenía la conciencia de estar leyendo un libro de arquitectura y es hasta que lo releo que me doy cuenta de que no, que es un libro literario completamente. Y que lo más bello que tiene el libro es que es como un libro que habla y versa sobre literatura y usa la literatura como un instrumento para hablar de poesía, pero podría ser también para hablar de arquitectura.
—Los espacios que resguardan la cultura también cambian, ¿lo hacen para adaptarse a nuestras formas de consumo?
—Los sitios donde se transmite el conocimiento son sitios donde tienen un peso muy importante las exposiciones temporales, más que lo permanente, es decir, todo lo que se exhibe tiene que estar en constante devenir, tiene que ser constantemente revisado o narrado, que es el papel de los curadores. Entonces, a partir de esto es cuando los espacios para la exhibición de este tipo de muestras y de transmisiones de conocimiento se adaptan y por eso se han construido muchos museos que están vacíos, pero porque su contenido va cambiando, mientras que el continente se queda.
“Un museo de 1800 tenía un contenido y un continente asociados y no debían moverse mucho. Ahora, cuando te encargan un espacio lo que te piden es un continente que pueda o no tener asociado un contenido y eso va a tener más que ver con las políticas culturales que con la propia arquitectura”.
—Entonces, ¿la arquitectura dialoga con la obra?
—En los primeros museos la neutralidad era un valor porque realza la obra que se exhibe en ellos. Después, los arquitectos empiezan a hacer arquitectura con lo que se exhibe y ahora, como en el Guggenheim de Bilbao: lo que se exhibe es lo que juega con la arquitectura.
“Lo permanente que se exhibe en Bilbao se creó en función del espacio y no al revés, y ahora, cuando un curador presenta una exposición temporal en el Guggenheim, se pregunta cómo es el espacio en donde va exhibir la obra. Incluso puede ser que haya obras que se adapten a esto”.
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—Para los arquitectos, ¿es entonces indispensable conocer sobre todas las disciplinas artísticas?
—Somos ciudadanos y somos seres humanos. El arte de la arquitectura lo que hace es darte unos conocimientos específicos para que puedas construir tu entorno y una cosa es que sepas cómo hacerlo y otra que sepas para qué lo haces. Sin películas, libros, comidas, amigos, salidas, sin cultura general jamás vas a saber para qué estás haciendo lo que haces, aunque lo sepas hacer muy bien.
—¿En dónde se encuentra hoy la crítica arquitectónica?
—Hoy estoy echando mucha falta la crítica de arquitectura, porque se está publicando mucha arquitectura sin sentido crítico. La crítica de arquitectura tiene dos problemas: la banalidad absoluta que se publica sin ningún tipo de curaduría y lo académico, que es la crítica ensimismada y creo que la buena está en un término medio entre estas dos cosas: que haya un relato que nos sujete y nos interprete la obra, porque la obra una vez terminada es de quien la habita o de la ciudad en donde está.
“Pero echo en falta que la crítica tenga un cierto debate, narración, relato desde esa posición, y creo que es algo que han hecho las revistas de arquitectura antaño, pero creo que deberíamos de ser más exigentes con ello”. N