LA ORGANIZACIÓN de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indica que, en comparación con 2019, alrededor de 14 millones de personas más se vieron afectadas por el hambre en América Latina en 2020. Hoy 9.1 por ciento de la población de la región padece hambre. Ante esta situación, los pronósticos apuntan a que la producción agrícola mundial tendrá que aumentar alrededor de 50 por ciento en 2050 para hacer frente a la ascendente demanda de alimentos de una población mundial creciente y cambiante.
La contingencia reposicionó nuestras prioridades y colocó la alimentación saludable como una forma de hacer frente al covid-19, lo cual abrió nuevas oportunidades para los sistemas alimentarios en el que, además de contemplar la rentabilidad y calidad de los cultivos, se consideraron nuevas alternativas de producción más sostenibles.
La sociedad no solo comenzó a poner más atención en que sus alimentos le brindaran los nutrientes necesarios para mantenerse sanos, sino que además empezaron a demandar que los procesos de estos, del campo a su mesa, tuvieran procesos más amigables con el planeta. En el escenario también se vislumbran retos generados a raíz del cambio climático como la falta de agua, y episodios de sequía e inundaciones.
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Sin embargo, la comunidad internacional se ha activado y para evitar la escasez de los alimentos dio seguimiento a las medidas de seguridad alimentaria promovidas por la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de una guía para las autoridades de inocuidad de los alimentos y de orientaciones sobre las medidas de seguridad alimentaria.
Además, ante estos retos, el sector agrícola ha implementado soluciones inteligentes con el objetivo de garantizar el abasto de alimentos y revertir el efecto del cambio climático. La transformación de los sistemas agroalimentarios se ha basado en disminuir la huella ambiental y climática, mejorar el rendimiento de los cultivos y cuidar del suelo y del agua como prioridad para mantener la producción de alimentos.
Asimismo, desde otras trincheras se han reforzado los compromisos con los productores implementando soluciones con el propósito de digitalizar los sectores productivos y hacer más eficiente el uso de los recursos e insumos en la producción de alimentos. Por ejemplo, existe una aplicación de pronósticos meteorológicos con resolución espacial hiperlocal que contribuye a la toma de decisiones de los agricultores para optimizar sus recursos y promover la calidad de sus cultivos.
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En cuanto al cuidado del agua, se fomenta el uso del sistema de fertirriego en el campo, la aplicación de nutrientes —fertilizantes— y agua en el territorio nacional, ya que este reduce en 31 por ciento el consumo de agua, por tonelada de cultivo, disminuyendo 36 por ciento el equivalente de dióxido de carbono emitido a la atmósfera.
La transformación de los sistemas agroalimentarios continuará teniendo múltiples retos. Sin embargo, con el correcto impulso de las herramientas digitales que abonen a la agricultura sostenible, en compañía de la participación de los jóvenes, caracterizados por su ADN innovador, se prevé que estos podrán enfrentarse asertivamente para cumplir con la seguridad alimentaria que el mundo necesita.
Trabajar codo a codo para que México fije su camino hacia una agricultura mucho más sostenible es una responsabilidad que involucra a los miembros de todo el sector agro para que, además de impulsar la rentabilidad de los productores, alimentemos al mundo de manera responsable teniendo como prioridad la protección del medioambiente. N
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Gilberto Macías es director de Mercadotecnia de Yara México. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.