EN TODO el mundo ha habido un auge por discutir la valía y el contenido de los monumentos en los espacios públicos. Probablemente uno de los debates más escuchados en los últimos años fue sobre el monumento a Abraham Lincoln, en Washington, D. C., durante las álgidas protestas del movimiento Black Lives Matter en 2020.
México no ha quedado atrás de estos debates. En el año 2019, las pintas en el Ángel de la Independencia durante las marchas feministas fueron un foco de polémica. Mientras que algunos defendieron la impronta nacionalista del monumento, para otros, como el movimiento feminista y grupos articulados como las Restauradoras con Glitter, se pronunciaron a favor no solo de las pintas como medio legítimo de expresión del acontecer actual de violencia contra las mujeres, sino también defendieron que no fueran borradas en su status de memoria histórica.
El feminismo ha sido un movimiento clave para la discusión sobre qué merece ser honrado dentro del espacio público, a la par de otros movimientos como lo decolonial, por la defensa del territorio o de comunidades indígenas que ponen en entredicho conmemorar a personajes como Cristóbal Colón, quien representa una devoción al colonialismo responsable del genocidio indígena, trabajo esclavizado, explotación de recursos y expropiación de tierras.
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El gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Claudia Sheinbaum, propuso a principios de septiembre, de forma unilateral en primera instancia, el quitar el monumento a Colón y poner en su lugar una escultura que representara a la mujer indígena. La escultura propuesta fue “Tlali”, del artista Pedro Reyes, quien dijo que se inspiró en las cabezas olmecas. Sin embargo, las reacciones fueron inmediatas y contundentes: ¿Por qué fue elegido un hombre blanco? ¿Acaso no hay mujeres indígenas artistas que pudieran hacerlo? ¿Por qué el gobierno tomó la decisión de forma unilateral? ¿Por qué estereotipar cómo es una mujer indígena?
Una de las principales críticas fue el robo de agencia hacia las mujeres indígenas sobre su propia representación. La lingüista mixe Yásnaya Aguilar planteó en un artículo para El País:
“Uno de los efectos de esta suplantación en la voz narrativa del pasado histórico de los muy distintos pueblos indígenas ha sido por un lado la creación de la condición ‘indígena’ como un rasgo esencial ahistórico para definir a nuestros pueblos y, por otro, la creación de la categoría ‘prehispánico’ como un periodo más o menos uniforme de tiempo en donde el quiebre fundamental de la historia de nuestros pueblos se fija con la llegada de ‘lo hispano’”.
UNA VUELTA EN LA HISTORIA
La crítica de Yásnaya se dirige a que los gestos actuales del gobierno e incluso con lo que aparenta una bienintencionada decisión sobre el espacio público en nada se diferencia de los gobiernos mexicanos posrevolucionarios que llenaron de representaciones estereotipadas sobre lo indígena espacios públicos a través de diferentes disciplinas artísticas; borrando la diversidad de comunidades existentes y, sobre todo, convirtiéndolos en sujetos para el goce estético sobre lo mexicano, pero sin decisión política.
El gobierno de la Ciudad de México canceló el proyecto de Pedro Reyes. Y la historia dio una vuelta cuando, el 25 de septiembre pasado, un grupo de feministas, entre las que se encontraban madres de mujeres desaparecidas, colocaron la figura de una mujer con el puño en alto, color violeta y con la palabra “justicia” en su espalda y nombraron al lugar: “Glorieta de las Mujeres que Luchan”. En este acto se pintaron nombres de mujeres desaparecidas, así como el de activistas indígenas y afromexicanas, los cuales fueron borrados durante la noche de ese sábado y la madrugada del domingo 26 de septiembre.
Este 12 de octubre la jefa de Gobierno anunció que la escultura de ‘La joven de Amajac’ se colocará a solicitud de más de 5,000 mujeres indígenas y que la elección fue tomada por unanimidad por el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México (COMAEP). Ello después de la entrega de 5,000 firmas de mujeres indígenas que pidieron decolonizar el Paseo de la Reforma.
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La escultura original de “La Joven de Amajac” está expuesta en el Museo de Antropología. Fue descubierta el 1 de enero de 2021 en la comunidad de Hidalgo Amajac, Veracruz. Dada su ubicación geográfica, entre los sitios arqueológicos de Tochpan (Tuxpan) y Castillo de Teayo, la pieza está ligada a la tradición escultórica y a la cultura huasteca, aunque presenta ciertos rasgos del centro de México, cuando en la región se hizo notoria la influencia de la Triple Alianza, lo que la colocaría temporalmente hacia el Posclásico Tardío (1450-1521 d. C.)
Si bien la decisión sobre la colocación de esta escultura tuvo otro proceso que no solo significó el dedazo para darle el proyecto a un artista consolidado, la lógica de representación sobre la mujer indígena no parece ser muy diferente. Se interpone una imagen de la era prehispánica como forma de universalizar a las mujeres de distintas comunidades y, en especial, se continúa el uso de la categoría indígena como concepto homogeneizador y referente a las raíces del Estado Nación mexicano. Habría primero que reflexionar lo que Yásnaya Aguilar anuncia:
“Los pueblos indígenas no somos la raíz de México, somos su negación constante. Esto de ser las raíces de México es despolitizarnos, usarnos para justificar algo en lo que nunca participamos, es decir, crear el Estado. Por eso somos una negación”.
Frente a estas palabras parece difícil no solo aceptar que el gobierno tome cualquiera decisión sobre ese espacio, sino que la discusión sobre un monumento erigido a un hombre ha sido la oportunidad para dudar sobre la legitimidad de representación del Estado Mexicano frente a las múltiples naciones que conviven en el territorio nombrado México. N