POCOS mexicanos han visitado Afganistán. Entre ellos, periodistas que fueron asignados a la cobertura de la guerra en ese país después de los ataques a las Torres Gemelas, en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
A 20 años de que un grupo de 20 integrantes de la organización paramilitar Al Qaeda atacó “los centros de poder” estadounidenses, el periodista Gregorio Meraz hace un recuento de cómo vivió esos días como corresponsal de una televisora mexicana en Washington y luego cómo viajó a Afganistán para comenzar a reportar lo que se conocería como “la guerra contra el terrorismo”.
En su libro El periodismo, una lección en cada nota, Meraz explica que los ataques fueron preparados por Osama Bin Laden, líder y fundador de Al Qaeda, luego de que las fuerzas militares estadounidenses bombardearon sus bases de entrenamiento en Afganistán, en 1998.
De acuerdo con reportes secretos de la CIA, Bin Laden advirtió desde entonces que respondería a esa agresión. Lo logró. Sin embargo, en el ataque no participó ningún afgano. Entre los operadores había 15 hombres de Arabia Saudita, dos de los Emiratos Árabes Unidos, uno de Egipto y uno del Líbano.
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El 11 de septiembre (11/9) puso a Afganistán en el centro del mundo, porque era el país que alojaba las bases militares de Al Qaeda y Estados Unidos exigía al Talibán, que entonces gobernada esa nación, que entregara a Bin Laden.
Meraz tiene 40 años de trayectoria profesional. En el tiempo en que debió viajar a Oriente Medio tenía ya la experiencia de haber cubierto el movimiento guerrillero en El Salvador, Nicaragua y Guatemala, incluso había sido corresponsal en la Guerra de las Malvinas, entre Argentina e Inglaterra. Sin embargo, en su libro subraya que lo detonado por el 11/9 era una “confrontación bélica de mayores proporciones”.
Para viajar a Afganistán debió acreditarse con las fuerzas militares de la Alianza Norte, conocida como Frente Islámico Unido por la Salvación de Afganistán y respaldada por las tropas estadounidenses. Podría acudir a las zonas controladas por esa organización militar que le asignaría una casa para hospedarse, donde era posible garantizar su seguridad.
“Cuando llegamos (a Afganistán), la Alianza Norte avanzaba poco a poco y la gente salía a recibirlos con júbilo. Era impresionante ver el odio que la gente sentía por el Talibán. Un odio añejo, de muchos años, que solo pudo ser visto debido a que el Talibán cometió el error de alojar a Osama Bin Laden y a su organización Al Qaeda”, cuenta Meraz en entrevista con Newsweek México.
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Meraz viajó a Afganistán vía Moscú y por Uzbekistán. Fue acompañado por el camarógrafo José Luis Mendoza y el asistente de producción Pablo Arriaga. Tenía varios retos para poder hacer la cobertura informativa de manera efectiva. Desde el riesgo de tener que llevar 70,000 dólares en efectivo hasta asegurarse de empacar pastillas para purificar el agua y comida deshidratada para poder sobrellevar las condiciones de insalubridad en el país.
“Llegamos a una sociedad que era como de tiempos bíblicos, donde los hombres caminaban y sus mujeres iban montadas en un burro o caminando detrás de ellos, cubiertas completamente por la burka. Todas las casas eran iguales. No había infraestructura carretera ni telecomunicaciones. No había bancos”, recuerda.
“Vimos una sociedad atrasada, rudimentaria, gobernada por la ley sharia que es una ley muy rígida que le impide a la mujer desenvolverse o mostrarse en público. Una ley que somete a la mujer al mero papel de máquina reproductora de hijos y cuyas funciones no iban más allá del hogar. Las mujeres que querían estudiar eran castigadas. Y nadie quería desafiar al Talibán por estas leyes. La población femenina tenía pánico de ellos. Eran muy autoritarios. Muy represivos”, cuenta el periodista.
En su libro, Meraz describe cómo fueron los casi tres meses que vivió en el país. Era asistido por un traductor y un chofer para poder desplazarse. Junto con su equipo intentó capturar las escenas más emblemáticas de esa sociedad.
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“A lo lejos, el color de las casas se fundía con el de la tierra, sobre la que destacaban las fantasmagóricas siluetas de mujeres de rostro escondido bajo las burkas, caminando en las polvorientas calles”, así describe, en su libro, el recuerdo de esos días.
En la charla con Newsweek México se refiere a los recién publicados “Papeles de Afganistán” que exhiben los errores de lo que es considerada la guerra más larga de Estados Unidos, pues debieron pasar casi dos décadas para que el ejército estadounidense se retirara del país.
El presidente Joe Biden anunció que sus tropas saldrían de Afganistán el 31 de agosto, justo unos días antes de la conmemoración del 20 aniversario del ataque a las Torres Gemelas. La Casa Blanca advirtió que no dejaría a estadounidenses ni a personal afgano que hubiera colaborado con ellos. El plazo se cumplió. Sin embargo, las escenas de las últimas semanas mostraban a cientos de personas intentando abandonar el país.
Las imágenes que circulan en los medios internacionales muestran el aeropuerto de Kabul abarrotado y hacinado. Atentados que se adjudican grupos terroristas como el Estado Islámico (ISIS) para evitar que los afganos salgan y que han provocado la muerte de centenares de civiles. Eso sumado a las protestas de mujeres que se atreven a salir a las calles, pero que los talibanes disuelven con disparos al aire. Además del miedo de otras tantas que temen por su vida por haber sido parte de un sistema judicial que enjuició a los militantes del Talibán que ahora están libres.
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Meraz hace referencia a los Señores de la Guerra o los también llamados Warlords que manejan la economía y la política en Afganistán. “Cuando Estados Unidos conoció la existencia de los Señores de la Guerra, pensó que en ellos podía encontrar a un buen aliado para crear un gobierno provisional para mantenerlo y encauzarlo a la democracia, pero no fue así”, responde en el análisis que hace de la situación actual.
Recientemente, se ha difundido que los Señores de la Guerra controlan toda la producción de droga en el país. Se trata de caciques locales que en los últimos años permitieron el resurgimiento de los talibanes.
“Estados Unidos nunca analizó más a fondo la posibilidad de eliminar a estos Señores de la Guerra. Eliminar a los caciques y promover realmente líderes democráticos que pudieran gobernar en las provincias y a su vez elegir a un presidente en un sistema democrático. Ese fue el principal obstáculo que impidió una solución en Afganistán”, concluye Meraz. N