FUE HACE poco más de tres semanas cuando los pacientes con covid-19 empezaron a saturar las unidades de cuidados intensivos en los dos hospitales de Bakersfield donde trabaja Mary Lynn Briggs. Había sucedido antes, pero esto era distinto.
“La mayoría de los pacientes a los que atendemos tiene alrededor de 20 o 30 años, y nunca antes habíamos visto esto”, señala Briggs. “Y en el pasado, aunque muchas de las personas atendidas por covid-19 en las unidades de cuidados intensivos fallecían, también vimos a pacientes que sobrevivieron y que incluso regresaron al trabajo. Pero en estas últimas tres semanas todo el mundo ha muerto”.
Esta es la brutal oleada del nuevo coronavirus que los expertos habían pronosticado desde hace mucho tiempo, cuando algunos de los casos más graves provocados por la veloz variante Delta finalmente se convirtieron en hospitalizaciones. En California, los índices de hospitalización e internamiento en las unidades de cuidados intensivos mostraron grandes incrementos durante el mes pasado, entre los que se encuentran los aumentos de dos dígitos que se han visto en los últimos siete días.
Sin embargo, para muchos trabajadores de la salud, las cifras no son lo único que les hiela la sangre. También les hace recordar las peores partes de cualquiera de los periodos de la epidemia de covid-19, como el final de 2020 y las primeras semanas de este año. Y algunas personas temen un giro aún más oscuro, incluido el hecho de trabajar en hospitales que no han podido atender algunos de los grandes problemas, como la dotación de personal.
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“Francamente, esta sensación se parece un poco al trastorno de estrés postraumático”, afirma Brenda Chávez, enfermera registrada del departamento de emergencia del Centro Médico Hospital Centinela en Inglewood. “Nosotros simplemente contenemos el aliento y nos preguntamos: ¿irá a ser aún más grave que antes?”
Desde el punto de vista de la enfermería, 2020 fue un año de batalla. El covid-19 mismo fue un inmenso desafío, pero desde la llegada del virus a Estados Unidos, el personal de enfermería también tuvo que hacer frente a problemas que nunca habría imaginado. En todo California, las enfermeras tuvieron que suplicar y manifestarse en sus propios hospitales para pedir cantidades adecuadas de equipo de protección personal, como cubrebocas e incluso batas desechables, y suficiente personal para que pudieran trabajar en la forma en que lo necesitaban.
Ciertamente, estas preocupaciones no se han mitigado. Aunque la cuestión del equipo de protección personal parece estar prácticamente bajo control, hay indicios de que algunos hospitales podrían volver a enfrentar una escasez. Y el personal de enfermería del Hospital Centinela, donde trabaja Chávez, realizó una manifestación informativa apenas la semana pasada para expresar sus preocupaciones sobre la baja cantidad de personal.
Érica James, enfermera de la sala de emergencia, indicó que esta necesidad era “especialmente grave debido al nuevo aumento de casos de covid-19”. (Descargo de responsabilidad: el personal de enfermería citado en esta nota forma parte de la Asociación de Enfermeras de California (CNA, por sus siglas en inglés), contribuyente financiero de Capital & Main).
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Se trata de un problema nacional. Sin embargo, en la compleja área de la enfermería, los temas nacionales pueden volverse locales muy rápidamente, y exigen una respuesta local.
Cuando los hospitales de cualquier región enfrentan una escasez de personal, suelen recurrir a una red nacional de las llamadas enfermeras viajeras, que hace justamente eso: aceptan una estancia de corto plazo en un hospital o grupo de hospitales, se mudan a esa área y ayudan a ocupar los puestos vacantes. Sin embargo, en general, el covid-19 ha provocado emergencias en muchas áreas del país al mismo tiempo, y en ocasiones, a las enfermeras viajeras se les ofrecen bonos de contratación y una paga más alta con tal de que elijan una asignación en lugar de otra.
Como consecuencia de los problemas de personal, la escasez de equipo de protección personal y la sensación de indefensión al trabajar con pacientes de covid-19 terriblemente enfermos o agonizantes, el personal de enfermería ha comenzado a abandonar la profesión. Aunque no se conocen las cifras exactas, la evidencia anecdótica es sólida.
“El año pasado, mientras pasaban los meses, y especialmente a partir de noviembre, comencé a observar que nuestro personal de enfermería se iba”, afirma Chávez, que ha trabajado en el Centinela durante dos años y medio. (La CNA afirma que, únicamente en 2020, el Hospital Centinela perdió 226 enfermeras, alrededor de la mitad del número total de enfermeras que trabajan actualmente en el hospital). “Por ello, tratamos de exigir con mayor vehemencia que se resuelvan los problemas de escasez de personal, pues ya vimos lo que ocurrió en noviembre, diciembre y enero”.
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Chávez dijo que, el mes pasado, se les informó a las enfermeras que se reduciría la cantidad de personal debido a “una baja ocupación”, lo que significa que había menos camas ocupadas en las salas de emergencia. “Sin embargo, tenemos un tiempo de espera de varias horas en la sala de emergencia, además de ambulancias que hacen fila esperando a que atiendan a sus pacientes”, dijo. “En ocasiones, no tenemos el suficiente personal para ayudarnos unos a otros con los pacientes”.
En Bakersfield, Briggs trabaja en la unidad de cuidados intensivos de dos hospitales Mercy. Señala que “más o menos en la segunda oleada de covid-19, la cantidad de personal ya era un problema, aun cuando se contrataba a enfermeras viajeras. Las leyes de California exigen que los hospitales proporcionen una enfermera por cada dos pacientes en las unidades de cuidados intensivos, pero Briggs afirma que, en varias ocasiones, Mercy ha tenido una proporción cercana a 3:1. (Durante la pandemia, el estado ha emitido exenciones temporales a esa proporción más de una vez, pero un vocero de Mercy sostuvo que la proporción “no es de más de 2:1” en ninguno de sus hospitales de Bakersfield).
Ahora viene la siguiente oleada del virus, y Briggs, que trabaja en el turno de la noche, afirma que ha tenido que atender a pacientes más jóvenes y más enfermos, frecuentemente, mientras ella y sus colegas hacen frente a la escasez de personal. Ha sido un año y medio de trabajo extenuante para el personal de enfermería, y esto está lejos de terminar, mientras que el agotamiento se mantiene al margen de la conversación.
Briggs y Chávez afirman que han hecho esfuerzos para protegerse y no quedar emocionalmente abrumadas. Chávez comenzó a acudir con un terapeuta, anticipándose a lo que ocurrirá en las próximas semanas. Esto incluye cuidar a pacientes que rehusaron usar mascarillas o a vacunarse.
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“Quizá las personas no se den cuenta de que la fatiga por compasión es real”, afirma Chávez. “Debemos cuidarnos entre nosotros y a nosotras mismas como enfermeras para poder seguir haciendo lo que hacemos y cuidar a nuestros pacientes”.
Ese suplicio podría continuar durante meses, en parte debido a que no es probable que la escasez de personal se resuelva pronto. Y es posible que los refuerzos tarden mucho tiempo en llegar.
“En 2020, teníamos dos cohortes de nuevos graduados [de enfermería] en la unidad de cuidados intensivos, y llegaron a enfrentar esta situación en estas circunstancias, sin ninguna experiencia que los respaldara”, indica Briggs. “La mayoría de ellos se ha ido”. N
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Esta nota es publicada en colaboración con Capital & Main. Copyright 2021 Capital & Main. Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek.