Los países de la región no podrían protegerse de un ataque nuclear. Por ello promueven activamente que otras naciones adopten los compromisos de convertirse en zonas desnuclearizadas.
AMÉRICA LATINA y puntualmente México constituyen desde hace más de 50 años un ejemplo de resistencia frente al avance de la amenaza nuclear generada por cinco grandes potencias armamentistas.
Esta zona del continente, además, ha dedicado grandes esfuerzos para evitar que una catástrofe como la de Hiroshima y Nagasaki ocurra en otra región del mundo.
“Latinoamérica ha jugado un rol activo incluso más que otras regiones a escala mundial porque le importan y preocupan las implicaciones y consecuencias nefastas que tendría el desarrollo de ataques nucleares en la región.
“Nuestros países no podrían protegerse ni defenderse. No es sorpresa que aquí haya nacido la primera zona libre de armas nucleares con el Tratado de Tlatelolco, cuya vigencia se inició el 25 de abril de 1969, y es que ningún país de América Latina por sí solo hubiera podido tener el poder de limitar el empleo de las armas nucleares en su territorio”, explica la doctora Ana María Cetto Kramis, quien en 1995 presidía el Consejo de las Conferencias Pugwash, año en que esta organización de conferencias internacionales sobre ciencia y asuntos mundiales recibió el Premio Nobel de la Paz.
La unión del continente ha logrado la prohibición, el desarrollo, la adquisición, el ensayo y el emplazamiento de armas nucleares en toda América Latina y el Caribe, lo que ha evitado que continúen surgiendo naciones dispuestas a generar armamento nuclear.
En entrevista con Newsweek México, la doctora Cetto Kramis, científica mexicana especializada en física teórica, enfatiza en que América Latina es pionera en la desnuclearización y, a su vez, ha servido de modelo para el establecimiento de otras zonas libres de armas nucleares en el mundo.
Con ello, comenta, América Latina no solamente se preocupa por su propia región, sino que pone un ejemplo y participa activamente promoviendo y asesorando a otras regiones del mundo para que también adopten los compromisos de convertirse en zonas desnuclearizadas.
“México tradicionalmente ha tenido una participación activa en los debates que se dan en el seno de las Naciones Unidas y siempre a favor del desarme. La prueba más reciente de ello ha sido la participación de este país en la promoción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), que entró en vigor el 22 de enero de 2021”.
El TPAN es el primer instrumento de derecho internacional humanitario que busca amortiguar las consecuencias humanitarias catastróficas causadas por el uso y el ensayo de armas nucleares, ha dicho la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Al 22 de enero de 2021, 51 países habían ratificado el Tratado.
“El Tratado, entre otras cuestiones, también compromete a los países a cooperar en la eliminación de su propio arsenal cuando lo tienen, aunque los primeros en ratificarlo fueron los que no tienen armamento nuclear.
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“Se trata de averiguar cómo lograr que los países que sí tienen armas se adhieran al Tratado. Sin embargo, para mí este documento manifiesta la frustración de los países no nucleares por la lentitud con la que las potencias nucleares han respondido a sus compromisos en el Tratado de no proliferación que se firmó a finales de los años 60; lleva ya más de 50 años, pero ha sido de lento cumplimiento”, expresa la doctora Cetto Kramis.
Añade que los países no nucleares se están cansando y el de TPAN es, desde su perspectiva, una expresión de esa frustración por la falta de compromiso de los otros países.
“La ratificación se debe entender como un serio llamado de atención; las potencias nucleares al mantenerse al margen de este Tratado están conservando su privilegio de tener armamento nuclear, pero la paciencia de los no nucleares no es eterna y hay varias señales de ello.
“Hay varios países que han mandado mensajes claros de que podrían apartarse del Tratado de no proliferación y empezar a desarrollar sus capacidades para producir armas. Pienso que sería importante que los países no nucleares que son aliados de las potencias con armamento se adhirieran al TPAN. Al dar ese paso y respaldar la deslegitimación de las armas nucleares habría un parteaguas en la problemática”.
La doctora Cetto Kramis, reconocida mundialmente por su compromiso social como científica, asegura que, si hay suficiente movimiento por parte de la sociedad civil, opinión pública y organizaciones, puntualmente en toda Europa, se daría mayor fuerza al nuevo tratado y se avanzaría con la deslegitimación.
UN POSIBLE ATAQUE NUCLEAR
El politólogo Raúl Zepeda Gil asegura que América Latina y puntualmente México podrían tener la capacidad de poseer armamento nuclear, no solamente porque cuentan con plantas nucleares, sino porque América Latina, a diferencia de un continente como África, tiene la infraestructura suficiente en científicos.
Sin embargo, “este continente ha entendido muy bien su papel después de la Segunda Guerra Mundial, y es que la mejor manera de no entrar en conflictos globales es no tener el armamento.
“Corremos menor riesgo de ser contendientes fuertes de un cataclismo nuclear si no nos metemos en la carrera nuclear que se inició en el siglo XX. Aunque suena militarmente poco inteligente, no somos una región que le interese al mundo occidental intervenirlo de alguna manera o integrarlo a un conflicto nuclear a escala mundial”, apunta Zepeda Gil en entrevista con Newsweek México.
Actualmente, América Latina es una región con un nivel de desarrollo que le permite entrar en las discusiones del mundo más desarrollado. Aunque, jamás podría estar en reuniones de la OTAN, añade el experto, “este continente ha decidido unirse a otro club que me parece mejor, el club internacional de los que hacen el bien, como los países escandinavos, Noruega, Bélgica, esos países que se caracterizan por promover valores de pacificación en el mundo en lugar de buscar la competencia de grandes poderes”.
Brasil intentó salirse de esta lógica y meterse a la de las grandes potencias, “pero el siglo XX demostró que un país debe tener un presupuesto capaz de expandir una guerra nuclear, como lo son Estados Unidos y Rusia, y en el caso de América Latina ni siquiera uniendo todos sus presupuestos podría acercarse a esa capacidad”.
Por ello, añade Zepeda Gil, es un intento fútil porque en el corto plazo no se alcanzará a estar a la altura de las potencias, y menos con los problemas de desarrollo que se tienen en distintas regiones latinoamericanas. “Reitero, el continente ha hecho muy bien en entender su verdadera posición global y su papel de promotor de ciertos valores de la humanidad mucho más viables que entrar en la competencia de las grandes potencias.
“Principalmente porque sabemos que, si una bomba atómica sale de uno de estos países, la humanidad estará en grave riesgo. Por eso seguimos en una tensa calma hasta que no se desnuclearice el mundo”, añade el politólogo.
Aunque por ahora América Latina no posee ningún arma nuclear desarrollada por sí misma, la doctora Cetto comenta que en algún momento sí podría tener la capacidad de crearla.
“Si se lo propone puede lograrlo, aunque le tomaría varios años. Según las estimaciones que se hicieron en el momento en que yo era directora adjunta del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), si se tiene una capacidad tecnológica instalada podría significar, quizás, al menos entre cinco y diez años. Por ahora, el papel de América Latina es el de un contrapeso”, señala la física, quien, en 2005, cuando la OIEA ganó el Premio Nobel de la Paz, era directora general adjunta del organismo.
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Mientras otros países intentan o no crear armas nucleares, un ataque con este tipo de armamento no puede descartarse por parte de Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China, las cinco grandes potencias nucleares, señala la doctora Cetto Kramis.
Actualmente, comenta, 1,800 armas están en estado de alerta y listas para usarse en cualquier momento. Y estas no son como las dos bombas que se lanzaron sobre las ciudades japonesas en 1945.
“La bomba que devastó Hiroshima liberó el equivalente a 15,000 toneladas de dinamita. Una bomba termonuclear moderna libera el equivalente de 1.2 millones de toneladas de dinamita, o lo que es lo mismo, 80 veces más que una de las bombas de la Segunda Guerra Mundial”.
Si un país lanza un ataque nuclear a Estados Unidos poco importa quién ataque primero, el otro también responderá y así se iniciará una conflagración. La devastación se extendería no solamente a América Latina, sino al resto del planeta derivado de la potencia que tienen estas bombas, explica la experta.
Ello terminaría con la vida como la conocemos ahora. “La radioactividad no conoce fronteras, eso se vio muy claro en el accidente de Chernóbil, otro ejemplo son los ensayos nucleares que se realizaron en el desierto de Nevada, Estados Unidos, hace décadas, cuando cayó lluvia radioactiva en el norte y noroeste de México. Hablamos de ensayos como de juguete en comparación con las bombas que se tienen ahora.
“Estas pueden acabar no solo con un país, pueden provocar una devastación en continentes enteros y la lluvia radioactiva se propagaría sobre todo el planeta. Por eso sigue siendo un problema grave de seguridad para toda la humanidad, porque las potencias tienen acceso directo a sus armas nucleares, un acceso casi inmediato”.
UNA COMPETENCIA POR LA SUPREMACÍA
La carrera nuclear es la competencia por la supremacía en el terreno de las armas nucleares. Se inició entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, a finales de la década de 1940 y principios de los años 50, aunque más tarde se sumaron Reino Unido, Francia y China.
Esta tuvo su origen en el proyecto Manhattan, que dio lugar a la primera bomba nuclear, desarrollada por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y usada contra los países del eje: Alemania, Japón e Italia.
Aunque las bombas se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki, se debe entender que en realidad el verdadero adversario de Estados Unidos era la Unión Soviética, señala la doctora Cetto Kramis, quien recuerda que en 1949 la Unión Soviética detonó su primera bomba nuclear, similar a una de las que había usado Estados Unidos en Japón cuatro años antes, “y a partir de ahí ambos países han gastado enorme cantidad de recursos en incrementar y modernizar sus arsenales nucleares y en desarrollar misiles con alcance cada vez mayor”.
No es casual, indica la doctora, en el contexto de la carrera nuclear, que en 1957 la Unión Soviética colocara el Sputnik en una órbita terrestre y que escasos tres meses después Estados Unidos usara su primer satélite —el Explorer Uno— como muestra de que estaban trabajando en todo lo que se requiere para un lanzamiento de más largo alcance.
A mediados de 1960, Rusia y Estados Unidos poseían suficiente potencial nuclear como para destruirse el uno al otro. “Aunque no conocían los detalles del arsenal del enemigo era claro que cualquier ataque nuclear por parte de uno u otro sería devastador para ellos mismos y, naturalmente, para otros países”.
Es por eso que otros países comenzaron a desarrollar su propio armamento nuclear. El primero fue Reino Unido luego de conseguir la materia prima que se requiere para fabricar el combustible. Francia se sumó en 1960 y se convirtió en la cuarta potencia nuclear. Finalmente, China en 1964 se convirtió en la quinta potencia nuclear a escala mundial.
“Eso marcó el inicio de lo que ahora se conoce como la ‘proliferación nuclear’, una carrera que ha continuado pese a los muchos llamamientos de organizaciones no gubernamentales y presión de otros países para no continuar con la nuclearización”, aclara la experta. “Aunque después de tres décadas comenzó un periodo de negociaciones entre las potencias, sobre todo entre Estados Unidos y lo que ahora conocemos como Rusia, todas culminaron con una serie de tratados de limitación y reducción de las armas. Sin embargo, han seguido modernizando su arsenal con diversos argumentos”.
Uno de estos es que, al quedarse sin armamento, podrían sufrir un ataque: “Han argumentado que las armas nucleares son necesarias para mantener la paz. Actualmente ya no se usa el término ‘carrera nuclear’, empero, sí continúa habiendo actividad de modernización y desarrollo de armas, y aunque ha habido ciertas reducciones de los arsenales, estas disminuciones han sido mínimas”, explica la doctora Cetto Kramis.
DESTRUCCIÓN MUTUA ASEGURADA
El maestro Zepeda Gil reitera que la desnuclearización es mucho más inteligente. Pone como ejemplo que, si algún país bombardeara Nueva York, el problema no solamente sería que cayeran residuos nucleares en México, sino que Estados Unidos respondería el ataque y la humanidad desaparecería en muy poco tiempo. El mundo padecería lo que se conoce como destrucción mutua asegurada.
“Todos los países del mundo están conscientes de que, si usan armas nucleares una sola vez, bastaría para acabar con el planeta. Por ello es preocupante, por la desaparición de la humanidad completa más que solo un país o un continente”.
Durante la Guerra Fría, explica Zepeda Gil, existía un miedo natural porque alguno de los dos polos usara armas nucleares, lo que se llama, en teoría de relaciones internacionales, un dilema de seguridad. Por ello, ahora la única manera de estar “seguros” es teniendo la certeza de que el otro no atacará. De esta forma, Estados Unidos y Rusia consideran un desarme nuclear, pero, al mismo tiempo, este no se logra al creer que si uno u otro se queda sin armamento será atacado.
“Justo lo que hizo Barack Obama, y la razón por la cual le dieron el Premio Nobel, es porque él hizo un tratado de desnuclearización donde Rusia y Estados Unidos se comprometieron a bajar su número de armas nucleares progresivamente.
“No obstante, el sistema de armas nucleares que hoy conocemos se crea en un contexto donde los países estaban al tentar de la guerra, pero ya entramos en esta nueva época donde países como México continúan presionando para la desnuclearización. En conjunto, América Latina ya tomó históricamente la decisión de estar de lado de quienes piden que se prohíba la proliferación de armas nucleares, y con esto ha contribuido a la pacificación”.
Hoy por hoy poseer armamento nuclear representa una amenaza para la humanidad entera y no solamente para un país. Bajo ese precepto, los promotores de la ONU crearon la Comisión de Energía Atómica con el propósito de eliminar las armas nucleares.
Sin embargo, esta iniciativa no prosperó porque ni Rusia ni Estados Unidos llegaron a un acuerdo sobre cuáles serían las bases para proceder a la eliminación. La idea murió y no se volvió hablar de ello.
Y aunque existe un Consejo de Seguridad de la ONU con el propósito de mantener la paz, sus miembros permanentes y los únicos que tienen poder de veto son precisamente las cinco potencias nucleares.
“En mi opinión debería de llamarse ‘consejo de inseguridad’ porque no se puede construir la seguridad sobre la base de la posesión de armas nucleares”, interviene Cetto Kramis. “En este momento uno de los dos miembros no permanentes es México, y siempre que participa en el Consejo es bastante activo, pero también se debe considerar que hay 50 países que nunca han sido miembros del Consejo de Seguridad y que sí han sido afectados por las decisiones de las potencias de la misma manera como todos los demás.
“Las potencias continúan en su misma posición para mantenerse a la vanguardia de esta carrera porque así demuestran su poderío militar, económico, político, y esto, a su vez, lo usan día a día para amenazar con represalias o incluso para someter a otros países.
“No todos los países pueden entrar en este juego. No todos pueden pertenecer al club nuclear porque se requiere de una cierta capacidad que algunos países han desarrollado y siguen manteniendo de manera importante, como lo es el desarrollo tecnológico, disponer de material radioactivo para poder fabricar combustible, además de plataformas para lanzar misiles, entre otros elementos”, comenta la científica.
Si bien las cinco potencias mundiales han suscrito el Tratado de no proliferación de armas, es porque les da permiso a ellos y a nadie más de poseer armamento nuclear y solamente se comprometen a disminuirlo, pero no a eliminarlo. Caso contrario con cualquier otro país que suscriba dicho tratado, al cual sí se le prohíbe poseerlas en su totalidad.
“Para cinco aplica la disminución, pero para el resto, la eliminación total. Además, las potencias tienen aliados que, aunque no han desarrollado la tecnología nuclear, sí almacenan armamento de Estados Unidos en su territorio y cuentan con personal para participar en su posible uso.
“La carrera nuclear no es cosa del pasado, todavía existe en el escenario. Solo hay que recordar la afirmación que hizo Trump en 2017, cuando externó que Estados Unidos debe de reforzar el armamento nuclear, de manera lapidaria pidió una carrera armamentista y aseveró que ellos superarían a todos los demás y sobrevivirían a todos los demás.
“Sin embargo, se sabe que si hay una conflagración nuclear no sobrevive nadie, sería el fin de la vida. Tal vez sobrevivirían algunos microorganismos que son más resistentes a la radiactividad o a los fuertes cambios del clima que produciría un ataque de este tipo”.
Al inicio de su gobierno, Joe Biden se dijo dispuesto a trabajar con Rusia en un nuevo tratado de reducción de armas estratégicas. No obstante, después advirtió que enfrentará el autoritarismo político, diplomático y nuclear de sus eternos rivales, Rusia y China. Sobre este punto, la doctora Cetto Kramis comenta que esos no son los mejores augurios.
Este no significa un avance hacia la desnuclearización, opina, y considera que se debe tomar en cuenta que hay 13,400 armas nucleares de las cuales el 90 por ciento se encuentran en posesión de Rusia y Estados Unidos.
Frente al actual panorama nuclear, la doctora Ana María Cetto Kramis reflexiona sobre la posibilidad de un holocausto nuclear, que depende de la estabilidad de la paz internacional.
Por ello, es tan importante la participación de América Latina en las negociaciones de paz, pero no una que como ahora “pende de alfileres”, sino una donde no haya tensiones ni conflictos a punto de estallar.
América Latina puede seguir jugando el papel de mediador porque es la única forma de disminuir la posibilidad de una guerra nuclear y el fin de la humanidad, opina.
Tres cuartos de siglo han pasado desde el bombardeo de Nagasaki y la amenaza nuclear sigue creciendo, añade.
“La posibilidad de que las armas nucleares se usen ya sea de forma intencionada, por accidente o error de cálculo es muy alta. Las armas nucleares se han modernizado y son más sigilosas, más precisas, más rápidas y peligrosas”, ha explicado Izumi Nakamitsu, subsecretaria general de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas.
Actualmente la relación entre los Estados poseedores de arsenales nucleares se caracteriza por la desconfianza, la falta de transparencia y la escasez de diálogo. Lo cual a diario aleja la endeble posibilidad de un desarme. N