AQUÍ no es Miami. Falsa liebre. Temporada de huracanes. A estos títulos ahora se suma Páradais, la nueva novela de la escritora veracruzana Fernanda Melchor, quien con esta reciente entrega muestra de manera hiperrealista la crudeza de una serie de violencias que suceden alrededor de un hecho sangriento.
El relato signado en Páradais (Literatura Random House) plasma la violencia feminicida de Franco Andrade y la vehemencia de Polo hacia las mujeres, así como el odio, el desprecio y las ansias por dominarlas tras venir de una profunda indefensión. Ambos son personajes en la novela, pero bien podrían ser los agresores y víctimas de una nota roja en algún medio de este país.
A estos hombres les gusta dominar, pero no ser dominados. Sin embargo, la autora no solo narra la violencia de género que aqueja a las mujeres en el país, Melchor también habla de otras manifestaciones de la violencia, como sucede con la brusquedad económica, es decir, la violencia laboral, la de los trabajos mal retribuidos, la que hay entre los mismos trabajadores, la del narco, la de una sociedad que ante la falta de oportunidades es empujada a una actividad criminal.
Este es el retrato de Páradais, una obra que tardó tres años en gestarse y donde las “pinceladas son muy precisas”, según cuenta la autora. La novela es una historia de violencias contadas en distintos ángulos y alegorías.
Fernanda Melchor proviene de uno de los estados con más altas complicaciones en el tema de seguridad. Viene de una familia disfuncional. Dejó de creer en las promesas tras tener un padre alcohólico. Creció queriendo ser escritora, aunque en Veracruz le fue difícil encontrar figuras de mujeres escritoras e intelectuales.
Es la primera mujer en su familia —de padre y de madre— que tiene una maestría. Es una mujer totalmente dedicada a una actividad intelectual y artística. Siempre ha sido una persona muy atraída por las historias de violencia, situación que durante mucho tiempo le avergonzó por preferir leer historias de terror hasta descubrir que su interés era saber cómo se recrea esta violencia.
“Siempre volteé hacia allá. Traté de contar estas historias hablando de las circunstancias que rodean un hecho, nunca el hecho tal cual. Mi programa era, justamente, hablar de lo que hay alrededor de la violencia cuando se cometen estos actos”, cuenta Fernanda en entrevista con Newsweek México.
—¿Esta es una novela que advierte por qué la normalización de la violencia lleva a la sociedad a perder empatía?
—Creo que es una lectura que puede hacerse, por supuesto. No sé bien si es mi intención, creo que difícilmente la literatura puede hacerse como una forma de cambiar la mentalidad de las personas. Creo que sería demasiado ambicioso pedirle eso a la literatura, pero es verdad que su lectura puede meter al lector en la mente de otras personas. Conocer otras realidades y, definitivamente, puede sensibilizar al lector respecto a otros temas.
—¿De qué manera nació Páradais?
—Algo que me intriga mucho, y es más existencial, tiene que ver con el momento en que una persona decide pasar de la fantasía a los hechos. Qué pasa, cómo sucede, cómo es. Si es como cruzar una línea. Es como iluminar una zona oscurecida. Es como transitar. Es como un proceso o es algo continuo. Me interesaba mucho. Es algo que, de alguna forma, no había abordado antes en mis libros. Fue por eso por lo que decidí escribir Páradais.
–¿Te causó terror describir estas violencias?
–Sí, por supuesto. Causa emociones muy fuertes. El proceso de una novela es muy largo, en lo personal sí me tardo alguito. Desde la primera idea que cruza mi mente, crear los personajes, los escenarios, la trama, en qué orden se va a contar. Lo último que me aparece es la voz, mientras tanto, hay todo un trabajo respecto a esos elementos.
“No creo ser una persona que se asuste con la violencia. Después de Temporada de huracanes fue un libro en el que me sumergí muy cañón en sentimientos y emociones que estaban dentro de mí y que proyecté hacia los personajes y que me dejaron muy alterada. Me metí a terapia, creo que después de haber estado en terapia ahora me es mucho más fácil escribir”.
—¿Qué provocó ese miedo?
—Sumergirme para dotar a los personajes de emociones. Son mías y yo las tengo que vivir. Es un periodo largo donde uno se construye una especie de intimidad en la novela. Es como un laberinto. Y la verdad es que en mis libros no siempre se sienten cosas padres, sino cosas gachas. Se siente ansiedad, miedo y desesperación, una emoción de la que se habla mucho en mis libros.
—¿Te trajo problemas crear personajes varones?
—No sé. Creo que dentro de nosotros existe un potencial para la violencia increíble, siempre. La violencia es parte de la condición humana y así como todos en algún momento podemos ser víctimas de una agresión, hay personas que somos más vulnerables y pienso en niñas, niños, mujeres, personas indígenas, personas de color, pero en realidad, todos podemos ser víctimas y en algún momento podemos ser victimarios y agresores. Todos tenemos esa capacidad.
“Más que meterme en la mente de los personajes, creo que muchas de las experiencias que consideramos sexuadas o de género, en realidad son universales. Hay cosas que son muy concretas, pero no es nada que a través de la empatía y la imaginación no podamos alcanzar. O sería imposible que escritores hombres crearan personajes mujeres muy reales, y lo mismo creo que pasa con las escritoras mujeres”.
–¿Qué hace que tu narrativa sea tan cruda para que los lectores se sientan atrapados por ella?
—Trato de no pensar en eso porque creo que lo más triste que le puede pasar a un escritor es convertirse en una fórmula. Imponer necesidades al trabajo creativo de uno tampoco es el camino correcto. Creo que hay muchos elementos, por un lado, escribo historias que marcan. Me gusta leer la literatura que no me deja indiferente. Me gusta la literatura intensa y fuerte que moviliza emociones, que me pone en contacto con cosas que me incomodan.
“Me gusta la literatura que me hace sufrir, pero le tengo un cariño especial a los libros que me impactan, entonces, creo que era natural que quisiera escribir libros así. Me gusta que les encanten mis libros o que no los puedan ver ni en pintura, eso está chido, pero que no deje indiferente a la gente”.
—¿Qué opinas de una administración que no se preocupa por la agenda de género?
—Es realmente preocupante, pero te voy a ser sumamente sincera, a mí no me extraña nada. Como ciudadana, desde muy joven, siempre partí del desencanto. Los hechos siempre hablan más que las palabras y pasa en todos los niveles. Parte de una visión tradicional. Es interesante cómo demuestra que para la clase política dominante las mujeres, más allá de sus palabrerías, seguimos siendo ciudadanas de segunda clase, que somos manipuladas, que nuestro testimonio no es confiable, que somos carne de cañón, somos daños colaterales.
“Me parece impresionante y me da mucho coraje, y si no luchamos contra eso, nadie lo va a hacer por nosotras. A lo mejor es una forma de darnos cuenta de que la cultura machista persiste en cualquier tipo de partido político y en cualquier inclinación ideológica. Es decepcionante, pero no me extraña”.
—¿Cómo pasarás el #8M?
Híjole, para mí siempre ha sido muy conflictivo. Por decisión personal no me manifiesto públicamente, pero apoyo mucho todo lo que sucede en la calle. Creo que dedicaré el día para tener contacto con mis lectoras, conversar de las cosas que nos interesan y participar con ellas. Más allá de promover libros, quiero conversar, platicar, escuchar y trabajar con ellas. Más que por ser mujer es porque mi trabajo me fascina y hacer comunidad es lo que quiero hacer ese día. N