UNA MULTITUD de personas se asomó a los ventanales de un comercio que había amanecido surtido de artículos de perfumería, en una mañana de inicios de noviembre, en la esquina del parque central de Santa Clara. Productos que hace más de seis meses no se vendían en ninguna tienda estatal de esta provincia.
La noticia del abastecimiento provocó el enorme tumulto pero la decepción no tardó en llegar: muchos de quienes se acercaron no pudieron siquiera entrar a comprar porque la tienda Burbujas había dejado de vender en una de las dos monedas nacionales que circulan en el país: el peso cubano convertible o CUC. Ahora solo era posible comprar con una tarjeta magnética asociada a una cuenta bancaria en dólares.
Así, de un día para otro, el establecimiento había pasado a engrosar la lista de las llamadas tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) a las que solo una parte de los cubanos, quienes reciben dinero del exterior, pueden acceder.
“Siempre que sacan lo que está en falta, como la pasta dental o el papel sanitario, se forma un bulto grandísimo y tienes que esperar al sol”, dice Yisel Martín, de 35 años, y maquillista por cuenta propia. “No todo lo que brilla es oro y en las tiendas estas no se puede decir que exista todo lo que uno necesita”.
Pese a la sorpresa de la gente, era algo que se veía venir pero de lo que no se tiene certeza sino hasta que ocurre. Todo empezó en octubre de 2019 cuando el gobierno cubano inauguró las tiendas en MLC pero solo para vender productos de gama alta como piezas de repuestos de automóviles y electrodomésticos. Luego, en julio pasado, anunció la apertura de estas tiendas para vender alimentos y productos de aseo.
Y la semana pasada, el presidente Miguel Díaz-Canel anunció que el país iba a unificar sus monedas, lo que implica la desaparición del CUC, una inevitable devaluación del peso y la inminente dolarización de la economía del país.
¿Con qué propósito? Recaudar las anheladas divisas para sostener el funcionamiento del Estado, paliar las sanciones impuestas por el gobierno de Donald Trump, que han impactado los ingresos estatales, así como los efectos de la pandemia que generó un descenso de divisas porque hizo desaparecer, al menos temporalmente, una fuente de ingresos fundamental para la economía: el turismo.
Además, había provocado el cierre de las fronteras y con ello la interrupción del flujo de dólares y otros productos que solían ingresar con los viajeros cubanos (sobre todo con las llamadas “mulas”).
Con los aeropuertos cerrados, el régimen cubano se propuso obtener los dólares que estaban en manos de los cubanos mediante la recarga de las tarjetas magnéticas pues el país se quedaba sin divisas imprescindibles para importar bienes. Así, algunas de las tiendas en CUC se convirtieron en comercios en MLC, desde mediados de julio.
Estas tiendas nacieron para distribuir productos importados no subsidiados por el Estado y, aunque sus altos precios siempre han sido criticados, su papel ha sido esencial para complementar la dieta y otras necesidades de los cubanos.
Tal vez sea el mayor esfuerzo del gobierno cubano por captar divisas en años recientes y que ha significado la proliferación de tiendas estatales en MLC y que ha provocado un enorme descontento social y la proliferación de un mercado negro de productos en CUC al triple de su precio de venta en dólares.
En la provincia de Villa Clara, estos establecimientos se han triplicado hasta llegar a 13, incluyendo la reciente apertura de la tienda Minimax Sandino. Otros comercios estatales como Las Avenidas, El Alba, La Orquídea, Galerías Parque, Praga, El Encanto, Los Framboyanes, Las Villas, Electro Hogar o Agua y Jabón también fueron convertidas en sitios exclusivos para comprar en dólares.
En los últimos meses, a medida que se agravaba la situación económica en el país, la venta en CUC había entrado en decadencia con cada vez menos productos puestos a la venta por el gobierno.
La mayoría de la población entendió que el propósito de los comercios en MLC era recaudatorio; su afán era que el Estado acumulara los dólares en manos de la población.
Pero, además, son los únicos lugares donde es posible comprar productos de primera necesidad, bajo los estándares cubanos, en medio de la escasez atribuida por el gobierno a décadas de embargo estadounidense, la política económica cubana y a sus propias medidas tomadas durante la pandemia del nuevo coronavirus, que han complicado el abastecimiento de alimentos y productos básicos.
“Hay algunas cosas que sí las puedes comprar cuando las sacan, porque son asequibles, pero esas se las llevan como pan caliente”, dijo Martín, la maquillista por cuenta propia. “Mucha gente piensa que quienes tenemos los dólares en la tarjeta estamos viviendo mejor, pero tampoco es así. Tener lo básico para vivir no es ser rico. A veces, ni siquiera alcanzan los productos para todos los de la cola. Ni teniendo dólares nos salvamos de las colas”.
MENTIRAS OFICIALES
Quienes no tienen acceso a los preciados dólares solo pueden acudir, una o dos veces al mes, a las pocas tiendas que siguen vendiendo en CUC, donde venden muy pocos bienes.
En julio pasado, el viceprimer ministro y ministro de Economía, Alejandro Gil, anunció el inicio de las ventas de productos básicos en MLC y explicó que sería una forma de recaudar dólares y, con ello, importar más alimentos y otros bienes que se venderían en CUC o pesos cubanos en beneficio de la mayoría de la población.
La medida buscaba “potenciar la oferta en moneda nacional”, según reportaron los medios oficiales. “En el actual escenario, no podemos tomar recursos del país (divisas) para importar alimentos de gama alta y venderlos en CUC”, dijo el ministro Gil. “Por tanto, los utilizamos para adquirir mercancías de la línea económica y ofertarlas en la línea económica”.
Sin embargo, nada de esto parece haber sucedido en Santa Clara a la fecha. Los ciudadanos no han visto cómo las autoridades utilizaron los dólares recaudados en las nuevas tiendas para aumentar la disponibilidad en el resto de comercios en CUC con alimentos y productos de aseo que escaseaban desde antes de la pandemia.
Lo que han visto, una y otra vez, es lo que sucedió en la tienda Burbujas: un establecimiento que antes vendía en CUC y estaba desabastecido desde hacía meses cierra y reabre con ventas en dólares.
COMIDA PARA HOY, HAMBRE PARA MAÑANA
El descontento social causado con estas medidas obedece a la desigualdad que propicia. Hay productos que muchas personas simplemente no pueden comprar, no por no tener el dinero, sino porque no disponen de dólares.
Hace poco menos de un mes trascendió en redes sociales una nota publicada en el periódico provincial de Guantánamo, Venceremos, con la cual se le daba respuesta a una lectora que pedía la retirada de las confituras de las vitrinas de las tiendas en MLC para evitar el llanto de los niños cuyos padres no disponían de una cuenta en divisas extranjeras.
A este malestar hay que sumar el que ha provocado la profundización del mercado negro, donde es posible encontrar en CUC los mismos productos que se venden en las tiendas en MLC al triple de su precio.
Yumié Corcho, una madre villaclareña que llevó a mediados de noviembre a su hija pequeña a un turno médico al Hospital Infantil de la provincia, relató cómo el mercado negro se ha convertido en la única solución para comprarle una caja de jugo a su hija.
“Tuve que comprarle un jugo a mi niña que me costó 120 pesos; (era) de los que antes vendían a 50 en las shoppings (tiendas en CUC) y que ahora nada más se encuentran en dólares. Pero yo no tengo dólares”, dijo Corcho. “Lo que más me duele es que mi niña vea las galletas dulces rellenas, y que su mamá no le pueda dar ese gusto porque no tiene dinero para eso”.
Desde la llegada de la pandemia, el gobierno empezó a imponer restricciones a la venta en CUC, limitando el número de productos que se pueden comprar. Pero en los últimos meses, con el auge de las tiendas en MLC, el acceso a estas medidas se ha endurecido aún más.
Lo que ha causado mayor alarma han sido las restricciones a la venta en CUC, aprobadas al mismo tiempo que se multiplicaban las tiendas en MLC.
Tomemos el ejemplo de la tienda Novedades, perteneciente a la cadena TRD Caribe, que controla el Ejército y que sigue distribuyendo productos en CUC en la ciudad.
Todo pareciera ser parte de la misma rutina: la extensa fila que se alargaba por toda la acera y la paciencia de la gente esperado. Pero ahora su funcionamiento es ahora totalmente diferente.
Ni la entrada ni la venta son libres. Ahora es necesario acudir en un día específico del mes, previamente establecido por las autoridades, en función del lugar de residencia de cada núcleo familiar.
La venta, además, está regulada por la libreta de racionamiento, de manera que está estrictamente limitada la cantidad de productos que se pueden adquirir.
Estas medidas traen recuerdos a la población del llamado Periodo Especial de principios y mediados de la década de 1990, cuando se impuso un racionamiento de casi todos los productos de consumo como el arroz, el azúcar, el café y el pollo, debido a la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), entonces principal socio comercial de Cuba.
Frente a la tienda Novedades, a pesar de un sol que arreciaba con fuerza, la gente amontonada en la cola esperaba con paciencia porque, de lo contrario, no podría alcanzar el pollo que le correspondía ese mes.
La entrada a la tienda se produce por “orden de llegada” y los 30 primeros de esa mañana se consolaron al saber que no habían madrugado en vano.
Quienes no tienen acceso a dólares no tienen más remedio que esperar a que, una o dos veces al mes, el gobierno les permita acudir a una tienda en CUC donde adquirir aquellos artículos que el régimen considera necesarios para sobrevivir 30 días.
Estos productos son un pomo de aceite, un tubo de pasta dental, una porción de picadillo o carne molida, dos paquetes de salchichas, dos de detergente, uno de pollo, dos jabones y un desodorante.
En contraste, un buen porcentaje de cubanos puede acceder a las tiendas en MLC cualquier día que esté dispuesto a pasar varias horas en la fila, y así acceder a los productos en venta.
Para comprar en las tiendas en CUC además se ha convertido en una suerte de trámite burocrático que a los cubanos les recuerda la época en que debían entregar el carné de identidad para adquirir pan con hamburguesa, en la década de 1990.
Para ingresar a las tiendas es necesario primero conseguir un ticket. Cada núcleo familiar tiene derecho a uno. Este trozo de papel, que se debe entregar al dependiente de la tienda, certifica que dicha persona tiene derecho a adquirir productos en un día específico.
Además de ese ticket, los consumidores tienen que presentar la libreta de racionamiento de su núcleo familiar, en la que quedará anotado que ya ejerció su derecho a comprar por ese mes.
Pese a la implantación de este estricto sistema, la población ni siquiera tiene la garantía de encontrar los productos básicos que necesita en la fecha fijada en el ticket: si en el día en que a un núcleo familiar le correspondió acudir a la tienda no hay pollo o jabón, tendrá que esperar semanas hasta tener de nuevo la oportunidad de comprar.
Para no generar falsas expectativas, las autoridades de la provincia han advertido a la población, que algunos artículos, tanto comestibles como de aseo, se venderían una vez al mes, mientras que otros solo estarían disponibles cada dos o tres meses.
Zoila Barrera, una santaclareña ama de casa que hacía cola en la tienda Novedades, aseguró que, cuando se entera qué día le corresponde comprar, ella procura llegar siempre “con la libreta en mano” antes de que abra la tienda.
“A las 7:00 ya hay gente esperando. La última vez que vendieron pollo no pude comprarlo porque no alcanzó, y eso que yo no tengo muchos quehaceres”, dijo. “Con el aceite casi nunca tengo problemas, aunque no me alcanza lo que dan para todo el mes; siempre tengo que comprar más por la calle (en el mercado negro)”.
DE PRIMERA NECESIDAD
Desde que las tiendas en CUC comenzaron a aplicar este sistema, los reclamos no han cesado. La población ha expresado su malestar por el horario de venta, que coincide con la jornada laboral, y que obliga a las personas a ausentarse de sus puestos de trabajo.
También ha generado críticas el hecho de que no se tiene en cuenta el número de miembros de cada núcleo familiar para la distribución de los productos. Cada libreta de racionamiento que se presente ofrece el derecho a comprar la misma cantidad de alimentos, sea cual sea el tamaño de la familia.
A todo ello se suma el problema de los precios, que fue siempre una de las quejas principales sobre la venta de productos en CUC. Un paquete de pollo entero, por ejemplo, puede llegar a costar 5,90 CUC, el equivalente a casi 150 pesos cubanos, la mitad de la pensión de muchos jubilados. Otros módulos (paquetes) compuestos por champú, acondicionador, detergente y desodorante pueden alcanzar un precio superior a los 250 pesos, un tercio de un salario mensual para muchos trabajadores estatales.
Muchas personas mayores y otras con bajo nivel adquisitivo “compran uno o dos de los artículos a los que tienen derecho, y otros los dejan en el establecimiento porque no les alcanza el dinero, no porque no les haga falta”, dijo un dependiente de una tienda en CUC en el reparto José Martí de Santa Clara y quien pidió el anonimato por temor a represalias.
Los productos que sobran no se pueden traspasar o reasignar a otro núcleo familiar que los necesite. Así, algunas mercancías que no se han vendido en estas tiendas no han sido adquiridas por familias porque, más que una necesidad, constituyen un lujo para muchos cubanos.
En los meses de agosto y septiembre, por ejemplo, en la tienda Novedades se comercializó un módulo (paquete) de un frasco de ambientador, otro de suavizante de ropa al precio de 12 CUC o 288 pesos y un líquido para desatascar las tuberías.
Otro de los problemas más denunciados por la población es que no todas las tiendas en CUC ofrecen los mismos productos ni con la misma frecuencia.
En la práctica, ha existido una diferencia entre las zonas de la ciudad a las que les corresponden un comercio de la cadena Cimex o una TRD. A veces, unas disponen de productos de aseo, pero carecen de cárnicos. En otras, sucede lo opuesto: están abastecidas de desodorante, pero no de salchichas.
“Lo mejor sería que le vendieran a todos lo mismo, pero no pasa así”, dijo Marlenis Toscano, quien reside fuera de Santa Clara, pero como pertenece al núcleo familiar de sus padres, en esa ciudad, debe comprar con la misma libreta que ellos. “Tengo que venir desde (el poblado de) San Diego hasta Santa Clara a comprar lo que me toca el día que me digan y repartirlo muchas veces entre dos casas porque allá, por ejemplo, venden menos productos que aquí”.
Pero si hay algo sobre este nuevo sistema que ha generado malestar es que junto a todas estas restricciones, dificultades y carencias para abastecerse de productos en CUC, ha proliferado la venta en MLC.
Mientras quienes reciben divisas del exterior tienen la posibilidad de “surtirse” en ambos tipos de tiendas, pues no han perdido su derecho a comprar en CUC, el resto de la población debe estirar los salarios y mantenerse en vilo para no perder el día dispuesto para su compra racionada.
UN NUEVO ESPECTÁCULO
Quienes tienen acceso a remesas del exterior no son pocos en Cuba. Una reciente encuesta realizada por académicos alemanes concluyó que de una muestra de 1.049 cubanos distribuidos por todo el país, un 56 por ciento recibía dinero de familiares o amigos desde el extranjero.
Por ello, cuando en julio las autoridades decidieron introducir la venta de productos en dólares, muchas de las personas que recibían dinero desde el exterior vieron la medida como un alivio.
Pero quienes reciben remesas también pensaron que, precisamente por esto, las nuevas tiendas al fin podrían a la venta los productos básicos que llevaban meses escaseando en el país.
Vender productos en una moneda extranjera, a la que no todos tienen acceso, era muy impopular, pero después de meses de colas, carencias y prolefiración del mercado negro, para algunos era también esperanzador, aunque no suficiente.
“Eso no alcanza para muchas cosas, pero cuando nos decidimos a venir, siempre nos llevamos algo que nos hace falta, sobre todo el refresco de lata, el champú y los pampers (pañales) para mi nieto. Allá en el campo hay menos que aquí”, dice Roberto Gil, un campesino residente de Camajuaní, a 25 kilómetros de Santa Clara, que tiene que venir a la cabecera provincial y dedicar casi todo el día a la compra.
“Ahora la ves llena (a la tienda Minimax) de cosas porque la acaban de abrir, pero la semana que viene seguro que ya no queda nada. Por los cristales se ven las manzanas. Mucha gente está aquí para las manzanas, porque las quieren para fin de año. También hay sazones de todo tipo y café, pero dicen que desde ayer había una lista de gente anotada marcando para entrar”, agregó.
Al principio, la expectación y la escasez era tal que a las puertas de las nuevas tiendas no se agolpaban solo quienes sí tenían una cuenta bancaria en dólares, sino cientos de otras personas.
En Santa Clara, como sucedió con Burbujas, ha sido común ver las tiendas en MLC repletas de curiosos asomados a las estanterías. La apertura de cada nuevo comercio en dólares se convirtió en un espectáculo en el que los ciudadanos podían ver los productos que desde hacía meses había sido casi imposible encontrar.
Los nuevos comercios, en parte, cumplieron con las expectativas creadas. En ellos casi siempre es posible adquirir cárnicos, jabón, perfumes o pastas alimenticias.
“Al principio estaban mejor surtidas”, dijo Julio Rodríguez, de 56 años, un santaclareño que hacía cola desde temprano en la céntrica tienda Praga para comprar refrescos y aderezo, los productos más asequibles en venta. “Yo vengo casi todos los días y no siento que la oferta sea tan amplia para lo que prometieron. Siempre hay colas, porque la gente está tratando de garantizar las confituras, la cerveza y la carne para el fin de año”.
Pero si quienes disponen de dólares no están del todo satisfechos, quienes no reciben remesas y solo viven de sus salarios en moneda nacional permanecen mucho más tensos: cada vez disponen de menos opciones para comprar.
Cuando las autoridades anunciaron en julio que serían cuatro las tiendas en MLC en toda la provincia de Villa Clara, lo que omitieron es que ese número se multiplicaría poco después. N