Las transacciones de comercio justo tienen en cuenta todos los costes de producción, la protección de los recursos naturales y las necesidades de inversión futuras.
LA GRAN MAYORÍA de los países de América Latina aún tienen el honor de contar en sus territorios con comunidades indígenas. Sin embargo, en la mayoría de los casos los procesos de modernización las han dejado rezagadas, por lo que se han convertido en poblaciones con un desarrollo económico lento, con bajos índices de desarrollo humano y con pocas posibilidades de acceder a oportunidades justas y de igualdad.
Ante ello, cada vez más empresas se han sumado a la estrategia de enfocar los esfuerzos en potenciar el trabajo de los artesanos indígenas y exponer no solamente su labor manual, sino toda la cultura que gira alrededor de su trabajo con los ojos puestos en mercados nuevos y diversos dentro y fuera de sus países. En otras palabras, fomentar el comercio justo.
Impulsada de manera organizativa por vez primera en la década de 1960, esta práctica es, de acuerdo con una definición de la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO, por sus siglas en inglés), una relación de intercambio comercial, basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional.
El desafío de este ejercicio es contribuir al desarrollo sostenible al ofrecer mejores condiciones comerciales y asegurar los derechos de los pequeños productores y trabajadores marginados.
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Este organismo, que aglutina a 324 organizaciones en 70 países, explica que la pobreza y la privación limitan las opciones de las personas y que las fuerzas del mercado tienden a marginalizarlas y excluirlas todavía más. Eso las hace vulnerables a la explotación, ya sea como agricultores y artesanos en unidades de producción familiares (productores) o como trabajadores contratados dentro de empresas más grandes.
Como es bien sabido, una gran víctima del comercio mercenario está representada por las comunidades indígenas, cuyo trabajo enfrenta muchos obstáculos, pues para nadie es un secreto que el fruto de su labor, llámese artesanal, de producción o, incluso, de cultivo, es retribuido con pagos bajos y tratos desfavorables.
SOLUCIONES INMEDIATAS
En México, por ejemplo, una encuesta del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública calculó que existen alrededor de 2 millones de personas dedicadas al trabajo artesanal, pero de estas, el 75 por ciento ha tenido que buscar una fuente adicional de ingreso, pues lo que recibe por su labor le es insuficiente para satisfacer sus necesidades básicas.
Ello inevitablemente ha llevado a que se pierda mucha de la tradición artesanal entre generaciones. Por eso, brindarles opciones de comercio justo que les permitan obtener ingresos constantes y suficientes es una solución inmediata para asegurar que esa parte de la cultura de cada país no se pierda.
Uno de los principios esenciales del comercio justo, indica la WFTO, es el acceso al mercado de los pequeños productores, pues muchos quedan excluidos de los mercados de gran consumo o solo acceden a estos vía redes comerciales lentas e ineficientes. Este acceso permite a los compradores comerciar con productores que de otra manera quedarían excluidos de los mercados y ayuda a reducir la cadena comercial para que los productores reciban un precio de venta final de sus productos superior al del comercio convencional con intermediarios.
La base económica de las transacciones en las relaciones de comercio justo tiene en cuenta todos los costes de producción, tanto directos como indirectos, incluyendo la protección de los recursos naturales y las necesidades de inversión futuras. Y los precios y las condiciones de pago, incluyendo anticipos donde se requieran, se determinan por la evaluación de estos factores más que solo por referencia a las condiciones del mercado.
La aplicación de los principios esenciales de este comercio, añade el organismo, depende de un compromiso de relación de intercambio comercial de largo plazo con los productores, basada en el diálogo, la transparencia y el respeto. Las transacciones existen dentro de un “contrato social” implícito en el que los compradores y consumidores finales aceptan hacer más de lo que sería de esperar en el mercado convencional, por ejemplo, pagar precios justos, proporcionar prefinanciación y ofrecer apoyo para el desarrollo de capacidades. A cambio, los productores utilizan esos beneficios para mejorar sus condiciones sociales y económicas. Y es que el comercio justo no es caridad, sino una asociación para el cambio y el desarrollo a través del comercio.
COMPRENDER LOS DESAFÍOS
Como es posible imaginar, existen importantes desafíos a vencer para iniciar un proceso comercial con las comunidades indígenas. Y estos retos deben ser plenamente comprendidos por toda aquella empresa que desee distribuir los productos generados por estas poblaciones.
Además de barreras como el lenguaje, hay adversidades relevantes que los artesanos enfrentan y que dificultan su inclusión en las cadenas de comercio. Por ejemplo, en México muchas comunidades indígenas enfrentan el problema del clima, pues trabajan en los patios de sus casas, al aire libre, para tener mejor iluminación, y si por ejemplo comienza a llover o hace mucho frío, los artesanos batallan para cumplir a tiempo con las entregas.
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Asimismo, muchas casas no cuentan con luz eléctrica o con instalaciones lo suficientemente iluminadas, además de que la misma técnica tradicional que utilizan, como el telar de cintura, en ocasiones les exigen un amplio espacio que encuentran solo fuera de su vivienda. Estos factores, que para la empresa podrían no ser determinantes, para los artesanos sí tienen un impacto en sus tiempos de entrega y es todavía un reto poder compaginar estas mentalidades en una línea de producción.
Además, aunque estas comunidades tienen amplia experiencia en la generación de productos, no la tienen en incluirlos en el mercado moderno. Ello se traduce invariablemente en ventas con ganancias menores a las deseadas, poca valorización de su propio trabajo artesanal y el lamentable regateo al que estamos acostumbrados en muchos países.
Por ejemplo, el bordado a mano de una blusa tradicional chiapaneca puede tomar hasta una semana de trabajo constante. Sin embargo, el producto termina vendiéndose en menos de 400 pesos, lo cual desvaloriza tremendamente el trabajo. Este es uno de los principales retos del comercio justo, enseñar a los artesanos a tabular, costear y poner un precio riguroso a su trabajo.
Por ello, manifiesta la WFTO, el comercio justo ha liderado el camino para animar y dar la posibilidad a los consumidores de tener en cuenta las consecuencias sociales, económicas y medioambientales de sus compras. Mientras que otras iniciativas de compra ética se han ido desarrollando para responder al interés creciente, el comercio justo goza del mayor apoyo por parte de los productores como de los consumidores. El movimiento es consciente de la confianza que le ha otorgado el público y está comprometido con el desarrollo y la promoción de altos estándares de integridad, transparencia y responsabilidad de rendir cuentas para mantener y proteger esa confianza.