Las y los mexicanos, al igual que todos los países, vivimos crisis covid-19. Todos los problemas reclaman actuar, los colectivos con mayor impulso. La participación y deliberación de todas y cada uno será el reflejo de decisiones democráticas en Proceso Electoral 2020 – 2021, concurrentes, en ese mérito las decisiones reclaman serenidad, libertad, trasparencia, sobre todo que sean positivas. La serpiente amenazante de la pandemia, por ahora, nos rebasa en capacidades científicas, médicas, clínicas, depresión, económicas en sentido superlativo…, la esperanza está en decidir quiénes representarán al pueblo en los gobiernos que integran el Estado Mexicano para hacer frente a la endemia, es la ruta más adecuada para encontrar las respuestas propias de la diversidad y el pluralismo propio de la política.
La política, es debate, diálogo, discusión, opiniones, … que no se impongan en posverdades, sino en capacidad de escuchar y argumentar con ética cordial, en el tsunami de las dudas y las opciones. Conocimiento es un deber de los actores, para darle fuerza estética a la manifestación. Las respuestas a los problemas sociales es el alma de la política, encontrar los consensos adecuados es clave democrática, se muestra en la voz de los gobiernos para poner en práctica las soluciones a las contradicciones, alejadas de las ideologías partidistas. Los políticos son las personas que integran la sociedad, nadie más, es el pueblo el que ejerce la política, por vía de líderes de los que está partido, las maneras de ver e interpretar el mundo; y, por supuesto los gobernantes electos para servir a quienes los eligieron. Empero, no es franquicia, el pueblo manda y los electos obedecen.
Pareciera que la pandemia nada tiene que ver con la política, ¡tiene que ver… y mucho!, es la política el escenario para los diálogos de las capacidades para superar las crisis, es el dialogo la manera de desvelar las limitaciones de los políticos. Las decisiones políticas alinearon las reglas del juego, la inteligencia que administra los triunfos y las derrotas de la competencia por el poder público. Las decisiones políticas impulsan disrupciones que fortalecen las instituciones, así diseñaron el sistema de salud, en él encontramos sus límites. La política señala con fundamento y motivo las preminencias sociales; las instituciones constituyen el espacio público en las que se actúa de manera pública, ética, moral, razonada. Las instituciones públicas, autentico patrimonio del pueblo, son la vacuna más eficaz para desarrollar la vida compartida. El algoritmo es inconmovible, se pueden reformar, mejorar, rotar, menos sustituirlas, las instituciones dan respuesta en actos de gobierno a las demandas populares en la medida de lo posible.
La ética ciudadana tiene el rostro de la cordialidad, es decir, el respeto del Otro, la consideración de la otredad es esencial, en esta base se instala la realidad concreta y la inventada, la ética señala los límites. La competencia política, la confrontación de las ideas emanan las ayudas para hacer frente a las dificultades. La política certifica los diálogos, los entramados de normas, son auxiliares constitucionales que previenen y señalan a quienes hacen de las dificultades crisis institucionales.
El reto, no es sencillo, se trata de crear las condiciones propias de un nuevo mundo en el que se debata el tema Covid-19, su presente y futuro. Se requieren decisiones democráticas concretas, están en juego axiologías y espacios; la calidad del debate de la Soberana Representación Popular, casa de la pluralidad, espacio de juicios y opciones políticas, se detonará las nuevas reglas para el mundo de la vida que aún no nace y deberá surgir para proteger la vida, la sostenibilidad económica, salvaguardar la dignidad, el respeto a la autonomía y la eficacia, el respeto irrestricto del orden público. Nadie tiene razón, ni derecho, a sembrar el miedo a las urnas. Coahuila e Hidalgo son ejemplo de participación y cuidado sanitario.
Los valores que distinguen a la política es el respeto a quien es posible tenga razón, a la argumentación lucida, coherente, para los consensos y decisiones que fortalecen las políticas públicas, informadas, razonadas, responsables. Es decir, el elegido para representar al pueblo primero y esencialmente construir leyes que den sustento a las políticas, pero nunca deberá convertirse en litigante partidista.
El reloj de la dignidad política señala la hora de actuar con pedagogía pública para razonar y explicar las decisiones. Para integrar en las medidas el máximo de aportaciones y evitar que algunas pasen desapercibidas. Para garantizar que quien decide lo hace sometido al control y a la presión del otro. Para vigilar el uso intenso y responsable de lo público. De la crisis saldremos gracias a lo público, a las decisiones políticas. Pensar y actuar con espíritu innovador, disruptivo, no es fácil, depende del carácter que se le otorgue a la responsabilidad del diálogo y la controversia, el inexcusable respeto por el otro.