La pandemia de coronavirus parece haberse ensañado con los Díaz, una familia peruana de clase media que perdió a cinco miembros, mientras otros cuatro permanecen hospitalizados.
“Lo que nos ha caído a nosotros es como una pesadilla, la verdad esto no se lo deseo a nadie”, dice a la AFP Juan Díaz, un profesor de 58 años.
El COVID-19 le arrebató en las últimas semanas a su padre Cecilio Díaz, de 80 años, a su madre Edith Leyva (77) y a sus hermanos Ernesto (54), Maribel (53) y Willy (42).
Los cinco fueron sepultados en el mismo cementerio en Lurín, un distrito rural del sur de Lima, pero pocos pudieron acudir a los sepelios debido a las restricciones por la emergencia sanitaria.
“Éramos siete hermanos, como los días de la semana, pero ahora hemos perdido a tres”, se lamenta Juan, quien también se enfermó de coronavirus, igual que su esposa y su hija.
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Antes de ser diezmados por el temido virus, 17 miembros de la familia Díaz vivían en una casa multifamiliar de cuatro pisos de ladrillos en Chorrillos, un populoso distrito costero del sur de Lima.
En esa casa celebraron su última fiesta familiar, cuando Cecilio cumplió 80 años, el 22 noviembre, sin imaginarse entonces que pronto vivirían una pesadilla.
Además de los cinco decesos, cuatro miembros de la familia permanecen ahora internados en la Villa Panamericana, que después de hospedar a deportistas de todo el continente en los Juegos de Lima 2019, fue habilitada como hospital de emergencia por la pandemia.
Perú es el tercer país en América Latina en cantidad de muertos por coronavirus (25,648), detrás de Brasil y México; y es segundo en número total de contagios (507,996), después del gigante sudamericano, según cifras oficiales.
“No sabemos cómo llegó el virus”
La tragedia de la familia Díaz empezó el 24 mayo, con la muerte de Ernesto, quien era fiscalizador de la municipalidad de Chorrillos, relata Juan.
“Mi hermano menor falleció hace dos meses, después de él falleció mi papá y a la semana fallece mi hermana, quien fue su enfermera de cabecera. Y después de una semana más (muere) mi mamá y el último de mis hermanos”, explica.
“Hemos quedado destruidos completamente, ahora nos toca reconstruir a la familia con los que quedan”, agrega Juan, quien estuvo hospitalizado 15 días en la Villa Panamericana.
Juan abraza emocionado un cuadro con las fotografías de sus padres en una sala de su casa. No solo siente mucha tristeza por haberlos perdido, sino porque no pudo asistir al entierro de su mamá.
Los Díaz ignoran cómo llegaron los contagios.
“No sabemos cómo se metió el virus en mi casa, pero el primero en caer como víctima letal fue mi papá”, dice a la AFP el hijo del difunto Ernesto Díaz, quien se llama igual que su padre.
De 32 años, Ernesto hijo explica que dos semanas después se enfermó él y su abuelo Cecilio, quien era diabético. El anciano falleció el 11 de julio en un automóvil mientras era llevado al hospital Edgardo Rebagliati del Seguro Social.
“Todos somos asegurados, pero no hemos encontrado apoyo en el seguro”, reclama Juan.
Luego, el 18 de julio, falleció Maribel, quien sufría de asma y había atendido a su padre.
La madre, Edith, y el hijo menor, Willy, fallecieron el 28 de julio, día en que Perú conmemoraba -sin fiestas debido a la pandemia- el aniversario de la independencia.
“Mi abuela falleció por su estado de gravedad en la Villa Panamericana y mi tío en el hospital de Collique, en Comas”, en el norte de Lima, relata Ernesto.
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“La vida continúa”
En la casa familiar, donde celebraron esta semana una misa virtual en memoria de sus seres queridos, conservan fotografías de ellos y en una pared se lee: “Siempre estarán en nuestros corazones”.
En las últimas semanas cinco miembros de la familia fueron dados de alta del hospital, pero otros cuatro aún permanecen en la Villa Panamericana.
La tragedia también ha tenido un profundo impacto económico en la familia, dice Ernesto.
“Ha sido una tragedia horrible para mi familia, nos ha dejado prácticamente en la bancarrota. Hemos tenido que romper los chanchitos (alcancías) que no habían, préstamos y ayuda de amigos para poder solventar la enfermedad”, explica.
“Ahora queremos volver a la normalidad, quizá nunca va a llegar, pero seguir adelante porque la vida continúa”, agrega.
La hija de la fallecida Maribel, Julissa Navarro Díaz, de 32 años, salió esta semana del hospital, tras luchar tres semanas contra la enfermedad.
“Es algo impactante porque no solo mi mamá partió, sino mis abuelos, mis tíos. La recuperación ha sido un poco lenta por las emociones que hemos tenido. Despedirlos con una foto o ver la carroza fúnebre fue muy triste”, indica Julissa a la AFP.