La diputada Rocío Barrera Badillo (Morena), presidenta de la Comisión de Gobernación y Población, impulsa una iniciativa para expedir una nueva Ley General de Población, y abrogar la de 1974. “La política poblacional requiere una profunda transformación que vaya desde garantizar fehacientemente el derecho a la identidad de cada una de las personas que integran la población en México, hasta la atención de los fenómenos que la afectan, con el fin de fortalecer la capacidad de resolver y anticipar los impactos del cambio demográfico en el desarrollo del país”, indicó en un comunicado.
Dijo que los temas que no están garantizados a plenitud en la actual Ley General de Población son: derechos de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes; envejecimiento y su protección social; acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva; igualdad de género; migración internacional y protección de los migrantes; desigualdad territorial, movilidad espacial y vulnerabilidad ambiental; derechos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, y combate a la discriminación racial.
Naciones Unidas señala que entre los derechos sexuales y reproductivos están los de decidir libremente respecto de la reproducción, es decir, de manera informada, libre de presión, discriminación y violencia, si se desea o no tener descendencia; cuánta y el intervalo de tiempo entre los nacimientos; anticoncepción de emergencia; educación sexual y reproductiva; interrupción del embarazo y contar con atención en temas de fertilidad (reproducción asistida). Lo anterior contraría el Tratado de la OEA sobre derechos humanos suscrito por México en su artículo 4 y vulnera la soberanía de los Estados para decidir si legalizan o no la interrupción del embarazo, de acuerdo con la jurisprudencia de la Suprema Corte de la Nación.
Entre las políticas de la iniciativa se incluyen prevención del embarazo adolescente, erradicación del embarazo infantil y atención al desplazamiento interno forzado, así como envejecimiento poblacional y la migración nacional e internacional. En el Programa Nacional de Población 2019-2024 se requiere identificar las demandas sociales y económicas derivadas del cambio en la estructura por edad y sexo de la población y contribuir al pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
Igualmente, además de incrementar la cultura demográfica y asegurar las bases de coordinación interinstitucional e internacional para formular y conducir la política de población. Programa de capacitación institucional a los Consejos Estatales de Población (Coespo) y organismos equivalentes para la implementación de la política de población, a través del seguimiento a la agenda internacional en materia de población y desarrollo. Es decir, que los Estados adopten la política de control natal, que antes era asumido por la Federación. Más trabajo, mayores violaciones a sus derechos humanos y pérdida de soberanía para los estados que conforman el pacto federal. Mal negocio, porque además cada Estado tiene características distintas en materia de población; no se puede uniformar como en China y la India el control poblacional; cada país tiene situaciones distintas y diferente cosmovisión que no se puede imponer desde un organismo internacional.
¿DISMINUCIÓN DE LA SOBERANÍA?
México está a punto de superar su umbral hacia abajo para mantener el mismo nivel de población de 2.1 hijos por mujer (el promedio es de 2.2, al que hay que reducir las víctimas de la violencia, del COVID-19 y del hambre). El número de hijos ha bajado estrepitosamente desde los años 1970, cuando estaba cercano a 5, y Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional condicionaron los préstamos a México a la adopción unilateral de medidas de control natal, vulnerando la soberanía mexicana. Esta ley vuelve a reconocer esta disminución de soberanía, en un momento en que, como dice la propia iniciativa, hay que adaptar la política demográfica “con el fin de fortalecer la capacidad de resolver y anticipar los impactos del cambio demográfico en el desarrollo del país”. Anticipar los impactos del cambio demográfico llevan necesariamente al estímulo del crecimiento de la población y a la fuerte inversión en su educación y su salud, para que México sea un país competitivo, con mejor nivel de vida. En ese sentido, la iniciativa es también retrógrada y desconoce la tendencia del cambio demográfico en nuestro país.
En los años 1960, las previsiones catastrofistas sobre el exceso de población crecían de un modo incontrolado. En 1968 se publicó The Population Bomb, libro en el que Paul Ehrlich anunciaba el inminente colapso de la humanidad, incapaz de alimentar a su población. El libro del biólogo de Stanford se convertiría en la biblia de los predicadores del control de población, apoyados con millones de dólares aportados por fundaciones y organismos internacionales. Cincuenta años después, la población mundial ha seguido creciendo y está mucho mejor que entonces. Según las voces pesimistas de entonces, la humanidad estaba al borde del abismo por tres amenazas. La primera era la escasez de alimentos frente al rápido aumento de la población: como la superficie de las tierras cultivables es limitada, el desbordamiento demográfico llevaría a una hambruna sin precedentes. El mismo Ehrlich aseguraba que la batalla por alimentar a la población mundial estaba ya perdida entonces, y que en la década de 1970, cientos de millones de personas morirían de inanición. La India era ya un caso de país irrecuperable, que nunca sería autosuficiente en alimentos. Todos los indicadores básicos del bienestar muestran una evolución positiva en las últimas cinco décadas.
Después vino “la revolución verde”, de Norman Borlaug, que multiplicó la productividad agrícola, y más tarde los cultivos transgénicos. Gracias a estas innovaciones, aunque la población mundial se ha duplicado, la producción de alimentos per cápita ha superado de manera constante y significativa el crecimiento de la población.
Aun así, la FAO estima que todavía hoy unos 800 millones de personas sufren desnutrición crónica, cifra que no ha variado mucho a pesar del aumento de la población. En países que son autosuficientes en producción alimentaria, hay gente que pasa hambre, pero por falta de poder adquisitivo. En otros el problema es la guerra o catástrofes naturales. Según el último informe sobre seguridad alimentaria, presentado por la FAO este año, en 10 de los 13 países más afectados por la escasez de alimentos hay enfrentamientos armados. En otros, el problema es la mala gestión política, como en la Venezuela chavista.
EL PROBLEMA DE LA CARNE
Lo que ha cambiado también es el tipo de problemas alimentarios, entre ellos, el aumento del consumo mundial de carne, un problema de ricos. Se acaba de publicar en la revista Science el mayor estudio internacional sobre el impacto de la ganadería en el medio ambiente, basado en los datos de casi 40,000 granjas de 119 países. El estudio, dirigido por Joseph Poore, de la Universidad de Oxford, concluye que mientras la producción de carne y lácteos proporciona el 18 por ciento de las calorías y el 37 por ciento de las proteínas de la alimentación humana, utiliza la gran mayoría de las tierras agrícolas (el 83 por ciento) y provoca el 60 por ciento de las emisiones de efecto invernadero causadas por la agricultura (The Guardian, 31-5-2018).
La segunda amenaza que señalaban los agoreros de los años 70 era el agotamiento de los recursos. El libro apocalíptico sobre el tema fue Los límites del crecimiento. Informe al Club de Roma (1972), realizado por expertos del MIT (Meadows y otros) y que vendió la asombrosa cantidad de cuatro millones de ejemplares en todo el mundo. Su tesis principal era que, si el incremento de la población mundial y la explotación de recursos naturales se mantenían al ritmo de entonces, los recursos se agotarían antes de cien años. Según sus cálculos, a estas alturas de 2018 ya se nos habrían acabado el aluminio, el plomo, el cobre, el petróleo, el zinc, el estaño… Como solución proponían un “crecimiento cero” o “estado estacionario” de la economía y de la población, para no agotar los recursos.
El diagnóstico de Los límites del crecimiento venía avalado por ese respeto mítico que entonces tenían los primeros programas de simulación por ordenador. Pero si algo hemos aprendido en el medio siglo posterior son los límites de las predicciones. No solo seguimos teniendo petróleo o aluminio, sino que en ciertos recursos tenemos más que en 1972.
Y es que las previsiones basadas en el concepto de reservas conocidas de un recurso natural son engañosas por dos razones. Primera, porque la cantidad de reservas nunca es fija, ya que los recursos se buscan y se encuentran cuando son necesarios. Segunda, porque, aunque se conozca la cantidad de reservas, el inventario actual no dice lo que se podrá utilizar en el futuro, lo que depende del precio que alcance el recurso. Así, el aumento del precio de los combustibles sólidos puede hacer rentable la extracción de gas y petróleo por fracking.
En un mundo que siempre había considerado el crecimiento económico como un signo de progreso, la recomendación del “crecimiento cero” fue polémica. Pronto se vio que bastaba hacer cambios mínimos y realistas en las hipótesis para que el modelo diera conclusiones más optimistas. Por otra parte, también hemos aprendido a utilizar los recursos de manera más eficiente, como se ha visto en las medidas de ahorro de energía. Y el recurso más inagotable es la inventiva humana, que siempre descubre nuevas posibilidades donde antes no las veíamos.
¿EL PROBLEMA ES AMBIENTAL?
Como ni las hambrunas ni el agotamiento de los recursos se han cumplido, el maltusianismo ha acentuado más bien la tercera línea argumentativa: la progresiva degradación de la naturaleza. El cliché típico occidental transmite la imagen de un mundo desarrollado, con una natalidad “civilizada”, frente a un tercer mundo con una natalidad desbordante, que le impide salir de la pobreza y le fuerza a esquilmar el medioambiente. La “capacidad de carga” del planeta para sostener a su población estaría llegando al límite. Desde este punto de vista, el control de la natalidad se convierte en el principal objetivo, teñido de acentos ecologistas de respeto a la naturaleza, o de defensa feminista de los “derechos reproductivos”, aunque en la práctica se trata de que no se reproduzcan tanto.
En realidad, el problema ambiental no es tanto el número de habitantes como su nivel de consumo. Para los países del norte rico, señala Hervé Le Bras, denigrar la exuberante natalidad de los pobres “es un modo cómodo de no cuestionar su propio modo de vida y su consumo. Al incriminar a los países del sur porque tienen más hijos, los países ricos les dicen en realidad que no tienen derecho a contaminar y a consumir como nosotros lo hemos hecho”. Esta percepción ha condicionado las negociaciones internacionales para luchar contra el calentamiento global. Se comprende que los países, como China e India, que quieren dejar atrás la pobreza, exijan a los países ricos que proporcionen los recursos económicos para que la defensa del medioambiente no sea a costa de su desarrollo.
Este enfoque que perpetúa la distinción entre el norte rico y el sur pobre pierde de vista que la división entre países desarrollados y subdesarrollados no es estática. Hace 50 años nadie hubiera considerado a China como una potencia económica mundial, y hoy lo es. Con el paso del tiempo, cada vez hay más países de clase media, que han franqueado un umbral mínimo de renta y de desarrollo.
La iniciativa arriba mencionada vulnera los derechos humanos de los mexicanos, pues les impone o presiona para que determinen su número de hijos, lo que va contra la Constitución. Que además busca la disminución de la población, cuando México ya superó su bono demográfico y ahora va camino de convertirse en un país de gente adulta. El 50 por ciento de la población educada es la causa del 50 por ciento del desarrollo; lo demás depende de factores coyunturales, como ha demostrado el economista Sharma. Pero lo más grave es que vulnera la soberanía de México, pues es a los países a quienes corresponde fijar su política demográfica, defendiendo el derecho de los padres a determinar el número de hijos. Y México ya está harto de políticas de organismos internacionales que nos han llevado al desastre. Dependemos en exceso de Estados Unidos y ahora solo hace falta que le demos el control de nuestra población, nuestro recurso económico más importante, a otro organismo internacional, en este caso, Naciones Unidas.
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Xavier Ginebra Serrabou es maestro y doctor en derecho económico, profesor investigador de las facultades de Derecho, Negocios y de Políticas Públicas de la Universidad De La Salle Bajío y miembro Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.