Una devastadora pandemia de gripe azota al mundo, que como consecuencia entra en una peligrosa espiral de crisis económica, tensiones políticas y conflicto armado.
Sucedió tras la Primera Guerra Mundial y la llamada gripe española, cuando “regresar a la normalidad” era un deseo tan extendido que un candidato presidencial en Estados Unidos ganó las elecciones de 1920 con ese eslogan.
La inestabilidad global creció, sobre todo tras la Gran Depresión de 1929 que hundió el comercio y disparó el desempleo. La democracia retrocedía. El nacionalismo avanzaba. Y el mundo cayó en el mayor conflicto bélico de su historia.
Pero hubo otra vez, después de la devastadora Segunda Guerra Mundial, en que los países pusieron de lado sus diferencias para responder a los riesgos del orden internacional que asomaba.
Se crearon organizaciones para promover la gobernanza, paz y seguridad global. Avanzó la cooperación entre países. Se integraron economías. Y se evitó una nueva guerra mundial.
Ahora otra pandemia ha vuelto a poner al planeta en una situación extrema.
El coronavirus es el mayor reto para el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, según las Naciones Unidas. Y las medidas para combatirlo traerán la peor recesión económica desde la Gran Depresión, anticipó el Fondo Monetario Internacional.
En este contexto, distintos expertos comenzaron a cuestionarse si el escenario mundial que resultará de todo esto será más reminiscente a la era posterior a la Primera o la Segunda Guerra Mundial.
“Es una muy buena pregunta”, dice James Hershberg, profesor de historia y relaciones internacionales en la Universidad George Washington, a BBC Mundo.
Se busca liderazgo
La pandemia de coronavirus ya ha asestado un duro revés al mundo multilateral que surgió después de 1945.
No se trata sólo del cierre de fronteras y las críticas que intercambian potencias como Estados Unidos y China. Hay, además, una evidente falta de coordinación política global ante el avance del virus.
“Es obvio que nos falta el liderazgo que solo puede ser posible si (…) las potencias mundiales clave son capaces de aproximarse, adoptar una estrategia común y luego reunir a toda la comunidad internacional”, admitió el secretario general de la ONU, António Guterres, en entrevista con la BBC.
Los especialistas vinculan esto con el vacío que ha dejado EE.UU. en el tablero internacional en los últimos años, sobre todo durante la presidencia de Donald Trump.
Trump llegó al poder con la promesa de poner a “América primero” ante los asuntos globales, un eslogan que había usado en la campaña de 1920 su antecesor Warren Harding: el mismo que prometía “regresar a la normalidad” tras la Primera Guerra Mundial.
Ese enfoque nacionalista y unilateral va a contramano del papel de líder global que EE.UU. asumió desde la Segunda Guerra Mundial para construir instituciones como la propia ONU, lograr acuerdos como el de Bretton Woods o ayudar a reconstruir Europa con el Plan Marshall.
Observadores como Ian Goldin, un profesor de globalización y desarrollo en la Universidad de Oxford, cuestionan preocupados quién ocupará el espacio cedido por Washington.
“Podemos tener optimismo, pero no vemos liderazgo desde la Casa Blanca”, indicó. “China no puede asumirlo y el Reino Unido no puede liderar en Europa“, dijo a la BBC.
Goldin es uno de los expertos que plantea una disyuntiva entre dos escenarios globales similares a las eras pos-guerra, ya sea con crecientes divisiones o con mayor cooperación internacional.
Otros van aún más lejos y advierten que, sin un involucramiento activo de EE.UU., con un declive económico histórico y tensiones entre países, el panorama se parecerá más al del período de entreguerras.
“Veo cómo toda la situación internacional se deteriora. Y ese es el paralelo: tras la Primera Guerra Mundial la situación global se puso progresivamente peor”, dijo Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, un influyente centro de análisis en EE.UU.
“No digo que vaya a ocurrir con seguridad, pero me preocupa que, a menos que cambiemos el curso, la dinámica, las cosas se pueden poner peores“, agregó Haass en una entrevista con BBC Mundo.
Nuevos riesgos
Sin embargo, otros creen que los países se encaminarán hacia una mayor cooperación.
Bill Gates, el cofundador de Microsoft, ha sostenido que también EE.UU. acabará involucrado de forma más fuerte que ahora en la lucha global contra el virus.
“Hay muchas voces que nos empujarán a trabajar con Europa y con otros países y ser parte de las innovaciones que pondrán fin a esto”, sostuvo el filántropo multimillonario en el portal informativo Vox.
“Realmente creo que la analogía de la Segunda Guerra Mundial se aplica aquí“, añadió Gates, quien en un discurso en 2015 había advertido que la mayor amenaza para millones de vidas en el mundo sería un virus antes que una guerra.
Fue precisamente una combinación de amenazas, como las armas nucleares, el ascenso la Unión Soviética y la memoria viva del riesgo del nacionalismo en Europa, lo que junto con la creciente influencia de EE.UU. impulsó la cooperación multilateral tras la Segunda Guerra Mundial, explica el profesor James Hershberg.
“Nunca es un factor único; son múltiples factores que se unen. Pero estamos en una situación de desafíos globales cada vez más claros que requieren respuestas globales. Ya era evidente con el cambio climático y otros factores, pero la pandemia lo dramatizó”, dice.
A su juicio, las elecciones de noviembre en EE.UU. también serán clave para el rumbo global.
“Si hubiera cuatro años más de Trump, sería muy comparable al patrón de los años de entreguerras, de una lucha darwiniana de cada país por sí mismo, y es probable que se exacerben las tendencias actuales contra la democracia”, opina Hershberg.
“Si Trump pierde, es posible que al menos haya alguna dinámica que contrarreste” esas tendencias, agrega.
¿”Escenario intermedio”?
Claro que en todo esto hay mucha incertidumbre.
Por ejemplo, desconocemos cuán larga y profunda será la debacle económica mundial por las medidas de confinamiento para reducir el contagio de covid-19.
Si se logra controlar el virus pronto, algunos economistas ven la posibilidad de una recuperación comparable a la que hubo después de la Segunda Guerra Mundial.
Después de todo, la crisis actual no es una guerra donde las bombas destruyen la infraestructura o la capacidad productiva de los países.
Y, con todo el dolor que causa, el saldo de víctimas mortales de covid-19 (que pasó los 250.000 este martes, según la Universidad Johns Hopkins) está muy por debajo de los 20 a 50 millones que murieron por la “gripe española” entre 1918 y 1920.
Pero en aquella pandemia hubo una segunda ola de contagios más mortal que la primera.
Hoy el colapso de la economía mundial ya deja millones de desempleados y, si la recesión se extiende, podría causar mayor inestabilidad global, más fisuras en Europa y escalar los roces ya visibles entre Occidente y China, la gran potencia emergente.
También, como sucedió tras la crisis financiera de 2008, podría crecer la polarización política y la furia popular con gobiernos en varios países, lo que a su vez contribuyó al ascenso de Trump o la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Un aforismo atribuido a menudo a Mark Twain, aunque sin certeza que sea de su autoría, dice que “la historia no se repite, pero rima”.
Mirar al pasado, aclara Hershberg, puede servir para sacar lecciones útiles para el presente y un futuro que los historiadores no pueden proyectar con precisión.
Saskia Sassen, profesora de sociología y miembro del Comité sobre Pensamiento Global en la Universidad de Columbia, cree que lo más más probable es que haya un “escenario intermedio” respecto a los que surgieron tras las dos guerras mundiales.
“Habrá algunos actores importantes, en particular EE.UU., que irán hacia crecientes nacionalismos“, dice Sassen a BBC Mundo. “Pero una vez que (Trump) esté fuera, puede haber distintos escenarios en juego”.
Premio Príncipe de Asturias de ciencias sociales y autora del libro “Expulsiones: brutalidad y complejidad en la economía global”, Sassen agregó que en Occidente aún hay figuras destacadas, como la canciller alemana Angela Merkel o el propio Guterres, que defienden la colaboración entre países.
A su entender, esas figuras “lograrán poner la razón y madurez delante, lo suficiente para superar a los líderes más regresivos que proliferan”.
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