United Way y otras organizaciones benéficas están capacitadas para lidiar con el COVID-19.
Ha llegado el momento más resplandeciente de la filantropía. La pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2 es el desafío idóneo, y los filántropos lo saben. Por ello están pisando el acelerador a fondo.
Según candid.org, entidad dedicada a seguir los pasos de las fundaciones benéficas, las donaciones para responder a la pandemia alcanzaron casi 7,000 millones de dólares a mediados de abril. Por sí sola, Google ha otorgado alrededor de 1,000 millones de dólares, mientras que Jeff Bezos, Oprah, Leonardo DiCaprio y Laurene Powell Jobs están brindando apoyo a los bancos de alimentos.
El donativo de Bezos para Feeding America —por la suma de 100 millones de dólares— es el más generoso en la historia de dicha beneficencia. A través de la fundación Dalio Philanthropies, los financieros multimillonarios Ray y Barbara Dalio han comprado 60,000 computadoras portátiles para que los estudiantes más necesitados puedan tomar parte en la educación a distancia. Y, al mismo tiempo, han comprometido otros 4 millones de dólares para cubrir los gastos de la atención infantil que deben costear los trabajadores de hospitales.
Por su parte, Jack Dorsey, fundador de Twitter y Square, ha ofrecido 1,000 millones de dólares, casi un tercio de su fortuna; y algo parecido está haciendo Bill Gates (el primero en dar la alarma sobre la amenaza del coronavirus en un artículo enviado a la revista The New England Journal of Medicine) quien ha recurrido a la Fundación Bill y Melinda Gates para desembolsar “miles de millones de dólares” destinados a financiar investigaciones en vacunas.
Según la expresión de Brian A. Gallagher, presidente y CEO de United Way Worldwide, en el siguiente nivel descendente “disponemos de una recaudación de 382 millones para la respuesta a COVID”. Sin embargo, los esfuerzos aquí detallados no incluyen los cheques que el pueblo estadounidense envía a los distintos bancos de alimentos y fondos comunitarios que, además -a decir de Thad Rosenfeld, vicepresidente de comunicaciones de Meals on Wheels Central Texas-, están recibiendo una marejada de ofrecimientos de voluntariado.
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Más allá de los nuevos caudales, muchas fundaciones están esforzándose para lograr que el dinero circule rápidamente, pese a verse muy presionadas por un mercado de valores que se ha desplomado de tal manera que deja sentir sus efectos en los capitales empresariales. En circunstancias normales, las fundaciones observan procesos de distribución de dineros muy, digamos, deliberados (aunque algunos destinatarios los describen como parsimoniosos), lo que se traduce en que la financiación suele ser lenta y muy restringida. Aun así, la crisis ha cambiado las cosas. En un llamado a la acción, el Council on Foundations ha pedido a las fundaciones que se den prisa y aflojen las riendas de las subvenciones. Y según su presidenta y CEO, Kathleen Enright, 644 organizaciones ya se han comprometido a acelerar el paso (así es, otra promesa).
La pandemia de COVID-19 es la crisis perfecta para la filantropía, pues está visto que la filantropía no es lo más adecuado para resolver otros tipos de problemas, como la pobreza. Aunque en 2018 los estadounidenses soltaron más de 400,000 millones de dólares a las organizaciones benéficas (incluidas las religiosas), esa suma es apenas una fracción de los 2 billones de dólares que el gobierno federal desembolsa cada año en sus programas sociales. En opinión de Una Osili, profesora de economía y estudios filantrópicos en la Escuela de Filantropía Familia Lilly (en la Universidad de Indiana-Purdue de Indianápolis), la filantropía es útil para “llenar vacíos como innovación —asumir riesgos que los gobiernos no pueden asimilar—, flexibilidad —las filantrópicas tienen la capacidad para actuar con rapidez, y los donantes pueden intervenir para evitar que los niños pasen hambre— y esfuerzos transfronterizos. Este es el momento para que la filantropía haga su mejor trabajo”.
Así como la filantropía podría cambiar la crisis del COVID-19, la pandemia tiene el potencial de cambiar la filantropía. Nick Tedesco, presidente del Centro Nacional de Filantropía Familiar, señala que muchos filántropos estaban enfrentando una “crisis de elección”; es decir, con tantas causas meritorias y nada que priorizara la urgencia, se hallaban ante un “abismo entre la intención y la acción”. No obstante, la perentoriedad implícita en el COVID-19 ha modificado sus perspectivas. “La pandemia ha precipitado un cambio fundamental en la conducta de los donantes, porque vuelve tangible lo intangible y está señalando el camino a seguir. Ha sido una llamada de atención universal”.
Patricia McIlreavy, presidenta y CEO del Centro para la Recuperación de Desastres, señala que la pandemia está instando a las personas a “dar de inmediato, a dar más, y a dar de una manera más flexible. Ahora hay muchas más donaciones que no suponen restricciones”. McIlreavy espera que esta tendencia persista una vez que haya pasado la crisis, ya que, en épocas más benévolas, muchas organizaciones no lucrativas caminan por terrenos económicos inestables, y la tensión adicional provocada por el COVID-19 podría acabar con muchas de ellas. “Este es el tipo de conversación que los líderes filantrópicos han buscado desde hace décadas”, asegura Enright.
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Osili señala que la filantropía podría experimentar un cambio que conduzca a una mayor colaboración. Los filántropos tienden a distribuirse por tema, geografía y estrategia, lo cual resulta en que cada organización atiende solamente sus intereses. Además, es frecuente que las donaciones obedezcan a las tendencias, y esto ha dado pie a que grupos filantrópicos como los fondos comunitarios o la propia United Way dejen de ser prioritarios. Pero eso se acabó. Como apunta Gallagher, de United Way: “Nacimos para esto, literalmente. Uno de nuestros predecesores fue el Fondo de Guerra, creado durante la Primera Guerra Mundial y la epidemia de gripe española. Mas esta es una crisis nacional que se desarrolla en la escala local”. Y McIlreavy concuerda: “Casi todas las catástrofes son ‘de otros’. Afectan a alguien más. En cambio, esta es ‘nuestra”.
Al preguntarle si la pandemia anuncia el renacimiento de United Way, Gallagher vacila en responder y, en cambio, sugiere que, si bien esta crisis es el momento idóneo para la filantropía, también debe servir para recordarnos la importancia de las organizaciones comunitarias. “Hacemos esto todos los días. Tenemos casi 10,000 empleados y casi 4 millones de voluntarios en todo el mundo. Somos la mejor opción para responder en gran escala. ¿Cuáles son los bancos de alimentos que no tienen comida? ¿Cuáles refugios necesitan camas? Hemos creado una red para llamadas que no son de emergencia, y estamos recibiendo 75,000 llamadas al día; dos veces y media más que el volumen habitual. Treinta y un gobernadores ya están indicando a su gente que marquen nuestro número”.
“La filantropía forma parte de nuestra identidad humana”, sentencia Enright. “Los estadounidenses somos un pueblo generoso en todos los niveles, llámese barrio, ciudad o estado. Y estamos observando que la generosidad empieza a evolucionar de maneras muy hermosas y profundas”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek