Mientras el mundo hace frente al COVID-19, en Cuba reprimen a las personas que comparten en redes sociales sus perspectivas de la realidad. El régimen, instalado en el poder hace 60 años, parece temer más a la libertad de expresión que a los estragos de una pandemia.
Detenciones, citaciones, interrogatorios, multas, procesos legales por falsos delitos y amenazas de ser encarcelados enfrentan los reporteros que se atreven a ejercer el periodismo independiente. Uno de ellos es Yoe Suárez.
Graduado en la Universidad de La Habana, Suárez tiene menos de 30 años, siete libros de su autoría y varios premios nacionales e internacionales. No le reprimen por un evento en específico, sino por “un cúmulo de enojos sobre mi trabajo”, dice a Newsweek México. Le reprimen por ser un periodista con pensamiento libre.
REPRESIÓN POR SER
La cara de la represión contra aquellos que se atreven a ser tiene pseudónimos castellanos. El capitán Jorge, el teniente coronel Alejandro o el oficial René representan a la Seguridad del Estado (SE), rama de la inteligencia cubana encargada de los asuntos internos. El ministerio del terror.
Cuatro veces, en lo que va de año, las tres últimas durante el confinamiento por COVID-19, agentes de la SE han coaccionado a Suárez para que desista de su trabajo. En el último encuentro, el 22 de abril, lo amenazaron con multarlo. Le citaron además un artículo del Código Penal relacionado con “propaganda enemiga” por el cual, dijeron, podrían mandarlo a la cárcel.
La madre de Suárez ha sido citada en dos ocasiones con el propósito de aumentar presión a su hijo. La señora, que trabaja como traductora e intérprete para una empresa del turismo, no tiene nada que ver con las prácticas periodísticas.
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En los dos últimos años, Suárez ha sido interrogado en el aeropuerto sobre los motivos de sus viajes y las personas con las que se reúne. Fue detenido en Guantánamo, donde le decomisaron el teléfono y le advirtieron que tenía prohibida la entrada a esa provincia. Le han amenazado con allanamientos y con quitarle la custodia de su hijo, de menos de dos años.
“La próxima vez nos veremos en un operativo que yo dirija contra ti”, dijo el capitán Jorge, enojado porque Suárez rehusó trabajar para ellos como “informante” dentro de Diario de Cuba, uno de los medios para los que reporta.
Otros periodistas como Iliana Hernández, Luz Escobar, Camilia Acosta, Waldo Fernández y Mónica Baró personalizan un listado creciente de comunicadores asediados por la SE. A algunos les han impedido hasta salir de sus propias casas antes de la necesidad del aislamiento social.
Sobre la mayoría de ellos pesa una prohibición de salida del país. Están entre los 250 cubanos conocidos como “regulados”. Las autoridades suprimen así la libertad de movimiento, garantizada en el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la que Cuba es signataria.
Casi ocho meses en prisión cumple el periodista y abogado Roberto Quiñones. Le fabricaron un delito de “desobediencia”, pero lo condenaron realmente para evitar que informara sobre el caso de los pastores Ramón Rigal y Ayda Expósito, encarcelados a su vez por decidir educar a sus hijos en casa.
Ser periodista independiente en Cuba requiere valor. La Clasificación Mundial 2020 de Reporteros Sin Fronteras ubica a la isla en el puesto 171 de 180 países. Es la peor nación de las Américas para ejercer el periodismo.
REPRESIÓN POR DECIR
Hasta finales de abril, una veintena de cubanos han sido multados por contar lo que ven y decir lo que piensan. Les gravan 3,000 pesos ($120) en un país con salario medio inferior a los 50 dólares. No solo los periodistas viven bajo represión.
Youtubers, activistas, opositores pacíficos o ciudadanos comunes con un teléfono celular conectado a internet son molestos para el autoritarismo. Hacen fotos de multitudes a la entrada de una tienda donde venderán pollo o detergente. Cuestionan las condiciones epidemiológicas de su comunidad. Denuncian el deterioro de los centros médicos, la falta de insumos o la insuficiente protección del personal de salud. Filman a un policía abusador o a un funcionario corrupto disfrutando prebendas.
La represión se ampara esta vez en el Decreto-Ley 370 de 2018. El comunicólogo José Raúl Gallego advirtió que la regulación llegaba cuando “una parte de la sociedad cubana se empodera, emplaza a las autoridades a través de las redes y las emplea como instrumentos para la coordinación de reclamos”. Alertó también que la norma “se acerca peligrosamente a las políticas de control de internet en China”.
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En enero de 2020 comenzó el uso del 370 en sus disposiciones de censura a través del artículo 68, inciso i. La eliminación de este apartado, entre otros reclamos, se exige en una declaración que aloja la plataforma Avaaz.
Una campaña aún activa en las redes visibiliza el rechazo hacia el decreto. Decenas de periodistas, artistas, activistas y ciudadanos en general postean, a modo de reto, sus fotos con un cartel mostrando los hashtags #NoAlDecreto370, #LibertadDeExpresión, #InternetNoEsTuya.
La Constitución de la República de Cuba exhibe en el artículo 54 que el Estado “reconoce, respeta y garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y expresión”. El artículo 68 del Decreto-Ley 370 condiciona la norma magna.
Los medios de comunicación masivos, voceros del único partido político legal, el comunista, tildan a la prensa independiente de mercenaria, pagada por el imperio (Estados Unidos) y deshonesta. Llaman enemigos, difamándolos, a talentosos y populares comunicadores.
En un tuit del 24 de abril, el subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael G. Kozak, dijo que Raúl Castro y Díaz-Canel usan el Decreto-Ley 370 “como excusa para multar y hostigar a periodistas, amenazándolos con la cárcel por tratar de mantener al público cubano seguro e informado durante la crisis”.
Cada vez más personas se conectan a internet en la isla y consumen, con diferentes estrategias, los sitios bloqueados por el autoritarismo. Otras perspectivas están entrando, como anticuerpos, en la inmunodeprimida libertad de expresión de los cubanos.
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Yaiset Rodríguez Fernández es una periodista cubana radicada en Estados Unidos. Ha trabajado como reportera de televisión en Cuba y en medios como El Estornudo.