El sector financiero en México cuenta con décadas de fortaleza y estabilidad (desde la crisis de 1995). La capitalización, las regulaciones, su constante revisión y vigilancia, así como su cautelosa pero continua transformación y crecimiento, lo tienen como uno de los sectores más dinámicos y sólidos del país.
A pesar de ello, el sector se ha quedado corto no solo en contribuir para que tengamos un acelerado crecimiento económico, sino también en promover una mayor igualdad de oportunidades para los estratos sociales más necesitados o rezagados del país.
En los últimos años, se han hecho importantes esfuerzos de inclusión bancaria que permita aprovechar los beneficios del crédito y así exponenciar la actividad productiva. Sin embargo, todavía un importante segmento de la población mexicana no está bancarizado, al no cumplir con las condiciones mínimas que las regulaciones consideran para garantizar estabilidad y sustento del sector.
En tal sentido, la irrupción de nuevas tecnologías como la computación cognitiva, la facilidad en el manejo de inmensas bases de datos, la movilidad, la nube o el blockchain dan otra oportunidad para avanzar en la inclusión bancaria y tener un mayor enfoque social. Estas tecnologías están jugando un papel fundamental en esta nueva revolución de la era digital.
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Estas nuevas tecnologías están contribuyendo a desarrollar productos y servicios financieros cada vez más innovadores que permiten realizar pagos y transacciones online, desarrollar nuevos sistemas de seguridad, mejorar el asesoramiento a los clientes, entre otros beneficios, pero, sobre todo, facilitar la bancarización y, con ello, alcanzar segmentos de la población en donde hace pocos años no se podría llegar.
En CIBanco como en muchos otros bancos entendemos la importancia de estas nuevas tecnologías y lo que implica para este país y para las nuevas generaciones. En los últimos años hemos hecho un esfuerzo para modernizar nuestra infraestructura tecnológica, para con ello tener la capacidad de facilitar y eficientar nuestros servicios financieros, con procesos automatizados más veloces e integrados, con mejores y más novedosos esquemas de comunicación.
Aunque muchas sociedades y gobiernos aspiran a proporcionar igualdad de oportunidades para todos, logarlo no es una tarea fácil. La tecnología digital no se inventó para abordar esta desigualdad, e incluso existe el riesgo de que pueda ampliar las disparidades económicas y sociales existentes. Pero, dándoles el uso correcto y adecuado, las nuevas plataformas también ofrecen muchas formas posibles de reducir la brecha de oportunidades.
A pesar de ello, el acceso al sistema financiero no basta. El sentido de la inclusión financiera, después de todo, no es solo que las personas posean una cuenta, sino que la utilicen para salir de la pobreza, recuperarse de dificultades financieras y mejorar su bienestar.
En este sentido, todavía resta mucho por hacer para lograr una inclusión efectiva. Por ejemplo, aunque el número de adultos que tienen contratado el servicio de banca móvil se incrementó casi seis veces en los últimos diez años, todavía cerca de la mitad de la población que posee un smartphone no tiene una cuenta en alguna institución financiera.
Al mismo tiempo, es necesario estar al pendiente de los riesgos que la tecnología implica para el sector. En los últimos cinco años, el fenómeno del cibercrimen ha ido en ascenso y, en México, las entidades financieras en nuestro país sufren alrededor de 85 ciberataques al año.
Sin ninguna duda, la irrupción de la tecnología en el sector financiero es una gran oportunidad. El futuro de nuestra industria pasa por ser capaz de adaptarse a los cambios y ofrecer servicios y productos más inteligentes y adaptados a las necesidades de los clientes. Debemos manejar estos avances en forma responsable e incluir siempre un enfoque social que ayude a garantizar un futuro más sostenible.
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El autor es director general de CIBanco