“OK, boomer” es lo que responden los jóvenes cuando quieren desestimar a los miembros de la generación de la posguerra por considerar que estamos fuera de la realidad o que nos quedamos atrapados en las formas propias de nuestra generación, una especie de nueva versión de “si tú lo dices, viejo”. No es exactamente un insulto de discriminación por edad, pero, ciertamente, tampoco es un cumplido.
Bien. De acuerdo. Lo entendemos. Diviértanse. Pero recuerden una cosa antes de lanzar insultos: el mundo, de acuerdo con el catedrático de psicología de Harvard Steven Pinker (y muchas otras personas), está mucho mejor hoy que en cualquier otro momento de la historia. Así es. Mejor que nunca. Y yo afirmo que esto se debe a la generación de la posguerra. Los “boomers” (nacidos entre 1946 y 1965) somos la generación más grandiosa que el mundo ha conocido. La más innovadora. La más afectuosa. La más trabajadora. Esto podría parecer un poco exagerado, pero citando al lanzador Dizzy Dean, “No es presunción si tienes con qué respaldarla”.
Los millennials (milénicos) parecen creer que sus desafíos son mayores que los que ha enfrentado cualquier otra generación. No es así. ¿La Gran Recesión? No es nada en comparación con la Gran Depresión (aunque la forma en la que se han comportado los mercados últimamente podría llevarnos ahí). ¿La diferencia en el nivel de ingresos? Actualmente se encuentra muy cerca de su promedio histórico, y está muy lejos del nivel máximo que se produjo a finales del siglo XIX, según varias investigaciones. ¿Créditos estudiantiles? Durante los próximos 30 años, la generación de posguerra trasladará 68 billones de dólares como parte de la “Gran Transferencia de Riqueza”. Esto deberá cubrir esos créditos para muchos acreedores (sin embargo, el momento elegido quizá no haya sido el mejor).
Y hay más. ¿La crisis de opioides? Nosotros tuvimos la heroína y el crac. ¿Buenos empleos? Tampoco fueron muy fáciles de obtener para nosotros. Nuestra generación produjo un marcado incremento poblacional en una economía casi estancada. La competencia era feroz. ¿Donald Trump y Mitch McConnell? Nosotros tuvimos a Richard Nixon, George Wallace, Lester Maddox y Richard Daley. ¿Y qué hay del hecho de que los miembros de la generación de posguerra obtuviéramos una cantidad desproporcionada de beneficios gubernamentales como la Seguridad Social y Medicare, en lo que algunas personas denominan socialismo “boomer”? Bueno, eso es verdad; sin embargo, ¿acaso los milénicos quisieran que volviéramos al viejo sistema en el que la generación anterior vivía con sus hijos adultos, quienes cuidaban de ellos? No lo creo. Ah, sí, y también tuvimos la guerra de Vietnam y las campañas de reclutamiento.
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Esto no quiere decir que la generación de ustedes no enfrente problemas o que estos no sean importantes. Algunos de ellos, como la inteligencia artificial, el cambio climático y el resurgimiento de la autocracia, alcanzan el nivel de lo existencial. La dura realidad: todas las generaciones enfrentan crisis existenciales. ¿Creen ustedes que la peste bubónica y el sida no fueron crisis existenciales? ¿Y qué decir de Hitler? ¿Y del comunismo? Los miembros de la generación de posguerra vivimos bajo la muy real amenaza de una guerra nuclear que habría acabado con todo y había convertido al planeta en una bola de hielo. En 1962, Rachel Carson escribió Silent Spring (Primavera silenciosa) sobre el envenenamiento global provocado por los pesticidas. En 1968, el catedrático Paul Ehrlich de Stanford escribió The Population Bomb (La bomba demográfica), donde pronosticó una hambruna mundial en las décadas de 1970 y 1980, causada por la sobrepoblación. Y en 1972, el Club de Roma publicó The Limits to Growth (Los límites del crecimiento), en el que pronosticaba que el mundo comenzaría a quedarse sin recursos en 2008.
Nada de eso ha ocurrido. ¿Saben por qué? Porque le hicimos frente, por eso. Durante el siglo anterior a la publicación del libro de Ehrlich, casi un millón de personas morían de hambre cada año. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? La cifra es de alrededor de 200,000 cada año. Siguen siendo demasiadas personas, pero se trata de una gran mejora. Hicimos frente a esas crisis y arreglamos algunos de los desastres que las generaciones anteriores nos habían dejado, como el agotamiento de la capa de ozono y la epidemia de tabaquismo. Y he aquí otra reflexión. Ustedes también lo harán. Ustedes se las arreglarán porque son la generación más inteligente, más sana, mejor educada y más empoderada de toda la historia humana. Ustedes son aquello en lo que la evolución ha estado trabajando durante los últimos 200,000 años.
Y es muy bueno que estén tan bien preparados, porque ahora es su turno. El año pasado, los milénicos superaron en número a la generación de posguerra, convirtiéndose en el mayor segmento de la población, afirma el Pew Research Center. Cerca de la mitad de los miembros de la generación de posguerra se han jubilado. Es hora de que salgamos de escena para que ustedes entren.
Veamos cómo lo hicimos y lo que ustedes tendrán que lograr, utilizando como referencia el año de 1969, cuando los “boomers” más vanguardistas tenían 23 años, la misma edad que tienen ahora los milénicos más jóvenes. Alerta de spoiler: el mundo que les dejamos es mucho mejor que el que tuvimos nosotros.
RIQUEZA E INGRESOS
Los milénicos se sienten justamente indignados por el aumento de la diferencia en los índices de riqueza. Sin embargo, hay algo que suelen pasar por alto. Aunque las personas promedio están cada vez más alejadas de los ricos, siguen estando mejor, en términos absolutos, que hace 50 años en relación con sus ingresos y su patrimonio neto. El ingreso promedio de una familia estadounidense en 1969 era de alrededor de 64,000 dólares actuales (cifra ajustada según la inflación). Actualmente, ese ingreso alcanza los 90,000 dólares, un salto que solo puede explicarse parcialmente por el aumento en el número de familias donde hay más de un ingreso; además, las familias eran más numerosas en aquel entonces. Cada uno de nosotros tiene alrededor de 50 por ciento más ingresos por persona que un ciudadano común en 1969.
Los impuestos son mucho menores ahora de lo que eran en 1969. En términos generales, las cosas son más baratas. Si bien los costos de atención a la salud y de educación han aumentado más rápido que la inflación, muchos artículos de uso cotidiano se han vuelto mucho menos costosos. Un boleto de avión para un viaje redondo de Nueva York a Londres costaba 550 dólares en ese entonces, más o menos lo que cuesta actualmente. Pero si se toma en cuenta la inflación, ese boleto de 550 dólares costaría más de 3,700 dólares actuales. El televisor a color más barato costaba el equivalente a 3,000 dólares actuales, y a eso se debe que solo uno de cada tres hogares tuviera el suyo.
Lo mejor de todo es el uso del teléfono. En 1969, de acuerdo con datos de la Comisión Federal de Comunicaciones, las tarifas variaban según la ubicación, la distancia, la hora del día y el tipo de llamada (comercial o residencial). Una charla típica de 10 minutos costaba cerca de 15 dólares actuales, y mucho más si la distancia era de más de unos cuantos kilómetros. Actualmente, una persona promedio dedica casi tres horas al día a usar su teléfono, haciendo llamadas, mandando mensajes de texto, navegando por internet, etcétera, por lo que su cuenta de internet sería de alrededor de 8,000 dólares al mes si pagara las tarifas de uso que pagábamos nosotros. Quizás ustedes sigan estando quebrados, pero están rodeados de mejores cosas.
MEDIDAS DE SEGURIDAD
Hay una enorme industria que trabaja duro para asustarnos. Medios noticiosos que buscan obtener clics. Empresas fabricantes de alarmas contra robo que buscan clientes. Políticos que buscan votos. Y todo eso funciona. De acuerdo con Pew, la mayoría de los estadounidenses piensa que el mundo se vuelve más peligroso cada año. Pero no es así. En realidad, el mundo se vuelve cada vez más seguro, según muestran datos del FBI. En 1969, el índice de asesinatos era de cerca de 70 personas por cada millón, en comparación con 50 personas por millón en la actualidad. El índice de robos era de 9,841 contra 3,760 de la actualidad, lo que representa una caída de 62 por ciento.
La única cifra que realmente ha aumentado es la de las violaciones, que ha aumentado a más del doble hasta alcanzar 420 violaciones por cada millón de personas. Sin embargo, ese aumento requiere algo de contexto. En 1969, se denunciaba menos de un tercio de las violaciones perpetradas por personas a las que la víctima conocía. Ahora, esa cifra ha aumentado a más del doble. También es posible que los sobrevivientes sean más capaces de identificar los ataques como crímenes debido a cambios culturales como el movimiento #MeToo, señala el Centro Nacional de Recursos contra la Violencia Sexual. Por ello, al menos una parte del aumento podría deberse a que estamos contando mejor.
Los crímenes violentos son terribles, pero no infrecuentes. El verdadero peligro: los automóviles. Una persona común tiene cuatro veces más probabilidades de morir en un auto que de ser asesinada. Las muertes en automóviles han caído en picada: en 1969, más de 50,000 personas murieron en accidentes automovilísticos, una por cada 1,609 kilómetros recorridos. En 2018, aun con el riesgo añadido que implica enviar mensajes de texto mientras se conduce, el número fue de 36,560, o una persona por cada 4,828 kilómetros recorridos. Esto se debe a que los caminos y los vehículos son más seguros y a que existen leyes que obligan a utilizar el cinturón de seguridad.
SALUD Y LONGEVIDAD
Actualmente, una persona promedio vive 79 años, ocho años más que en 1969. Parte de ello se debe a que el tabaquismo ha disminuido. Alrededor de 40 por ciento de la población fumaba en aquel entonces; esta cifra se ha reducido actualmente 15 por ciento. Parte del incremento en la expectativa de vida se debe a una mejor atención a la salud. Muchas de las enfermedades que nos afectaban, como la poliomielitis, han dejado de ser un problema gracias a las vacunas. Los índices de supervivencia de cinco años en los casos de cáncer también han aumentado, de alrededor de la mitad a más de dos tercios.
Y aunque es difícil de cuantificar, es casi seguro que actualmente tengamos una mejor calidad de vida debido a que el estilo de vida y la nutrición son mejores. A los milénicos, para quienes los gimnasios y los entrenamientos con bicicletas fijas son una forma de vida, quizá les parezca extraño, pero las personas realmente no se preocupaban por mantenerse en forma en 1969. Correr realmente no se popularizó sino hasta principios de la década de 1970. Nike ni siquiera fabricaba zapatos para correr en 1969. Las clases de acondicionamiento físico no se volvieron populares sino hasta la década de 1980. Siendo justos, si bien los “boomers” llevamos el acondicionamiento físico hasta donde está actualmente, no fuimos nosotros quienes lo iniciamos. En 1966, el presidente estadounidense Lyndon Johnson puso en marcha la Prueba Presidencial de Condición Física, que puso a millones de “boomers” a correr alrededor de patios de juegos y a ver quién podía lanzar más lejos una pelota de softbol. Esos buenos hábitos se quedaron con nosotros.
Sin embargo, esos ocho años adicionales de vida han tenido un costo, y han contribuido a elevar los gastos de atención a la salud. Los adultos mayores requieren una cantidad desproporcionada de atención, y los costos médicos han aumentado a una velocidad de casi el doble de la correspondiente a la inflación. Si lo sumamos todo, veremos que los costos de atención a la salud sumaban cerca de 7 por ciento del producto interno bruto en 1970. Actualmente, esa cifra es de 18 por ciento.
DERECHOS HUMANOS E INCLUSIVIDAD
Hablando francamente, en 1969 la vida para una mujer afroestadounidense, joven y gay (o cualquiera de lo anterior) era bastante dura.
Desde entonces, el punto de comparación se ha movido tanto y tan rápidamente que es difícil explicar cómo era en 1969, particularmente, fuera de las principales áreas metropolitanas y en el sur de Estados Unidos. Hasta 1967, algunos estados tenían leyes que prohibían el matrimonio entre personas de distintos orígenes étnicos. Antes de la entrada en vigor de la Ley de Vivienda Justa de 1968, en muchas ciudades existían leyes de toque de queda, según las cuales, las personas afroestadounidenses podían ser arrestadas si salían de sus casas después del anochecer. En 1981, un joven de raza negra fue linchado en Mobile, Alabama, por el Ku Klux Klan. En 1969, las mujeres ganaban 59 centavos por cada dólar que ganaba un hombre. Actualmente, esa cifra es de 82 centavos. No es la gran cosa, pero es mejor. Sin embargo, antes de 1963, los empleadores ni siquiera tenían que fingir que pagaban lo mismo a hombres y mujeres por el mismo trabajo. Hasta 1973, la psiquiatría consideraba a la homosexualidad como un trastorno mental. Antes del caso Roe v. Wade en 1973, el aborto era un delito en muchos estados.
Estamos lejos de vivir en un mundo justo e igualitario. Pero definitivamente, es más justo e igualitario que en 1969, y gran parte de ello se debe a los “boomers”. Votamos, marchamos en nuestras escuelas y en nuestros pueblos, e incluso después de amontonarnos en autos viejos y destartalados y conducir toda la noche hasta Washington. Agitamos y nos manifestamos. En ocasiones, incluso nos amotinamos, como en Chicago en 1968 y en la Ciudad de Nueva York en 1969 (Stonewall). En ocasiones, pagamos un alto precio: varias personas acabaron en la cárcel, y en la Universidad Estatal de Kent en 1970, varios estudiantes fueron asesinados por la Guardia Nacional. Actualmente, al menos existe cierta medida de indignación cuando vemos una injusticia. Y existe una reparación legal y en términos de humillación pública. No hemos eliminado los prejuicios, pero los hemos deslegitimizado.
AMBIENTE Y CLIMA
Los milénicos enfrentan problemas ambientales muy graves: los días más cálidos de la historia ocurrieron en 2016 y 2019; hay 150 millones de toneladas de basura plástica flotando en los océanos, y se calcula que cada día se extinguen 200 especies. Se está haciendo muy poco al respecto debido a la política. Sin embargo, nosotros tuvimos nuestros propios problemas de contaminación. El 22 de junio de 1969, el río Cuyahoga, una vía fluvial sucia, negra, rezumante y burbujeante que atravesaba Cleveland, se incendió. Literalmente se incendió, despidiendo enormes columnas de humo. Según la revista Smithsonian, se había incendiado una docena de veces antes. La contaminación del aire provocada por el uso de automóviles en las ciudades estadounidenses era tan alta que los peatones usaban máscaras de gas. En ocasiones, la visibilidad se reducía a apenas un par de calles. De acuerdo con el periodista Rian Dundon, a la ciudad de L. A. (Los Ángeles) se le llamaba “Smell-A” (juego de palabras con la pronunciación de las siglas de esa ciudad y el término “smell”, apestar). Decenas de miles de estadounidenses murieron por trastornos provocados por la contaminación. (Desde luego, pudo haber sido peor. En 1952, en apenas cinco días, 4,000 personas murieron en Londres debido al esmog producido por el carbón que se usaba para la calefacción doméstica).
Era común que las fábricas simplemente arrojaran sus desechos al suelo o a las vías pluviales. En 1953, Hooker Chemical vendió el Love Canal, uno de los sitios más contaminados de Estados Unidos, a la ciudad de Niagara Falls. Esta construyó una escuela. En Athens, Georgia, varios barriles de desechos de radio de una vieja fábrica de relojes, donde se usaba para hacer que las manecillas y los numerales de los relojes brillaran en la oscuridad, se oxidaban en un terreno a cielo abierto detrás de la fábrica cerrada. Muchas de las mujeres que habían trabajado ahí murieron de cáncer de mandíbula, provocado por lamer sus pinceles para afilar la punta. En total, 40,000 sitios en todo Estados Unidos fueron identificados como vertederos, de los cuales, 1,600 fueron considerados prioritarios. Y antes de 1972, la forma aceptada de deshacerse de los desechos nucleares de las centrales eléctricas era simplemente llevarlos al océano y lanzarlos por la borda. En 1982, un grupo de científicos descubrió que habían aparecido enormes huecos en la capa de ozono, que es la parte de la atmósfera que nos protege de la radiación solar.
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Actualmente, la gente pesca en el río Cuyahoga. L. A. sigue teniendo un aire contaminado, pero este equivale a alrededor de 40 por ciento de lo que era antes, aunque en esa ciudad viven 3 millones de personas más. De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), “Entre 1970 y 2018, la combinación de emisiones de seis contaminantes clave [del aire] se redujeron 74 por ciento, mientras que la economía estadounidense creció 275 por ciento”. Incluso Ciudad de México tiene actualmente un aire respirable. Muchos de los vertederos más contaminados han sido limpiados, y ya no se arrojan al mar los desechos nucleares. En 2019, el “agujero” de la capa de ozono fue el más pequeño que jamás se haya medido. Se espera que desaparezca en 2075. Esta es considerada una de las intervenciones ambientales más exitosas de la historia.
Todo esto ha requerido mucho trabajo. La fundación de la EPA en 1970. La Ley de Agua Limpia de 1972. La Convención para la Prevención de la Contaminación Marina por Verter Desechos y Otros Objetos en 1972. La Ley del Superfondo de 1980. El Protocolo de Montreal de 1987 (que prohíbe el uso de clorofluorocarbonos). Nuevas tecnologías que hacen que los vehículos y las industrias sean más eficientes y más limpios. Organizaciones activistas como el Sierra Club, el Fondo para la Defensa Ambiental y Greenpeace. Nuevos niveles de conciencia, responsabilidad y compromiso por parte del público. Despliegue a gran escala de tecnologías como los autos eléctricos, sistemas domésticos de energía solar, energía eléctrica obtenida de celdas fotovoltaicas y energía eólica, que actualmente suministran cerca de 7 por ciento de la electricidad en Estados Unidos. Ese tipo de esfuerzo amplio y sostenido es lo que se requiere para corregir el problema ambiental. Ahora es tiempo de aplicar lo que hemos aprendido durante los últimos 50 años al problema de los plásticos y del calentamiento global.
CULTURA
A la década de 1950 se le conoce como la Edad de Oro de la televisión. Mentira. Esta es la Edad de Oro de la televisión. Y del cine. Y de la música. Y de los libros. Y probablemente de cualquier otro aspecto cultural que se les ocurra. Esta es la Edad de Oro de la ruptura. Mejores producciones creativas. Mejores ejecutantes. Pero ustedes tienen todo esto gracias a nosotros.
Antes de la década de 1970, la cultura en Estados Unidos estaba estrictamente controlada y altamente comercializada. Los grandes sellos musicales determinaban lo que oíamos, las grandes editoriales establecían lo que leíamos, los grandes estudios decretaban lo que veíamos. El control era formal e informal, desde las estaciones de radio que rehusaban tocar “música de negros” y de artistas afroestadounidenses, hasta la censura de películas, álbumes y programas de televisión. En 1952, la Asociación Nacional de Radiodifusores estableció el Código de Televisión que, entre otras cosas, prohibía el uso de palabras obscenas, sexo, violencia realista, irreverencia contra Dios y la religión, o mostrar en forma negativa la vida familiar o la aplicación de la ley.
A nosotros los “boomers” no nos gustan las reglas. Especialmente las que no tienen sentido. Nosotros derribamos las barreras entre géneros, al mezclar el rock, el folk, el blues y la música clásica. Mostramos el sexo en las películas; sexo real, no solo gemidos y miradas apasionadas. Y, sobre todo, rehusamos considerar que algo fuera sacrosanto o intocable. Creamos National Lampoon (1970) y Saturday Night Live en 1975. Hill Street Blues (1981) rompió el molde de los programas policiacos con sus historias entrecruzadas, sus líneas argumentales que duraban varios episodios y su mezcla de historias personales y laborales, recursos que aún se utilizan hoy en día. Perforamos y presionamos esa envoltura de censura hasta que finalmente se rompió. El Código de Televisión terminó en 1983, aunque la música sigue siendo censurada en la televisión y en el radio (en la “edición para radio” de la canción “F**K You”, de CeeLo Green, la letra se cambió a “Forget You”), al igual que los códigos de clasificación de contenido para las películas. Gracias a nosotros y a las incitantes tecnologías de la digitalización y del internet, ahora tenemos el ambiente cultural más emocionante y vibrante de la historia.
Vale la pena señalar que no es solo en el entretenimiento donde tenemos más opciones. En 1970, una tienda de abarrotes típica tenía 6,000 mercancías. Actualmente, una tienda de abarrotes común cuenta con cerca de 40,000 elementos, y el supercentro de Walmart tiene 120,000. En 2017, Amazon tenía más de 500 millones de productos a la venta, y agregaba un millón de productos al día. En todas las categorías (electrónica, líneas aéreas, hoteles, prendas de vestir, muebles, y lo que se te ocurra), la cantidad de elementos disponibles crece a un ritmo aparentemente exponencial. Todas esas opciones podrían parecer una carga, a menos, claro está, de que no las tengas.
TECNOLOGÍA
La tecnología ha tenido un gran desarrollo durante los últimos 50 años, impulsada por los “boomers”. La electrónica. La farmacéutica. La digitalización. Los materiales. La nanotecnología. En 1969, se registraron cerca de 72,000 patentes. En 2018, se aprobaron casi cinco veces más, aproximadamente una cada 90 segundos, día y noche, fines de semana y días feriados. De acuerdo con un brillante ensayo publicado en 1997 por W. Michael Cox y Richard Alm del Banco de la Reserva Federal de Dallas, hace un siglo, innovaciones importantes como el automóvil, la electricidad y el teléfono requirieron cerca de 50 años para llegar al mercado masivo. A mediados del siglo, el tiempo para llegar a dicho mercado se había reducido a unos 25 años, por ejemplo, la radio, el televisor, las videocaseteras y los hornos microondas. A la más reciente ola de innovaciones (la computadora personal, el teléfono celular, los antidepresivos y el internet) le tomó diez años o menos. Esto significa que somos la primera generación con tecnología “irreconocible”. Es decir, si transportáramos mágicamente a alguien de 1919 a 1969, esa persona reconocería cada uno de los dispositivos de una casa, excepto el horno de microondas. Pero si trasportáramos a alguien de 1969 a la actualidad, no reconocería la mitad de nuestros dispositivos: la computadora portátil, Alexa, Kindle, el apuntador láser para gatos, el reproductor de DVD, el enrutador, etcétera.
Manejar todas esas innovaciones no es poca cosa. Los consumidores tenemos problemas para mantenernos al día, en formas pequeñas, como tener que reemplazar dispositivos que aún funcionan, y en formas grandes, como cuando nuestras habilidades de trabajo quedan obsoletas. Los modelos de negocio se vuelven arcaicos muy rápidamente. En 1998, una empresa respaldada por Motorola llamada Iridium comenzó a lanzar satélites al espacio con la idea de proporcionar un servicio mundial de comunicaciones para personas de negocios y viajeros. El problema fue que, para cuando terminó de lanzar los 66 satélites tres años después, la tecnología celular se había vuelto tan buena y estaba tan generalizada que hizo que Iridium se volviera obsoleta.ç
Nosotros los “boomers” fuimos quienes aceleraron la tecnología y quienes la desaceleraron. Nos dimos cuenta de que cualquier tecnología lo suficientemente poderosa para salvar al mundo también es lo suficientemente poderosa como para destruirlo. Cuestionamos la tecnología y presionamos para obtener cosas como los productos orgánicos y naturales, regular el uso de los rayos X y de la radiación, imponer nuevas reglas para los fabricantes de productos químicos y para los productos mismos, y pausar la construcción de nuevas plantas nucleares después del desastre de la Isla de las Tres Millas, ocurrido en 1979, en el que el núcleo de un reactor en Pensilvania tuvo una fusión parcial accidental y dejó escapar ondas radiactivas.
Los clientes de Europa y California actúan ahora para establecer reglas más estrictas alrededor de la protección de la identidad. Y mantenemos una mirada cautelosa sobre la inteligencia artificial y la modificación genética. En ocasiones, nuestro escepticismo tecnológico “boomer” va demasiado lejos, como en los movimientos antivacunas y contra los organismos genéticamente modificados. Aun así, es razonable ser al menos un poco paranoicos. En 1938, las máquinas de rayos X se utilizaban para medir los pies de los niños en las zapaterías. La tecnología es maravillosa, pero peligrosa. Pudo haber destruido nuestro mundo en cualquier cantidad de formas: nuclear, química, modificaciones genéticas. Pero no lo ha hecho debido a que no se lo hemos permitido.
EL MUNDO FUERA DE ESTADOS UNIDOS
Existe un gran mundo más allá del muro, y aunque gran parte de él sigue estando por detrás de Estados Unidos y Europa en relación con el desarrollo económico y los derechos humanos, es mucho mejor ahora que en 1969. El sitio web Our World in Data (Nuestro mundo en datos) se ha convertido en un recurso indispensable para medir el progreso global. En dicho sitio se muestran mejorías en casi todas las medidas del progreso humano. Estas son algunas de ellas, seleccionadas de entre varios miles. En 1969, 449 personas de cada 100,000 morirían debido a una enfermedad infecciosa. Actualmente, solo son 140, una caída de 69 por ciento. Durante la década de 1960, casi un millón de personas murieron en alguna guerra. En la década más reciente, esta cifra se redujo a 567,000. Es decir que se produjo la mitad de muertes con una población mundial el doble de grande. Sin embargo, el verdadero progreso se ha producido en el tema de la pobreza y el hambre. En 1969, 36 por ciento de la población mundial vivía en lo que Naciones Unidas denomina “pobreza extrema”. Ahora, esa cifra es de 8 por ciento. En promedio, 4,600 personas morían de hambre cada día durante la década de 1960. Actualmente, la cifra se redujo a una quinta parte, a pesar de que la población mundial es mayor.
Y esta es otra cosa en la que estamos mejor. En la década de 1960, la forma de gobierno más común en la Tierra eran las dictaduras. Había 119 autocracias y únicamente 36 democracias. Actualmente, existen 99 democracias en el mundo. ¡Viva la libertad!
Desde luego, los promedios son engañosos. El hecho de que, en promedio, la población esté mejor no resulta muy consolador para las personas de Siria, América Central o Sudán del Sur. Esto tampoco tiene en cuenta el enorme problema del cambio climático, que probablemente afectará de manera adversa a las naciones en vías de desarrollo mucho más que a las desarrolladas, que simplemente podrían apagar el termostato.
MEJOR, NO PERFECTO
Nada de esto quiere decir que el mundo sea como debería ser. Hemos dicho que es mejor, no perfecto. Existen nuevos problemas, como la inteligencia artificial y la pérdida de la privacidad, además de viejos problemas que no resolvimos totalmente, como la degradación ambiental, y antiguos problemas donde hemos tenido avances, pero que actualmente muestran retrocesos, como los derechos civiles o los índices excesivos de encarcelamiento y la resegregación. A pesar de los frustrantes que son estas cosas, no debemos perder de vista los avances que se han producido. Las generaciones resuelven los problemas que se les presentan. La generación que nos precedió hizo frente a la autocracia y a las dictaduras. Nosotros afrontamos el cambio social. Es el turno de ustedes.
Ustedes están listos. Son unos 3 centímetros más altos de lo que fuimos nosotros; son alrededor de 10 puntos de CI más inteligentes; están mucho mejor educados: muchas más personas están terminando la secundaria y la preparatoria que nunca antes. Ustedes tienen tecnologías extraordinarias. Y aunque es difícil de cuantificar, ustedes tienen otra ventaja que nosotros no tuvimos: están despiertos. Nosotros comprendíamos que debíamos considerar factores como los prejuicios y los privilegios, pero realmente no sabíamos cómo hacerlo. Ustedes comprenden mucho mejor el mundo que les rodea y cómo funciona.
He aquí un último consejo. Sean ambiciosos. Su pasión por el cambio parece ser principalmente para ustedes mismos: seguro de gastos médicos, cuidados infantiles, créditos estudiantiles, ausencia con goce de sueldo por cuestiones familiares. Nuestra pasión solía ser ayudar a los demás: los derechos civiles, el apartheid y las hambrunas en sitios como Bangladés, Biafra y Etiopía. En efecto, era muy ingenuo pensar que unos cuantos conciertos como Live Aid podrían salvar a millones de personas, pero lo hicimos con buenas intenciones. Es posible que nuestra generación haya fracasado en la puesta en práctica, pero no carecíamos de ambiciones.
Tienen razón al asustarse por la enorme magnitud de las tareas que les esperan. Las cosas podrían acabar muy mal si no hacen nada. Pero harán algo. Y mientras lo hacen, esfuércense al máximo por evitar nuestros errores, pero no pierdan de vista lo que hicimos bien. Buena suerte.
¿OK, millennials? OK.
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Sam Hill es colaborador de Newsweek, consultor y autor. Agradecemos a los siguientes organismos por las estadísticas utilizadas, además de las que ya citamos: Statista, Oficina del Censo, NOAA, NBER, Instituto Nacional de Justicia, Banco de la Reserva Federal de St. Louis, CDC, Comité Nacional de Igualdad Salarial, Naciones Unidas, profesor Guido Alfani, el Proyecto Sentencing, el Centro de Prevención de Desastres, Timeline, Paycor, Leftronic, NomadWallet, 123 Test, Live Science y el Fondo Carnegie para la Paz Internacional.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek