¿Día Internacional de la Mujer? Arduas y heroicas luchas feministas han marcado el camino de la humanidad, con asombrosos avances y algunos dolorosos retrocesos, hacia un mundo justo en materia de igualdad de género.
AUNQUE RESALTA por su color llamativo, la estampa es más bien sencilla en su diseño, pero sumamente poderosa en su núcleo. Sobre un fondo morado, sin logotipo de ninguna clase, cuatro manos femeninas, que representan a todas las razas y todas las edades y en cuyo centro se erige el símbolo de Venus, invitan a las mujeres a que se unan a un paro nacional, a #UnDíaSinNosotras, el 9 de marzo de 2020.
Con la leyenda “¡El nueve ninguna se mueve!”, la estampa de apenas 14 palabras se convirtió en una insignia que logró aglutinar a mujeres de todos los sectores y de todo el país para manifestarse contra la ola de violencia en su contra por razón de género. Un día sin la actividad de las mujeres, además de que demuestra su unión y poder de convocatoria, representa unos 26,000 millones de pesos, según el colectivo feminista Brujas del Mar, una agrupación que desde su natal Veracruz lanzó el llamamiento de paro nacional.
La convocatoria de Brujas del Mar, que se dio a pocos días de los feminicidios de Íngrid Escamilla, la niña Fátima y muchos más, creció de manera muy rápida a la vez que se gestaban otros movimientos para protestar en prácticamente ciudades de todo el país: Campeche, Cancún, Celaya, Chihuahua, Ciudad Juárez, Ciudad Nezahualcóyotl, Ciudad Victoria, Cuernavaca, Culiacán, Durango, Ecatepec, Ensenada, Guadalajara, Hermosillo, La Paz, Los Cabos, Mazatlán, Mérida, Monclova, Monterrey, Naucalpan, Pachuca, Playa del Carmen, Puebla, Querétaro, Salamanca, Saltillo, Tampico, Tlaxcala, Tizayuca, Toluca, Torreón, Tula, Tulancingo, Xalapa, Zacatecas…
El 8 de marzo de hace dos años, justo en la celebración del Día Internacional de la Mujer, en España se vivió un paro similar. Ante el asombro de todo el mundo, durante 24 horas más de seis millones de españolas pararon labores y protagonizaron manifestaciones nunca antes vistas, en más de 120 ciudades, contra la desigualdad de género en todas sus vertientes.
Aunque la de España fue emblemática por su magnitud, desde hace varios años las protestas de mujeres en 8 de marzo se han repetido en Argentina, Polonia, Estados Unidos y la mayor parte del mundo.
Sin embargo, particularmente en México las manifestaciones de las mujeres van más allá del Día Internacional de la Mujer, pues la violencia de género se mantiene diariamente en niveles desmesurados. Si bien en torno a los recientes asesinatos de Íngrid y Fátima hubo mucho revuelo mediático, son apenas un par de casos de los diez feminicidios que diariamente padece el país.
Frente a esta realidad, la actriz Karina Gidi, activista de la campaña #AlertaMujeresMx, opina que la violencia contra las mujeres puede explicarse desde la crisis de la masculinidad: “La gente, cuando tiene un poder ‘determinado’, agrede al sentir que lo pierde. Los hombres están en crisis frente al empoderamiento femenino, por años se han sentido dueños de nosotras. Necesitan dejar de vernos como objetos a los que pueden hacerles lo que sea”.
En ese sentido, Gidi agrega que la única forma de terminar con esta lucha de poderes es con la participación de los dos sexos: “No uno contra el otro, sino respetando la integridad de las mujeres. La campaña que lanzamos en 2017 es defensiva frente a la realidad que nos acecha, pero debemos buscar algo más proactivo, investigar para saber en qué venimos fallando”.
Al parecer, agrega la activista, “papás y mamás seguimos educando de una forma equivocada, hay que ver qué está pasando con la masculinidad, averiguar de dónde viene esa violencia y cómo podemos revertirla. Hay que hacer nuevos acuerdos para ver cómo vivimos nuestros roles sin que uno valga más que el otro o uno obligue al otro”.
¿UN DÍA DE LA MUJER?
Desde el primer Día Internacional de la Mujer, conmemorado a partir de 1911, arduas y heroicas luchas feministas han marcado el camino de la humanidad, con asombrosos avances y algunos dolorosos retrocesos, hacia un mundo más justo en materia de igualdad de género.
Aunque las luchas de las mujeres por la equidad de género se remontan a miles de años en la historia de la humanidad, la idea de un día internacional es muy joven. Esta nació durante la Internacional Socialista de 1910 y se concretó el 19 de marzo de 1911, fecha en la que más de un millón de mujeres y hombres se reunieron en Austria, Dinamarca, Alemania y Suiza para instaurar lo que hace más de un siglo era una utopía: el derecho de la mujer a votar, a ser elegida, a trabajar y a eliminar la discriminación laboral.
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Menos de una semana más tarde, el 25 de marzo, se produjo el trágico incendio en Nueva York que le costó la vida a 146 jóvenes trabajadoras, la mayoría de ellas inmigrantes italianas y judías. Este siniestro, además, marcó la historia a escala mundial de la lucha de las mujeres trabajadoras y, en esa coyuntura, se propuso la última semana de febrero como fecha para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
Seis años después, el último domingo de febrero de 1917, en plena Primera Guerra Mundial las trabajadoras rusas se organizaron y proclamaron una huelga por “pan y paz”. Aunque los líderes políticos se opusieron férreamente, las mujeres continuaron con su iniciativa. Los acontecimientos culminaron a los cuatro días con la abdicación del zar Nicolás II. En esa coyuntura, el gobierno provisional otorgó a las mujeres el derecho a votar y se cumplió así la primera utopía. Ese histórico domingo cayó en 23 de febrero en el calendario juliano (entonces usado en Rusia), lo que equivale a 8 de marzo en el calendario gregoriano (utilizado en el mundo occidental).
Desde entonces, la fecha comenzó a conmemorarse en cada vez más países hasta que en 1975 alcanzó el orden global, cuando la Organización de las Naciones Unidas instituyó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
“Durante milenios, las mujeres han sido sistemáticamente silenciadas, marginadas e ignoradas. Las políticas y leyes se han moldeado en gran medida a través de las experiencias de solo la mitad de la humanidad”, declaró recientemente António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, frente al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
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En 2020, año en el que se conmemora el 25 aniversario de la Plataforma de Acción de Beijing, “vemos un retroceso contra los derechos de las mujeres, niveles alarmantes de feminicidio, ataques contra defensoras de los derechos humanos y la persistencia de leyes y políticas que perpetúan la subyugación y la exclusión. La violencia contra las mujeres y las niñas es el abuso de derechos humanos más generalizado del mundo”.
En 2020, el tema del Día Internacional de la Mujer es “Soy de la Generación Igualdad: por los derechos de las mujeres”. De acuerdo con la ONU, este tema conmemora el 25 aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la cual es reconocida como la hoja de ruta más progresista para el empoderamiento de las mujeres y las niñas en todo el mundo.
En la declaratoria del día internacional correspondiente a este año se asienta que el consenso que está surgiendo a escala mundial es que, a pesar de algunos progresos, el cambio real ha sido “desesperadamente” lento para la mayoría de las mujeres y niñas en el mundo.
Además, se establece que, al día de hoy, ningún país puede pretender que ha alcanzado la igualdad de género y que existe una serie de obstáculos que permanecen sin cambios en la legislación y en la cultura.
El pronunciamiento también expone que las mujeres y las niñas siguen siendo infravaloradas: trabajan más, ganan menos y tienen menos opciones, y sufren múltiples formas de violencia en el hogar y en espacios públicos. Además, existe una amenaza significativa de reversión de los logros feministas que tanto esfuerzo costó conseguir.
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Ante ello —se añade—, el año 2020 representa una oportunidad excepcional para movilizar la acción mundial con miras a lograr la igualdad de género y la realización de los derechos humanos de todas las mujeres y niñas.
“Hoy pido a todos los países que apoyen políticas y leyes que promuevan la igualdad de género, deroguen las leyes discriminatorias, pongan fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, garanticen la salud y los derechos sexuales y reproductivos, y luchen por la igualdad de representación y participación de las mujeres en todas las esferas”, solicitó el secretario general de la ONU, en el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, el pasado febrero.
AMÉRICA LATINA NO PROGRESA
Aunque durante el último siglo muchos sueños y utopías de las mujeres se han convertido en una realidad a pesar de los enormes obstáculos, México y la región latinoamericana presentan contrastes por demás agudos en materia de avances hacia la equidad de género.
La participación política de la mujer latinoamericana, por ejemplo, en algún momento fue monarca a escala mundial, pues en 2014 América Latina tenía presidentas en Argentina, Brasil, Chile y Costa Rica, cuatro países a los cuales se sumaban las expresidentas de Nicaragua y Panamá. A estas cifras también deben añadirse casos presentados en Argentina, Bolivia y Ecuador, naciones cuya primera magistratura fue ocupada por mujeres de forma interina o provisional.
En el otro extremo, la región latinoamericana presenta desafíos desmesurados, como los índices más altos del mundo en violencia contra las mujeres y feminicidios, con una tasa alarmante de impunidad, que en casos como Guatemala rebasa el 90 por ciento de crímenes sin castigo.
Las cifras más recientes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) arrojan que al menos 3,529 mujeres fueron asesinadas en 2018 por razones de género en 25 países de América Latina y el Caribe. No obstante, de acuerdo con la propia Cepal, los datos reales podrían ser mucho más altos, pues en algunos países solo se recopilan como feminicidios los cometidos por la pareja o expareja de las víctimas.
Según declaraciones recientes de la secretaria ejecutiva de la Comisión, la mexicana Alicia Bárcena, el asesinato por motivos de género es el extremo del fenómeno de violencia que viven las mujeres de la región.
Además, los números de la Cepal señalan que los países con más altas tasas de feminicidios son Guatemala, El Salvador, Honduras, República Dominicana y Bolivia, que ocupa el primer lugar en Sudamérica. Por el lado contrario, Perú es el país con menos feminicidios, con una tasa de 0.8 por cada 100,000 mujeres.
“Las cifras recopiladas por la Cepal dan cuenta de la profundidad que alcanzan los patrones culturales patriarcales, discriminatorios y violentos en la región”, dijo Bárcena Ibarra en la pasada conmemoración del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Y si bien en América Latina las cifras de la violencia de género son estratosféricas, las que se presentan a escala mundial no dejan de ser alarmantes.
En todo el orbe, según estadísticas de la ONU, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental. Además, solo el 52 por ciento de las mujeres casadas o que viven en pareja decide libremente sobre las relaciones sexuales, el uso de anticonceptivos y su salud sexual.
Otra de las cifras sumamente alarmantes es que casi 750 millones de mujeres y niñas que viven hoy en día se casaron antes de cumplir 18 años, mientras que al menos 200 millones de ellas se han visto sometidas a la mutilación genital. Además, una de cada dos víctimas mortales del sexo femenino en 2018 fue asesinada por su compañero sentimental o un miembro de su familia. Para tener una perspectiva, en el caso de los hombres estas circunstancias únicamente se dieron en uno de cada 20 varones asesinados.
La ONU también alerta sobre el hecho de que el 71 por ciento de las víctimas de la trata en todo el mundo son mujeres y niñas, y tres de cada cuatro de ellas son utilizadas para la explotación sexual.
MÉXICO CRIMINAL
En el caso particular de México, los niveles de violencia contra la mujer han alcanzado proporciones inimaginables. Por ello, la campaña #UnDíaSinNosotras, que convocó a mujeres y niñas a no asistir a sus trabajos ni escuelas y a no realizar compras —y a profesores y patrones a no poner falta ni descontar el día a las mujeres que se unan—, obtuvo una resonancia sin precedentes.
Y no es para menos. De diciembre de 2018 a diciembre de 2019, los feminicidios en el país se incrementaron 16.6 por ciento, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Y en tan solamente un lustro, este delito ha crecido un 137 por ciento, de acuerdo con cifras de la Fiscalía General de la República.
Este monstruo social, incluso, se ha propagado en 15 escuelas de la Universidad Nacional Autónoma de México, que se han sumado a los paros y protestas para exigir a los directivos acabar con el acoso y la violencia de género contra las alumnas. En los últimos dos años, seis alumnas de esta casa de estudios han sido víctimas de feminicidio, por lo que las tomas de instalaciones son muestra clara del hartazgo ante la normalización de este delito.
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“Que responder a la convocatoria de un paro laboral y económico de mujeres no dependa de si otra mujer que quiere participar te agrada o no, o si simpatizas con ella o no. Esto solo funciona si lo hacemos todas”, dijo en su momento el colectivo feminista Brujas del Mar, autor de la convocatoria #UnDíaSinNosotras.
Que las mujeres se movilicen en un paro nacional o en infinidad de marchas y protestas a lo largo y ancho del país evidencia el fallo de los sistemas mexicanos de justicia. Y, por otro lado, reflejan la falta de aplicación de los tratados y convenciones internacionales para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres que fueron firmados y ratificados por México y que son vinculantes y obligatorios desde la reforma constitucional de 2011.
Desde 1979 existe en el mundo la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la cual México firmó en 1980 y ratificó el 23 de marzo de 1981. En 1994 se adoptó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres —conocida como Convención Belém Do Pará—, y el país la ratificó en 1998. Y, en 1995, el Estado mexicano se comprometió con la Plataforma de Acción de Beijing.
En su artículo 2, la Convención Belém Do Pará señala: “Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica: que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual; que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar”.