Un equipo de científicos ha descifrado el significado de más de 1,500 movimientos de la “danza de meneo” de la que se valen las abejas melíferas para comunicar información sobre fuentes de alimento.
A decir de un estudio publicado el miércoles 12 de febrero en la revista PLOS ONE, los hallazgos han permitido esclarecer las preferencias de las abejas, y podrían tener implicaciones importantes para los esfuerzos de conservación.
En una entrevista con la AFP, la bióloga Morgan Carr-Markell, autora principal del estudio y candidata doctoral en la Universidad de Minnesota, declaró: “Lo que me resulta más interesante de las abejas es la manera como se comunican”.
“Así que quería aprovechar esa particularidad de los insectos para proporcionar información práctica a los gestores de tierras que tienen intenciones de sembrar plantas para las abejas”, añadió.
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Si bien las abejas melíferas proporcionan valiosos servicios de polinización, los investigadores señalan que la mortalidad de sus colonias ha alcanzado niveles insostenibles en algunos países, incluido Estados Unidos.
Además de los efectos de pesticidas, patógenos y parásitos, una causa de la creciente la mortalidad es que los hábitats nativos de las praderas están siendo transformados en tierras de monocultivo, práctica que limita mucho la cantidad de alimento de que disponen estos insectos himenópteros.
Sin embargo, en un intento por mejorar la alimentación de las colonias de abejas melíferas, algunos conservacionistas que trabajan en el alto medio oeste de Estados Unidos se han dado a la tarea de restaurar o reconstruir las praderas.
“Si están bien alimentadas, las colonias se encontrarán en mejores condiciones para hacer frente a pesticidas y patógenos, y para sobreponerse a otros posibles estresores”, prosiguió Carr-Markell.
Antes que los europeos llegaran al continente americano, las praderas eran el bioma principal del alto medio oeste de Estados Unidos. Pero, hoy día, ese hábitat se ha reducido a menos de dos por ciento.
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A pesar de numerosas propuestas para restaurar las praderas, no se sabe mucho sobre las estrategias alimentarias de las abejas y, por consiguiente, no hay manera de determinar cuán eficaces pueden ser esas iniciativas.
Con miras a aportar nuevos conocimientos sobre los hábitos de búsqueda de alimento de las abejas melíferas, Carr-Markell y su equipo construyeron colmenas de vidrio que les permitían observar lo que ocurría dentro, y las instalaron en dos sitios próximos a dos grandes praderas restauradas en Minnesota, donde las estudiaron entre 2015 y 2017 para detectar la “danza de meneo” de las hembras.
La finalidad del equipo era identificar las especies de flores que visitan las abejas cuando salen a buscar alimento -esencialmente polen y néctar-, y también precisar la época del año en que la actividad de búsqueda es más activa.
Los autores explican que el meneo ocurre cuando los insectos remontan el vuelo en una columna con forma de ocho, y durante su investigación, observaron que las abejas que se desplazan en el segmento recto de la formación sacuden sus cuerpos para comunicar la dirección en que se encuentra un área florida
Por otra parte, también pudieron determinar que la duración del movimiento comunica información sobre la distancia a que se encuentran las flores, en tanto que la cantidad de veces que repiten la “danza” -y la velocidad con que la llevan cabo- parece estar relacionada con el valor alimentario de las flores en cuestión.
En total, el equipo de investigadores descifró 1,528 variedades de meneo y descubrió que la mayor parte de las zonas floridas anunciadas se hallaba fuera de las praderas restauradas.
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Ahora bien, en una de las praderas seleccionadas, notaron que la cantidad de movimientos para anunciar las fuentes de néctar aumentaba de manera drástica a fines del verano y principios del otoño; es decir, hacia el final de la temporada de búsqueda de alimento. En opinión de los científicos, esto puede deberse a que las abejas hacen esfuerzos adicionales para recibir el invierno con suficientes reservas de alimento.
Además de esos experimentos, los investigadores recolectaron polen adherido a algunos de los insectos, e hicieron análisis para identificar el tipo de flores más valiosas para estos himenópteros.
Los análisis determinaron que el meneo anunciaba la presencia de siete especies de plantas nativas de las praderas que producen abundante polen, entre ellas la vara de oro (Solidago rigida) y algunos géneros de tréboles de las praderas (Dale purpurea, D. candida). Según el equipo, este hallazgo podría tener implicaciones importantes para los esfuerzos de restauración en esos hábitats.
En las conclusiones del estudio, los autores escriben: “Nuestros resultados sugieren que incluir [ciertas flores nativas] en las praderas reconstruidas podría aumentar las probabilidades de que las abejas recurran a esos biomas como las fuentes de alimento más importantes durante los periodos de producción melífera y mayor desarrollo de la colonia”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek