Funcionarios de salud calculan que casi 10 millones de personas se han enfermado durante esta temporada de influenza, y 4,800 de ellas han fallecido. Pero, ¿qué es exactamente lo que le ocurre a nuestro cuerpo cuando contrae el virus?
Para que se desarrolle, el virus de la influenza primero debe entrar en el cuerpo. Se piensa que los virus que provocan esta enfermedad viajan en pequeñas gotas líquidas, lanzadas al aire cuando una persona enferma tose, estornuda o habla. Estas gotas caen en la boca o nariz de otras personas, aún si éstas se encuentran a una distancia de hasta 2 m. En casos menos frecuentes, una persona puede contraer la enfermedad al tocar una superficie contaminada con el virus y tocarse después la boca, nariz u ojos.
A partir de ese momento, el virus entra en el aparato respiratorio y se adhiere a las células que cubren las vías respiratorias. Una vez que entra en las células, se replica y madura, declaró a Newsweek Libby Richards, profesora adjunta de la Escuela de Enfermería de Purdue, Indiana. A continuación, el virus sale de la célula e invade a otras, lo que desencadena una respuesta del sistema inmune. Este complejo sistema de defensas químicas es lo que produce muchos de los síntomas de la gripe, afirma.
A diferencia de los virus del resfriado, que suelen infectar únicamente las vías aéreas superiores, es decir, la nariz, la garganta y los senos nasales, Richards afirma que la influenza ataca a las vías aéreas superiores e inferiores, entre ellas, los pulmones. Por eso es que las personas enfermas suelen sentirse peor que aquellas que padecen un resfriado común.
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La infección también puede producir inflamación en el cuerpo, por lo que puede provocar implicaciones como neumonía, así como problemas cardíacos, cerebrales y musculares.
Los síntomas, que con frecuencia se producen repentinamente, de acuerdo con funcionarios de salud, comprenden fiebre, tos, dolor de garganta y flujo nasal. Los enfermos también pueden experimentar molestias y dolores musculares, jaqueca y fatiga. También puede haber vómito y la diarrea, aunque esto es más común en los niños.
Dado que los pulmones resultan afectados con la infección de esta enfermedad, es más difícil que el cuerpo logre oxigenar la sangre, afirma Richards.
La forma en que los síntomas se manifiestan en el cuerpo depende, en parte, del estado de salud de la persona, señala Richards. Cosas como la edad de la persona, el hecho de haber padecido otras infecciones en el pasado, sus factores genéticos y de estilo de vida, por ejemplo, si fuma o no, influyen en la respuesta inmune, así como en la virulencia del virus, es decir, en su capacidad para dañar al organismo anfitrión.
La mayoría de las personas que contraen la influenza padecen síntomas desagradables pero relativamente leves y se curan por ellas mismas en menos de dos semanas. Sin embargo, algunas personas tienen mayores probabilidades de sufrir complicaciones que requieren un tratamiento hospitalario, advierten los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). Entre ellas están los niños pequeños, los niños que padecen trastornos neurológicos, las personas de más de 65 años, las personas con diabetes y las mujeres embarazadas. Las personas con VIH/sida, cáncer y problemas cardiovasculares también presentan un riesgo mayor.
Una de las mejores maneras de prevenir la influenza es vacunarse contra la cepa de esta temporada. Este año se han distribuido alrededor de 171.7 millones de dosis, de acuerdo con los CDC.
“Definitivamente, no es demasiado tarde para vacunarse”, insiste Richards. “En este momento, nos encontramos en un punto alto de la temporada de influenza, pero es probable que todavía no lleguemos al máximo, lo que significa que hay probabilidades de que el número de casos de influenza siga aumentando. Con mucha frecuencia, el punto más alto de la temporada de influenza se produce en febrero, por ello, es muy probable que veamos muchos más casos de esa enfermedad en marzo y quizás incluso en abril.
“Vacunarse contra la influenza no tiene que ver únicamente con la salud de cada persona, sino también con la salud de la familia y de la comunidad. Un alto índice de vacunación contra la influenza reduce la probabilidad de que el virus se propague, y protege a las personas que no pueden ser vacunadas, como los bebés de menos de seis meses de edad”, afirmó.
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“Si bien una persona podría resultar afectada levemente si contrae la influenza, puede contagiar el virus a otras personas, las cuales podrían sufrir un impacto grave. Dado que no podemos pronosticar cómo reaccionarán las personas si se enferman, vacunarse contra la influenza es la mejor estrategia de prevención”.
Después de la vacunación, lavarse las manos frecuentemente es la mejor estrategia para mantener al virus bajo control, señala Richards, además de realizar acciones para mantener fuerte nuestro sistema inmune. Dormir entre siete y nueve horas al día, mantener un peso saludable, beber de nueve a 12 vasos de líquidos “buenos”, “quizás evitar las bebidas cargadas de cafeína y azúcar”, y seguir al menos los lineamientos mínimos de ejercicio son factores que pueden ayudar, indica. “Evita fumar y limita tu consumo de alcohol”, afirma Richards, y añade: “Trata de limitar el estrés siempre que te sea posible”.
También es recomendable que evites tocarte la boca, la nariz y los ojos para evitar que el virus entre en tu sangre a través de las membranas mucosas, aconseja Richards, además de evitar las aglomeraciones siempre que sea posible.
Dado que el virus de la influenza puede sobrevivir en superficies duras hasta por 24 horas, también resulta útil limpiar los objetos que sean tocados con frecuencia, como los aparatos de control remoto, teléfonos, juguetes y manijas de las puertas.
“Piensa cuántas personas tocan los carritos de supermercado o las manijas de las puertas durante ese período”, dice Richards.