Datos del Copernicus Atmosphere Monitoring Service (CAMS), ha revelado que el agujero de la capa de ozono en la Antártida ha comenzado a formarse aproximadamente dos semanas antes de lo que se esperaba, en comparación con los dos años anteriores.
El episodio de este año resulta “peculiar”, dado que los datos del CAMS muestran que el agujero de ozono está actualmente descentrado y las previsiones apuntan a indicios de inestabilidad debido al considerable dinamismo de la actividad registrado en el tramo correspondiente de la estratosfera.
Como resultado de ello, la extensión espacial del agujero está ahora progresando a un ritmo notablemente inferior de lo habitual, lo que podría traducirse en un episodio de agujero de la capa de ozono de menor tamaño y, posiblemente, de menor duración.
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El primer agujero de ozono en la atmósfera surgió hace varias décadas y su aparición se debió a las emisiones nocivas generadas por el ser humano, en concreto a las de sustancias químicas procedentes de aerosoles, refrigerantes, pesticidas y disolventes.
Para revertir la situación numerosos países firmaron el Protocolo de Montreal en 1987 con el objetivo de recuperar de manera gradual la capa de ozono, y la ONU creó el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono para conmemorar dicha firma, que estipulaba la prohibición de las principales sustancias químicas que agotan la capa de ozono.
El día fijado por la ONU para esta celebración internacional es el 16 de septiembre, y la de este año, con el lema “32 años de recuperación”, conmemorará la recuperación gradual del agujero de ozono.
Recuperación total en 2060
Cada año, con el inicio de la primavera austral en septiembre, el Antártico es objeto del resurgimiento del agujero de ozono.
Este fenómeno se produce porque, durante el invierno del hemisferio sur, toda la región polar queda sumida en la oscuridad, lo que provoca la formación de una singular configuración del viento denominada ‘vórtice’.
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Las sustancias químicas que contienen bromo y cloro se acumulan en el vórtice polar y permanecen químicamente inactivas en la oscuridad, cuando las temperaturas pueden descender hasta los -78ºC y se produce la formación de cristales de hielo en las nubes estratosféricas polares que desempeñan un papel clave en las reacciones químicas.
A medida que el sol sale por el polo, la energía que desprende activa los átomos de cloro y bromo previamente inactivos en términos químicos que se encuentran en el vórtice.
En consecuencia, al pasar a estar químicamente activos, estos átomos destruyen rápidamente las moléculas de ozono, lo que provoca la formación del agujero de ozono.
Según la Evaluación científica del agotamiento de la capa de ozono (edición de 2018), la recuperación de la capa hasta los niveles anteriores a 1970 tendrá lugar en torno a 2060.
“No hay motivos para la autocomplacencia”, comenta Vincent-Henri Peuch, responsable del CAMS.
“La recuperación de la capa de ozono depende del cambio climático, dado que este puede contribuir al enfriamiento de la estratosfera a largo plazo, lo que podría exacerbar la pérdida de ozono y retrasar el proceso. Además, la posibilidad de que se generen emisiones no autorizadas de sustancias que agotan la capa de ozono no puede descartarse”, añade.
De hecho, en 2018 se detectaron emisiones del segundo clorofluorocarburo más abundante: el CFC-11 y estas pudieron rastrearse de forma inequívoca para adoptar las medidas oportunas, según comenta Peuch, que destaca que “resulta sumamente importante mantener los esfuerzos internacionales por monitorizar la recuperación de la capa de ozono y los acontecimientos relacionados con el agujero”.