Una foto desgarradora de un padre e hija yaciendo bocabajo, ahogados, en las aguas poco profundas del río Bravo, paralizó momentariamente a gran parte de mundo el mes pasado.
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Como otros incontables migrantes, Óscar Alberto Martínez Ramírez, de 26 años, y su hija de 23 meses, Valeria, habían viajado cientos de kilómetros desde Centroamérica hasta México con la esperanza de llegar a suelo estadounidense.
Pero aunque la joven Valeria, alcanzó a pisar muy brevemente una ribera de tierra estadounidense, tanto ella como su padre fueron arrastrados por una corriente después de que ella saltó al agua después de él cuando él empezaba a regresarse para ayudar a su esposa a cruzar.
Las muertes trágicas del joven padre y su hija encapsulan los riesgos que están dispuestos a sumir quienes buscan asilo en su búsqueda del sueño americano, en búsqueda de la felicidad, seguridad, salud y, sí, tal vez incluso felicidad.
Aun cuando algunos pudieran pensar -y en el caso de la administración de Trump, tal vez incluso esperar- que una imagen tan devastadora podría hacer que los migrantes lo piensen dos veces antes de hacer la travesía a menudo peligrosa hasta la frontera de Estados Unidos, quienes entienden por qué quienes buscan asilo vienen a Estados Unidos, saben que simplemente no será así.
Entre los meses de enero y mayo de este año, 439,895 migrantes han sido aprehendidos en la frontera sur por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, según la información de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés), con alrededor de 257,194 familias y 41,300 menores no acompañados entre ellos. Muchos han hecho la travesía desde el Triángulo del Norte en Centroamérica, comprendido por Honduras, Guatemala y El Salvador.
Llevados al límite
Si los estadounidenses quieren entender por qué tantos buscadores de asilo se han abierto camino hasta Estados Unidos desde países centroamericanos -y seguirán haciéndolo, a pesar de los riesgos y las acciones de la administración de Trump para desalentarlos-, necesitan entender los factores de “repulsión” y “atracción” que los llevan al norte, dijo a Newsweek Mark Feierstein, un ex alto funcionario de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID pos sus siglas en inglés) quien sirvió en la administración de Obama como asistente especial del presidente y alto director de asuntos del hemisferio occidental.
Cuando se trata de entender los factores de “repulsión”, las cosas que obligan a la gente a abandonar sus países de origen, que enfrentan los centroamericanos, “es bastante claro”, dijo Feierstein.
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“Para la mayoría, son dos cosas en particular: es crimen y violencia y es pobreza”, dijo él. “Estos países enfrentan altos índices de violencia y crisis económicas severas, incluida la falta de empleos y malos servicios sociales”.
“Varían por país”, continuó él. “Por ejemplo, en Guatemala, los migrantes tienden a venir de fuera de las ciudades importantes, de áreas rurales y tienden a ser motivados por factores económicos. En El Salvador y Honduras, tienden a venir como resultado del crimen y la violencia”.
Por supuesto, como reconoció Feierstein: “No es tan claro como lo estoy describiendo. Hay una mezcla de estas cosas proviniendo de los tres países”.
“En fechas recientes, El Salvador ha hecho el mejor trabajo de tratar de reducir los factores de repulsión”, dijo él. “Por lo menos, la cantidad [de arribos] ha sido menor de El Salvador”.
Sin embargo, en Honduras y Guatemala, “tienes corrupción en ambos lugares”, dijo él, con el líder hondureño, el presidente Juan Orlando Hernández, ganando la reelección en 2018 en una votación tachada de fraudulenta por su oposición y entre la comunidad internacional, mientras en Guatemala, el presidente Jimmy Morales ha buscado bloquear una investigación, apoyada por Naciones Unidas, contra la corrupción en su gobierno.
“Todo eso contribuye también a que la gente quiera marcharse”, dijo Feierstein.
Otro factor de repulsión que envía migrantes a la frontera de Estados Unidos, que apenas ha pasado a primer plano en años recientes, es el impacto que el cambio climático tiene de manera constante en países centroamericanos, con Guatemala y partes de Honduras afectadas especialmente.
En septiembre, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que las malas cosechas provocadas por la sequía en partes de Centroamérica, podrían provocar hambruna en 2 millones de personas, con menos de la media pluvial en junio y julio llevando a pérdidas significativas de cultivos, en especial para los agricultores a menor escala de maíz y frijol en el llamado Corredor Seco, el cual corre por Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Como resultado, los agricultores han batallado para producir suficientes alimentos para vender, lo cual significa que las familias se quedan sin suficiente alimento para comer.
“Los desastres relacionados con el clima claramente se están haciendo más frecuentes y provocando más daños”, dijo por entonces Miguel Barreto, director regional del PMA para Latinoamérica y el Caribe, en una declaración dada a la Fundación Thomson Reuters. “Los aumentos proyectados en la temperatura y la escasez de lluvias en el Corredor Seco son una preocupación especial”, advirtió él.
El problema era tal que incluso Kevin McAleenan, el entonces comisionado de la CBP quien ahora funge como secretario interino del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), advirtió al respecto en diciembre durante una discusión sobre los factores de repulsión y atracción de los centroamericanos en busca de asilo que vienen a Estados Unidos.
“Lo que vimos en los últimos años es en realidad un cambio demográfico proviniendo de Centroamérica, que no llegan desde las grandes ciudades, sino que principalmente, ahora, vemos de Guatemala y Honduras, gente de áreas rurales”, comentó por entonces McAleenan, quien se convirtió en director interino del DHS después de la renuncia de Kirstjen Nielsen.
Retos importantes para la seguridad alimentaria como resultado de la sequía, dijo McAleenan, estaban “afectando la capacidad de las familias de proveerse”.
“Vemos cómo eso se traduce directamente en quién llega a nuestra frontera”, expresó él. “Alrededor de 30 por ciento de los arribos del año pasado fue de Guatemala, y la gran mayoría de esos arribos provenía de las tierras altas occidentales. También vemos las áreas rurales de Honduras entrar en escena aquí en la frontera con Guatemala, donde también estaban en ese Corredor Seco que ha sufrido sequía y visto retos de inseguridad alimentaria. Entonces, realmente, la preocupación de la hambruna se ha convertido en un factor de repulsión prevalente desde nuestro análisis y perspectiva”.
Cuando se trata de factores de “atracción”, o las cosas que atraen a los migrantes centroamericanos a Estados Unidos, los atractivos principales de mudarse a Estados Unidos deberían ser relativamente obvios.
Solo “las disparidades entre el Estados Unidos rico y la pobreza en algunos de esos países”, opinó Feierstein, “van a llevar a una migración”.
Sin embargo, en Estados Unidos, muchos centroamericanos que huyen de la violencia, pobreza e inestabilidad política también ven la promesa de un país donde la seguridad económica y personal están al alcance.
“No vamos a resolver esto en la frontera”
Aun así, la administración de Trump, dijo Feierstein, parece determinada a hacer lo que esté dentro de su poder para desanimar a quienes buscan asilo de creer que eso es cierto.
“Esta administración lo ha entendido al revés”, comentó él. En vez de ayudar a los países centroamericanos a abordar los factores de “repulsión” que motivan a sus ciudadanos a hacer la travesía difícil hasta la frontera estadounidense, la administración de Trump ha exacerbado, presuntamente, la situación al “retirar el financiamiento para lidiar con estos problemas”.
En junio, la administración de Trump anunció que recortaría cientos de millones de dólares en ayuda a Honduras, Guatemala y El Salvador, a pesar de las advertencias de los expertos en migración de que hacer eso solo contribuirá a la inestabilidad en el Triángulo del Norte.
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Feierstein dijo que el presidente Donald Trump y su administración “no tienen idea del valor de la asistencia al exterior… No tienen idea de cómo usarla”.
“Trump lo ve como un cheque que le estamos entregando a gobiernos extranjeros”, dijo él, cuando en realidad el financiamiento es canalizado a programas desarrollados entre gobiernos, ONG y otros grupos con conocimiento de cómo abordar los problemas que actualmente enfrentan los países centroamericanos.
Aun cuando los demócratas y grupos defensores de la migración por igual han acusado al presidente Donald Trump de trabajar intencionalmente para crear una “crisis” en la frontera para avivar los miedos a la inmigración y aumentar el apoyo entre su base, Feierstein comentó que él no está tan seguro de que dicha estrategia, de ser tal el caso, funcionará en 2020.
“Hay un argumento de que esto funciona para su beneficio político, el tener gente apareciendo en la frontera”, dijo Feierstein. Pero “él no está reduciendo las cantidades que prometió en la contienda electoral de 2016”.
Básicamente, dijo Feierstein, “la gente debería estar consciente de que necesitamos ir a la raíz de esto. No vamos a resolver esto en la frontera”.
“La gente no va a dejar de venir, sin importar cuales barreras les pongamos”, expresó él.
“Los estadounidenses necesitan tener en mente cuán difíciles y peligrosas son estas travesías; pero la gente las hace de todas formas”, continuó él. “Eso debería darte una idea de cuán horrible es la situación en sus países de origen”.
“La gran mayoría de la gente es honesta, gente trabajadora que solo quiere contribuir a la economía y sociedad estadounidense. No vienen aquí a cometer crímenes”, finalizó.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek