A mediados del siglo XX, Estados Unidos realizó decenas de pruebas nucleares en las islas Marshall. Y ahora, unos científicos confirman que los niveles de radiación son más altos que en Fukushima y Chernóbil.
Localizadas en la región del océano Pacífico central, entre Hawái y Filipinas, las islas Marshall son dos cadenas de atolones compuestas por más de mil islotes. Estados Unidos ocupó la zona después de la Segunda Guerra Mundial y, entre 1946 y 1958, utilizó algunas islas para realizar pruebas nucleares. A tal fin, el Ejército estadounidense seleccionó los atolones de Bikini y Enewetak como el punto cero para llevar a cabo un total de 67 pruebas, por lo que fue necesario reubicar a todos los residentes.
A pesar de que las pruebas de las islas Marshall representaron apenas 6 por ciento de los 1,054 ensayos nucleares que Estados Unidos realizó entre 1946 y 1992, esa región sufrió el mayor impacto del rendimiento energético. Según los autores de tres nuevos estudios, el atolón de Bikini, por sí solo, recibió un rendimiento total aproximado de 77 megatones (Mt), equivalentes a casi 40 por ciento del rendimiento energético total de todas las pruebas estadounidenses efectuadas en aquella época.
El equipo de científicos determinó los niveles de contaminación radiactiva en Bikini, Enewetak, Rongelap y Utirik, cuatro atolones ubicados en la parte norte de las cadenas, donde analizaron muestras del suelo y de los sedimentos marinos, y registraron los niveles de radiación gamma de todo el territorio circundante. Como parámetro de control para la radiación gamma exterior, los investigadores se basaron en las pruebas realizadas en 2015 en el atolón Majuro, localizado al sur.
Los investigadores hallaron que los niveles de radiación gamma exterior en los islotes de Enjebi (atolón Enewetak) y Naen (atolón Rongelap) eran significativamente más altos que en las islas situadas al sur. De hecho, la radiación de Bikini y Naen rebasaba los niveles establecidos en el acuerdo suscrito entre Estados Unidos y los dirigentes de la República de las Islas Marshall. Por otra parte, el valor promedio de los niveles de radiación gamma de fondo en Bikini casi duplicaba el límite pactado, lo cual se traduce en que los residentes no podrán regresar a ese atolón.
Los científicos también analizaron núcleos obtenidos del cráter que abrió Castle Bravo, la bomba de hidrógeno más grande jamás probada por Estados Unidos. La depresión estaba contaminada con radionúclidos, y los niveles de isótopos radiactivos, como plutonio y americio, “probablemente persistirán durante siglos”.
Los autores escriben que les sorprendieron los niveles de contaminación de Rongelap, pese a que ese atolón no fue utilizado como sitio para las pruebas nucleares y “solo estuvo expuesto a la lluvia radiactiva derivada, eminentemente, de la prueba Castle Bravo de 1954”.
Los tres estudios fueron publicados el 15 de julio en la revista Proceedings of he National Academy of Sciences.
Newsweek contactó con algunos científicos que no participaron en la investigación, quienes señalaron que, si bien los hallazgos resultaban muy útiles, no eran del todo sorprendentes.
La Dra. Zoe Richards, miembro del Grupo de Conservación e Investigación Coralina en la Universidad Curtin de Perth, Australia, dijo a Newsweek: “Estos estudios hacen una contribución muy valiosa a nuestra comprensión de los impactos a largo plazo del régimen de pruebas nucleares en RIM [República de las Islas Marshall], ya que, hasta ahora, disponíamos de muy poca información independiente sobre los niveles de contaminación”.
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Richards agregó que los hallazgos de Naen eran “de especial preocupación”.
“Las condiciones para la ocupación humana en los islotes del norte es un tema de gran importancia cultural y social, sobre todo para los descendientes de las poblaciones insulares originales”.
“La seguridad alimentaria es una inquietud muy real para los residentes de la región norte de Marshall, por lo que es muy importante transmitir un mensaje claro, relevante y confiable que advierta sobre los posibles riesgos de consumir vijahoó [fruto del árbol de pan], cocos, cangrejos cocoteros, gallinas, peces laguneros, y demás plantas y animales”, concluyó Richards.
Hace poco más de dos décadas, el Dr. Steven L. Simon, científico del Programa de Epidemiología y Bioestadística del Instituto Nacional del Cáncer (parte de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos), encabezó un importante estudio radiológico para el gobierno de las Islas Marshall, cuyos resultados fueron publicados en 1997. En una declaración para Newsweek, expresó: “El informe del equipo de [la autora Emlyn W.] Hughes hace un buen análisis, aun cuando este tema ha sido bastante estudiado”.
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En ese sentido, Simon cuestionó que los autores no citaran otras investigaciones ni compararan sus hallazgos con los de estudios precedentes.
En su comentario para Newsweek, el Dr. Jim T. Smith, profesor de Ciencias Ambientales en la Escuela de Ciencias Terrestres y Medioambientales de la Universidad de Portsmouth, Reino Unido, precisó: “El estudio es congruente con lo que sabemos sobre la transferencia de radioactividad en ese y otros sistemas contaminados, sobre todo en lo referente al radiocesio”.
“El hecho de que las dosis de radiación superen el límite anual acordado de un milisievert [mSv; equivalente a 100 milirems o mRem], no significa que sean peligrosas. Solo apuntan a que las personas que vuelvan a asentarse en el atolón de Bikini tendrán un riesgo adicional, pero muy reducido, de desarrollar cáncer en el futuro”, aseguró.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek