La película da cuenta de la trayectoria singular de Ruth Bader Ginsburg (RBG), jueza de la Suprema Corte de los EU elevada a ícono de la cultura pop a sus 86 años
Cuando le preguntan a Justice, así le gusta que le digan, que cuántas mujeres serán suficientes en la Suprema Corte, ella responde que nueve, es decir, el total de ministros.
“A nadie le molestaba cuando había nueve ministros hombres”, recalca.
Durante su vida, RBG sufrió la desigualdad y, desde las mismas injusticias, sacaba fuerzas para combatirlas. La historia de la lucha imparable de Justice se puede disfrutar a partir de esta semana en plataformas digitales.
La Jueza, el documental sobre RBG, se puede ver en iTunes, Google Play, Youtube, Cinépolis Klic y Total Play.
En el documental, la pareja de directoras Betsy West y Julie Cohen acompañan la carrera de Ruth desde que era una joven abogada en los años 70 hasta sus brillantes estrategias legales, que contribuyeron decisivamente para igualar los derechos de los hombres y las mujeres frente a la ley.
La Jueza, tuvo dos nominaciones al Óscar: mejor documental y mejor canción original. En EU se volvió un curioso fenómeno de taquilla pues estrenó en 34 salas y paso a 300 en menos de 15 días, un fenómeno inverso a lo natural con los estrenos de cine.
La devoción por RBG ha puesto su imagen en camisetas, pins, cuadernos e incluso, tatuajes. Algunas mujeres jóvenes norteamericanas lucen el rostro de RBG dibujado en su piel, acompañado del inconfundible cuello blanco bordado que ella usa sobre la toga de jueza y que se transformó en su marca registrada.
RBG trabaja todos los días en la Corte, no sin antes tomar su clase de pilates. Cuando le preguntan sobre su retiro, se molesta y responde que mientras pueda seguir defendiendo los derechos de las mujeres lo hará, así que a pesar de las operaciones de tumores y de sus caídas que le han causado fracturas, parece que –afortunadamente— tenemos Justice para rato.
PRINCIPALES VICTORIAS POR LA IGUALDAD DE GÉNERO
Reed contra Reed (1971): RBG y su equipo convencieron a la Suprema Corte de cambiar una ley que decía “deben preferirse a los hombres en detrimento de las mujeres” como gestores de Estado.
Frontiero contra Richardson (1973): En su primera defensa oral en la Suprema Corte, Ginsburg y su co-consejero vencieron la acción que intentaba hacer que la Corte derrumbara una ley federal discriminatoria. RBG logró obtener un subsidio para vivienda a favor de su clienta, una mujer casada de la Fuerza Aérea Norteamericana, equivalente a lo que recibían los hombres casados.
Weinberger contra Wiesenfeld (1975): En este caso, Ginsburg demostró que los hombres también sufren las consecuencias de leyes discriminatorias por género. Representando a un viudo con un hijo pequeño, ella argumentó con éxito que los viudos deberían tener acceso a guarderías tanto como las viudas.
Duren contra Missouri (1979): Después de un discurso poderoso pronunciado por Ginsburg, la Suprema Corte se decidió por la inconstitucionalidad de una ley de Missouri que permitía que solamente las mujeres se beneficiaran de auto-exclusión para servicios de jurado, lo que les negaba a los reos el derecho garantizado por la Sexta Enmienda de ser juzgados por un jurado representativo de la sociedad.
Estados Unidos contra Virginia (1996): En su primer caso de derechos de las mujeres como jueza de la Suprema Corte, Ruth Bader Ginsburg escribió el significativo voto mayoritario. En una decisión con marcador 7 a 1, la Corte derrumbó la política de inscripción exclusivamente masculina del Instituto Militar de Virginia y concluyó que las políticas gubernamentales discriminatorias en relación al género deberían considerarse inconstitucionales.
Sesiones contra Morales-Santana (2017): La jueza Ginsburg fue la autora del voto mayoritario que declaró inconstitucional un suministro del Estatuto de la Inmigración y Nacionalidad referente a la ciudadanía para niños nacidos en el exterior de padres no casados cuando uno de ellos fuera ciudadano norteamericano, y el otro no. La decisión anuló lo dispuesto que daba derecho a la nacionalidad a niños de madres no norteamericanas que habían vivido en los EU durante un año, mientras el pedido de residencia para padres no norteamericanos se demoraba cinco años. Ella escribió que la diferenciación entre hombres y mujeres “era asombrosamente anacrónica”.