“Si alguien visita Singapur debería poder decir: ‘He visto el futuro, y funciona’”.
Este comentario, de Vivian Balakrishnan, ministro de Relaciones Exteriores de Singapur, no es para menos. La capital de dicho país asiático aspira a ser la primera ciudad inteligente del mundo, lo cual es muy ambicioso, pero eso es exactamente a lo que la nación apunta con su programa Smart Nation, diseñado para posicionarse firmemente en la era digital.
Dicho programa, que ha logrado que todo el orbe voltee a ver a Singapur, ha convertido a esta capital en un “laboratorio viviente” debido a las pruebas que se han ejecutado en sectores como vivienda, salud y transporte.
Cualquier ciudad grande enfrenta problemas con el transporte. Sin embargo, en materia de movilidad Singapur lo ha hecho de una manera diferente. Para mejorar los servicios de autobús ha instalado sensores que ayudan a monitorear el servicio y datos GPS para mantener un registro de la velocidad y de cuántas personas hay a bordo.
Además, las paradas de autobús también se están renovando con la incorporación de wifi, mapas interactivos, libros electrónicos y columpios para que los viajes sean más entretenidos.
Del mismo modo, más allá del transporte público, Singapur está enfocándose en los vehículos autónomos y está teniendo progresos satisfactorios, los cuales incluyen autobuses autónomos y vehículos de recolección de residuos y de barrido de calles. También ha puesto en marcha pruebas de flotas de servicio de traslado autónomo que los pasajeros podrán reservar a través del teléfono inteligente.
Sin embargo, lo que es una realidad es que la movilidad urbana es uno de los principales dolores de cabeza tanto para las grandes urbes como para los ciudadanos.
En las ciudades se practican varias alternativas de movilidad, las cuales van desde moverse a pie hasta desplazarse en bicicleta, automóvil, autobús, metro, motocicleta, monopatín con motor, etcétera. Empero, resolver los problemas causados por esta movilidad respecto a la pérdida de tiempo, generación de tránsito y contaminación medioambiental es uno de los principales desafíos para las urbes.
EL GRAN DESAFÍO
Ante ello, la finalidad de las ciudades inteligentes, como Singapur y muchas otras que poco a poco se suman a esta modernidad, es trabajar para resolver estos problemas con plataformas de gestión de tránsito, aplicaciones para facilitar la movilidad, la introducción de vehículos eléctricos y nuevas formas de transporte individual y colectivo como los vehículos de conducción autónoma.
De acuerdo con un informe de ONU-Hábitat, a pesar del aumento en los niveles de movilidad urbana en el mundo, el acceso a los lugares, actividades y servicios se está tornando cada vez más difícil.
El crecimiento urbano descontrolado ha aumentado la distancia entre destinos funcionales, como locales de trabajo, escuelas, hospitales, oficinas de administración o centros comerciales, lo que ha conducido a un aumento de la dependencia de transporte motorizado privado, así como de otros tipos de movilidad dependiente del automóvil.
Por consiguiente, la congestión y los embotellamientos de tránsito se han convertido en norma en muchas ciudades. Ante ello, la vida urbana se ve afectada por factores externos negativos, como la contaminación, estrés auditivo y accidentes.
Ante tal situación, la movilidad es un tema toral en la planeación de ciudades inteligentes, por lo que algunos especialistas han recomendado una serie de innovaciones que ayuden a atacar la adversidad desde la entraña.
Una de estas propuestas consiste en instalar sensores y cámaras que brinden a los conductores y peatones información en tiempo real sobre la situación del tránsito con el fin de favorecer una movilidad más fluida.
Otra consiste en implementar servicios de automóvil compartido, el cual permite a las personas alquilar un coche por un determinado tiempo, con lo que se contribuye a reducir el número de vehículos particulares y, por consiguiente, la contaminación, el ruido y la congestión vial.
Una propuesta más estriba en generar peajes urbanos que cobren una tarifa a los vehículos particulares para poder transitar durante determinadas horas. La finalidad, desde luego, es motivar el uso del transporte público o el transporte compartido.
Finalmente, otra sugerencia radica en legislar y favorecer la cultura del pedaleo. Hoy en día unos 2,500 millones de personas en el mundo utilizan la bicicleta como medio de transporte. Esta elección mejora la calidad de vida al reducir la contaminación y el ruido, además de que significa un ejercicio altamente benéfico para la salud.