Una reacción natural del organismo para defenderse de preocupaciones intensas, excesivas y persistentes podría convertirse en una patología.
LA PRIMERA VEZ que Laura tuvo una crisis de ansiedad fue una tarde mientras caminaba del trabajo a su casa. Todo comenzó cuando una preocupación laboral invadió su mente y, de pronto, sintió dificultades para respirar, un aumento en el ritmo cardiaco y sudoración.
Después de unos minutos, las sensaciones disminuyeron y Laura no volvió a pensar en lo que sucedió por un tiempo. Al ser una persona que en ocasiones tiene presión baja, asumió que el malestar que tuvo aquella tarde estaba relacionado con ello.
El maestro en psicología y académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Salvador Chavarría señala que cualquier pensamiento angustiante puede convertirse en una crisis de ansiedad.
Laura no tenía idea de que lo que sintió aquella tarde era ansiedad, provocada por el estrés de su vida laboral.
La ansiedad, al igual que el miedo, es una reacción natural del organismo para defenderse de preocupaciones intensas, excesivas y persistentes; sin embargo, existe el riesgo de que se convierta en una patología.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos de ansiedad tienen una prevalencia promedio del 12 por ciento en la población adulta, la cual aumenta con la presencia de estrés en la vida de las personas, sobre todo entre los 15 y los 45 años de edad, y es un padecimiento más común en las mujeres. En México, la OMS ha identificado una prevalencia de trastornos de ansiedad en el 14.3 por ciento de la población.
De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el 75 por ciento de los mexicanos padece fatiga por estrés laboral, superando así a países como China y Estados Unidos. Este tipo de estrés se caracteriza por surgir de la creciente presión en el entorno laboral, lo que provoca la saturación física o mental del trabajador, generando consecuencias que afectan su salud, así como su entorno más próximo.
A largo plazo, el estrés laboral puede provocar la reducción de la productividad de las personas, un descenso en su calidad de vida, problemas de salud física o mental, trastornos de depresión y ansiedad, problemas familiares e, incluso, riesgos de alcoholismo u otras adicciones.
DE LA ANSIEDAD AL PÁNICO
Meses después de su primera crisis de ansiedad, Laura tuvo un segundo episodio en el que los síntomas fueron más intensos: esta vez, a las dificultades para respirar, el aumento de ritmo cardiaco y la sudoración se sumó la sensación de que iba a desmayarse y la invadió el temor de que algo malo le estuviera sucediendo, sentía que estaba a punto de morir.
Al paso de los minutos, Laura se tranquilizó y poco a poco las sensaciones cesaron, y aunque se sintió débil, pudo continuar con sus actividades cotidianas. Sin embargo, meses después, mientras se dirigía al trabajo, volvió a presentar la misma sintomatología, y este episodio de angustia y malestar físico duró una semana.
“Eran sensaciones desesperantes porque, aunque estaba consciente de que era algo que se detonaba ante una preocupación y para que se disiparan los síntomas solo debía calmarme, era muy difícil. Después de una semana con malestar físico llegué a pensar que, si no lograba sentirme mejor, prefería suicidarme”, cuenta Laura.
Aunque la ansiedad está relacionada con el miedo y las fobias, explica Salvador Chavarría, este trastorno se caracteriza porque aquello que detona la angustia de la persona no es una situación o hecho concreto, sino el temor o sufrimiento “de un peligro real o imaginario difuso, que nuestra mente nos dice que va a suceder”.
Los síntomas más comunes de la ansiedad son: nerviosismo, agitación o tensión; sensación de peligro o pánico; respiración acelerada; sudoración; temblores; sensación de cansancio o debilidad; problemas para dejar de pensar en aquello que provoca la angustia; insomnio; malestar estomacal; boca reseca, y sensación de hormigueo.
Después de esa crisis, Laura decidió acudir al médico, donde confirmaron que lo que le sucedía era un episodio de ansiedad, dentro del que se presentaron ataques de pánico. La solución fue acudir a sesiones de terapia, donde recibió apoyo para aprender a manejar mejor el estrés.
Además del trastorno de ansiedad generalizada y crónica, existen otros tipos de ansiedad con diferentes síntomas y de variada intensidad. Uno de los más recurrentes es el trastorno de pánico, que se caracteriza por la aparición súbita de la sensación de terror y malestar intensos que alcanza su nivel máximo en cuestión de minutos.
Palpitaciones, sudores, temblores, escalofríos, sensación de ahogo, vista nublada y malestar abdominal son algunos de los síntomas que aparecen acompañados del miedo a morir o a volverse loco, lo que provoca que las personas que lo experimentan se muestren continuamente intranquilas por la aparición de nuevas crisis de pánico.
De hecho, es el temor a la muerte y a volverse loco lo que caracteriza este tipo de ansiedad. Eso fue lo que a Karina le permitió identificar que tenía ataques de pánico. Al principio confundió la fatiga y taquicardia que sentía con síntomas de un padecimiento que ya vivía, pero de pronto tuvo la sensación de que podía sufrir un infarto, lo que incrementó su miedo y sus crisis de ansiedad.
“Me daba mucha angustia empezar a sentir cómo se aceleraban mis pulsaciones y se me hizo una obsesión estarlas revisando para saber que no iba a tener un episodio de ansiedad. Una vez me dieron muchas ganas de llorar y estuve llorando por más de dos horas. Pensaba que me iba a morir”, cuenta Karina.
Para identificar que lo que sufría era ansiedad tuvo que leer acerca de sus síntomas en internet, ahora explica que en cuanto supo de lo que se trataba comenzó a practicar técnicas de relajación para tranquilizarse, también buscó una aplicación del celular para aprender a controlar su respiración. Ahora tenía la certeza de que lo que le sucedía no le iba a provocar la muerte.
EXPERIENCIAS TRAUMÁTICAS Y ANSIEDAD
La ansiedad también puede manifestarse a través de fobias específicas, cuando la persona desarrolla un miedo desproporcionado y persistente hacia objetos y situaciones en particular, y se caracteriza porque estos temores son más intensos que el peligro real de lo que sucede.
Montserrat vivió una crisis de ansiedad que la llevó a evitar salir sola a la calle luego de que un hombre la acosó cerca de su casa. Esa mañana ella había salido de su domicilio para realizarse unos estudios médicos. Mientras caminaba por la calle, un hombre se acercó en su automóvil y le pidió indicaciones para encontrar un sitio. Ella le explicó y luego se percató de que el hombre estaba masturbándose dentro del vehículo, por lo que se alejó rápidamente.
La joven cuenta que, después de lo ocurrido, experimentó tristeza y coraje, y posteriormente tuvo temor de salir a la calle.
“Sentía miedo, como si mi casa fuera el único lugar seguro. Mi calle y sus alrededores, que conozco bien, me daban miedo, me sudaban las manos y me provocaba jalarme la ropa”, narra.
Para ella fue difícil identificar lo que le sucedía, y supo que eran ataques de ansiedad cuando acudió con una psicóloga.
“Ha sido un proceso, lento pero seguro, me pusieron ejercicios de respiración, aunque los más difíciles fueron los de confianza en mí. La psicóloga me dejaba tareas de hacer actividades que no había hecho antes, como salir al cine o a comer sola y me explicó que era para vencer el miedo y la incertidumbre que tenía para transitar a la calma”, explica Montserrat.
El tipo de ansiedad que ella experimentó fue agorafobia, que se caracteriza porque las personas viven con un miedo intenso ante la posibilidad de encontrarse solos en espacios abiertos.
Otras manifestaciones son la ansiedad social, caracterizada por un miedo persistente a situaciones sociales por temor a que resulten embarazosas; el estrés postraumático, que se da luego de que las personas vivieron eventos en los que sintieron temor, lo que les provoca estrés de encontrarse nuevamente en peligro, y la neurosis obsesivo-compulsiva, que se presenta como pensamientos y sentimientos (obsesiones) que generan impulsos de hacer algo una y otra vez (compulsiones).
También están el trastorno de ansiedad por separación, cuando las personas temen separarse de su familia o conocidos ante la preocupación de que algo malo les suceda, y el miedo a hablar en público, que puede ir desde un ligero nerviosismo a una experiencia paralizante y de pánico.
Además de estos tipos, Salvador Chavarría indica que las personas pueden experimentar ansiedad y ataques de pánico constantes si utilizan sustancias tóxicas (drogas) o algunos medicamentos. En este caso, los síntomas aparecen con la abstinencia y, una vez interrumpido el consumo, estos tienden a disminuir.
¿QUÉ CAUSA LA ANSIEDAD?
De acuerdo con Chavarría, no hay causas específicas para los trastornos de ansiedad, aunque algunas experiencias de vida, la vivencia de acontecimientos traumáticos y la acumulación de estrés favorecen su desarrollo. Para algunas personas, la ansiedad puede estar relacionada con un problema de salud oculto, como enfermedades cardiacas, diabetes, problemas de tiroides, trastornos respiratorios o el consumo de drogas.
En el caso de las mujeres, la ansiedad puede aparecer especialmente en días previos a la menstruación, como parte del síndrome premenstrual, debido a que esta sensación se incrementa con los excesos de estrógeno y la deficiencia de progesterona.
Un episodio de ansiedad puede durar unas horas y prolongarse hasta seis meses antes de considerarse “crónica”. Chavarría recomienda que las personas pidan apoyo de profesionales de la salud mental en cualquier momento en que sientan que las sensaciones resultan incontrolables e intolerables y comienzan a afectar el desarrollo de las actividades cotidianas.
Aunque la ansiedad “tiene que ver con la forma en que comprendemos la realidad, con distorsiones cognitivas”, Chavarría explica que esta puede complicarse, lo que deviene en otros trastornos mentales y físicos como la depresión, problemas para dormir, padecimientos estomacales y problemas cardiacos.
ALIMENTACIÓN Y EJERCICIO, ALIADOS CONTRA LA ANSIEDAD
Cada tipo de ansiedad implica un tratamiento distinto, aunque hay algunas recomendaciones generales para disminuir los síntomas y controlar la aparición de estos episodios. Chavarría recomienda que las personas realicen ejercicios de respiración y relajación, que traten de identificar las situaciones que producen la ansiedad y que imaginen formas de enfrentarse a ellas. Además, recomienda la práctica de actividad física.
Otra manera de disminuir la ansiedad es cambiando los hábitos alimenticios. De acuerdo con la doctora en neurociencias y nutrióloga Sandra Martínez, la disminución en el consumo de alimentos estimulantes y el aumento en la ingesta de aquellos ricos en Omega 3 mejora la salud mental de las personas.
Los productos que se recomienda evitar son: bebidas estimulantes como el café y el té, tabaco, bebidas alcohólicas, drogas, bebidas muy azucaradas (refrescos), alimentos con grasas saturadas y grasas animales en exceso.
Los alimentos que se recomienda consumir son: cereales integrales, legumbres, carnes magras, pescado, semillas y frutos secos, chocolate amargo y alimentos ricos en vitamina C.
Sin embargo, Chavarría recomienda a las personas que tengan episodios de ansiedad, y que esta les esté causando problemas para llevar su vida cotidiana, que busquen apoyo psicológico y médico, pues en algunas ocasiones es necesario que las personas lleven un tratamiento con medicamentos ansiolíticos para tratarla.