*Poco o casi nada está planeado para que se desplacen de manera segura y se queda en el tintero la inclusión social
Golpes, raspones, caídas… Todo está a la orden del día cuando se vive con una discapacidad visual –total o parcial— y se camina por las calles del centro de la ciudad y, si el traslado se realiza entre las colonias populares, aumenta el riesgo.
“Las banquetas no están parejas o están quebradas, hay muchos registros del agua que están destapados y en éstos caen, hasta quienes sí ven. También hay botes de basura, postes del alumbrado público, hidrantes y casetas de teléfono distribuidos a medio camino y uno choca con éstos porque con el bastón no lo detectas, te das cuentas hasta que topas incluso con los señalamientos viales”, reclama Gerardo Martínez Martínez, invidente de 45 años de edad.
Desde hace 20 años, su visión disminuyó al grado de requerir del bastón guía ante el avance de una retinosis pigmentaria, enfermedad genética que afecta la capacidad de la retina para responder a la luz y progresivamente termina con la visibilidad.
De acuerdo con el Artículo 6º de la Ley para la Inclusión y el Desarrollo de las Personas con Discapacidad para el Estado de Chihuahua, son obstáculos para el libre desplazamiento: las aceras o banquetas sin rampas; coladeras, sumideros o bocas de alcantarillas; teléfonos públicos; tensores para postes; contenedores para depósito de basura; puestos ambulantes fijos y semifijos; semáforos y toda clase de herramientas de tránsito y vialidad, tales como banderolas, postes, cadenas y en general, anuncios que limitan el tránsito peatonal.
Asimismo, el uso de banquetas y postes adaptados como estacionamientos para bicicletas, motocicletas, diablitos, carretillas y la expansión de comercios establecidos sobre aceras y cualquier otro objeto que dificulte, entorpezca o impida el libre tránsito.
Incluso, la Ley de Vialidad y Tránsito para el Estado de Chihuahua en su Artículo 62, señala la preferencia a peatones y personas con discapacidad en el uso de la vía pública, eliminando cualquier obstáculo que se interponga para la libre circulación y el desplazamiento entre calles y avenidas, otorgándoles además el derecho de contar con señalamiento vial visual, auditivo y táctil, de conformidad con la Ley para la Inclusión.
No obstante, la falta de planeación urbana orilla a que personas como Gerardo se jueguen la vida al atravesar una calle o transitar por las banquetas.
“Una vez veníamos caminando mi novia y yo, aquí por la calle Aldama entre la Séptima y la Neri Santos, bien tranquilos y ella cayó en un registro, cayó completa (entre risas) y a mí por la misma inercia me jaló al piso con ella, salieron los dueños del local a ver en qué nos ayudaban y nos sacaron. Pero eso no es raro, es de lo más común en la zona del centro”.
Añade que “en las colonias es rifártela, a parar el oído y ponerte al cien porque es muy peligroso atravesar avenidas como la 20 de Noviembre o la Ocampo, la misma Once y la Tecnológico, olvídate, ahí sí tienes que poner todos tus sentidos para detectar cuándo cruzar porque vienen de un lado y otro, unos más dan vuelta y aparte están los que van muy rápido”.
Muchos tratan de ayudar en cuanto notan que no ves –subraya Gerardo— pero otros son indiferentes, lo cual atribuye a la desinformación de enfermedades, “no sólo se nace así”, y a la ignorancia de lo que esto representa para alguien que vive en una ciudad que no está pensada para personas con discapacidades.
“Se desconciertan y a veces se enojan porque al tratar de ayudar a un invidente, éste los rechaza pero en primer lugar, reacciona así porque no sabe si lo están auxiliando, tratando de asaltar o agredir, y en segundo lugar, a nadie le agrada exhibirse, lo vean tropezar o caer ni por ello, ser tratado de manera lastimosa”.
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