Durante tres años, la directora Pamela Yates y su equipo documentaron la lucha de los pueblos mayas en Guatemala por la defensa de sus tierras. En ese documental aparece una de las voces más fuertes de esta lucha, la de la antropóloga y activista por los derechos humanos en Guatemala Irma Alicia Velásquez Nimantuj.
Irma es maya k’iche’ y en el documental funge como narradora principal. A través de sus palabras es la responsable de mantener el hilo conductor, desde el principio hasta el final. Este trabajo, bajo la dirección de Yates, precede a dos películas más de Guatemala relacionadas con las luchas y resistencias indígenas.
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500 años, una vida en resistencia, está narrado en español y tres lenguas indígenas: ixil, k’iche’ y kaqchikel. En él se presenta la resistencia de diversos pueblos hermanos indígenas en diferentes momentos, sectores y zonas de Guatemala.
El documental se estrenó en Estados Unidos, en el Festival de Cine Sundance. Este año, durante la gira de documentales emprendida por Ambulante, la voz de Irma, en representación del pueblo guatemalteco, estará resonando en las múltiples presentaciones del documental en los ocho estados en los que tendrá lugar el festival.
Hasta ahora, Irma Nimatuj es la primera mujer k’iche’ en obtener un doctorado en ciencias sociales, además de tener el grado de antropóloga social, escritora y periodista maya-k’iche’, título que obtuvo en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Es autora de libros relacionados con los pueblos indígenas y su lucha por la tierra en Guatemala; además, trabajó para Prensa Libre y fue directora del semanario El Quetzalteco. Nimantuj también fue directora del Mecanismo de los Pueblos Indígenas Oxlajuj Tz’ikin y durante un año asesoró a pueblos y mujeres indígenas para las Américas y el Caribe en ONU Mujeres.
—Irma, ¿por qué hay que ver el documental 500 Años, una vida en resistencia?
—500 años… narra la resistencia de la juventud en 2015, cuando el presidente Pérez Molina fue sacado del poder por corrupción. Ahí se pueden ver las capacidades de formar alianzas para buscar la construcción de una nación.
—¿Por qué es importante hablar de esa violencia?
—En el sur de México y Guatemala habitan más de 20 millones de hombres y mujeres indígenas con diversas capacidades y una enorme historia; sin embargo, las cuestiones socioeconómicas obligan a estas poblaciones a migrar. Si hacemos un análisis de los migrantes en Estados Unidos, del 100 por ciento de guatemaltecos 60 son indígenas, eso significa que también ese país se está modificando. Tú escuchas hoy, en Estados Unidos, hablar el k’iche’, q’anjob’al y el achi. Ves a la gente reproduciendo su cultura en esos espacios porque les ha tocado dejar su tierra original.
—¿La lucha indígena está destinada a perpetuarse?
—Creo que es una lucha permanente. La resistencia no solo está en un documental, está dentro de un país, buscando que la justicia se materialice, que la corrupción pare y que todos estos recursos que se roban los políticos puedan realmente ser distribuidos. En el sur de México y Guatemala, Centroamérica y América del sur tenemos todo para ser felices, sin embargo, la riqueza sigue concentrada. Ese es nuestro gran desafío.
—¿Qué le falta a la sociedad para reclamar lo que se le ha quitado durante años?
—Necesitamos que las áreas urbanas se conciencien. Cuando todas estas familias (de la caravana migrante) se van a Estados Unidos pierde todo el país, porque se está yendo su fuerza fundamental, entonces perdemos todos con la migración y tenemos que trabajar por esto.
—¿Qué le espera a Irma en los siguientes años?
—Soy antropóloga social y trabajo haciendo peritajes en los juicios de transición, juicios de justicia transicional; he estado en todos esos juicios en Guatemala que han llevado a la cárcel a los militares responsables de genocidio, a los militares responsables de violencia sexual contra las mujeres y responsables también de delitos contra la humanidad. Sigo trabajando con la población, con mi gente.