Expertos internacionales consideran que en el país caribeño no solo está en disputa el modelo político, sino también el acceso a materias primas a mediano y largo plazo.
EL CISMA y la crispación política que se vive en Venezuela ha dado lugar a expresiones como las de un grupo de hombres de ese país que, recientemente, vía un video que se viralizó en las redes sociales, ofreció al presidente Donald Trump construir y pintar el muro en la frontera con México, a cambio de que “saque al presidente Maduro y a sus lacayos ladrones”.
Al mismo tiempo, se han intensificado los llamados a que el gobierno mexicano tome una posición en el conflicto.
Al margen de esas peculiares expresiones sociopolíticas, Venezuela es una nación donde está en juego no solo el futuro de sus 31 millones de habitantes, sino de varias de las materias primas más cotizadas del planeta.
Indicadores del Banco Mundial ubican a Venezuela como un país de ingresos medios altos. Bien dotado de recursos naturales, posee las reservas de petróleo más cuantiosas del mundo, una de las más importantes de oro y coltán, así como otras materias primas que hacen de ese territorio un gigante potencial económicamente hablando.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha certificado que Venezuela tiene las mayores reservas petroleras del mundo: se estiman en más de 300,000 millones de barriles de crudo, más de lo que reúnen juntos el continente americano y la región Asia-Pacífico, y solo seguido por Arabia Saudita, que cuenta con 266,000 millones de barriles.
La nación venezolana se perfila como la segunda reserva mundial de oro, estimado hasta ahora en unas 7,000 toneladas.
Sus minas poseen, además, un mineral negro y opaco que en este siglo XXI es básico para la tecnología: el coltán —una combinación de columbita y tantalita que es indispensable para fabricar teléfonos móviles, smartphones y dispositivos electrónicos portátiles—. Basta decir que cada teléfono inteligente que usamos requiere de tántalo, extraído precisamente del coltán. De hecho, en 2018 Venezuela comenzó sus exportaciones de este mineral hacia Europa, sobre una reserva que lo encamina a convertirse en el mayor productor del hemisferio occidental.
Sus reservas de gas natural rondan los 202 billones de pies cúbicos. E igual de valiosas son las de uranio, diamantes, esmeraldas, otras piedras preciosas y especialmente agua, mucha agua.
Ante este vasto patrimonio de recursos naturales, lo que está en disputa en Venezuela, al parecer, no es solo su modelo político, sino “el equilibrio o desequilibrio en el acceso a materias primas a mediano y largo plazo, en una pugna entre las viejas potencias occidentales y el mundo emergente”, considera el sociólogo y analista Franco Vielma. Es así como también se puede explicar, según el también magíster en comunicación política de la Universidad Politécnica Territorial de Mérida, Kleber Ramírez, “la relación que Venezuela ha desarrollado con Rusia, China e India, su actual tercer comprador de petróleo”.
CONTRAPESO VS. EQUILIBRIO
Franco Vielma explica que, en los últimos 20 años, la relación comercial de Venezuela, que hasta entonces era casi exclusiva con Estados Unidos y Europa, se fue perfilando e incrementando hacia otros frentes. “Ese es el asunto de fondo: si Venezuela vuelve a la órbita estadounidense ello condicionaría severamente el acceso de ciertos países a los recursos de Venezuela y se produciría una ruptura en los equilibrios globales que hoy hacen contrapeso a las inercias impuestas por Occidente”.
Entrevistado vía telefónica por Newsweek México, observa desde Caracas que, en la actualidad, Venezuela lidia con la debilidad estructural de ser aún un país-mina: “Tiene un modelo rentista que le ha condicionado su propio desarrollo. Y su relación comercial es reflejo de esa tendencia; ha servido para acentuar la dependencia del país en la importación de bienes y ello caracteriza su economía de despacho casi exclusivo de crudo y otros derivados”.
En el petróleo Venezuela tiene su buena estrella, pero también su karma. Y es que esta es “la mercancía más importante del planeta, la que sirve para el control de absolutamente todo, porque producción, consumo, movimiento, patrón tecnológico, todo se rige por el petróleo”, explica por su parte la economista Ana Esther Ceceña Martorella, doctora en relaciones económicas internacionales por la Universidad París-Sorbona.
Uno de sus principales activos es Petróleos de Venezuela (PDVSA) —fundado en 1976—, el conglomerado de producción de crudo, gas, división marina, ingeniería y construcción, comercio, agrícola y desarrollos urbanos, con operaciones, además de Venezuela, en Estados Unidos, el Caribe y diversos países europeos donde tiene empresas directas, mixtas y como accionista en diversas compañías.
Similar a lo que Pemex representa para México, PDVSA es el corazón de la economía venezolana, y debido a ello, la importante caída que ha registrado en sus ingresos se ha resentido en todo el país.
Entre las causas, explica Franco Vielma, “desde hace años Estados Unidos vetó a Venezuela de acceder al mercado estadounidense de diluyentes de crudo, insumos, repuestos y tecnologías para el procesamiento y refinación de crudo venezolano. Y ello ha acelerado el deterioro de la industria.
“Veámoslo así: Venezuela, que durante cien años tuvo una dependencia total en todos los aspectos inherentes al desarrollo petrolero y las tecnologías estadounidenses, ahora lidia con las retaliaciones por actuar soberanamente sobre su recurso. No hay refinerías en Venezuela, oleoductos, terminales de despacho de crudo, pozos petroleros, etcétera, que no tengan componentes tecnológicos estadounidenses. El parque industrial del cual Venezuela se ha surtido esta en Texas y el Golfo de México. Y para Venezuela ese circuito está cerrado”.
La situación se avista más grave a partir de que, a finales de enero, Estados Unidos congeló todos los bienes y cuentas venezolanas en su territorio, incluida la filial de PDVSA, CITGO Petroleum Corporation, que allí posee tres refinerías y más de 6,000 gasolineras.
Ello podría incidir en otros rubros del comercio internacional, ya que barcos con petróleo venezolano con destino a Estados Unidos han comenzado a enfrentar dificultades para ingresar en ese territorio, lo que dificulta su cruce por el Golfo de México.
POSICIÓN ESTRATÉGICA
Estados Unidos cuenta con sus propias reservas de petróleo y una amplia infraestructura para su procesamiento, junto con mercados internacionales de los cuales echa mano para cubrir su consumo interno, como países de Oriente Medio o el propio México. Sin embargo, algunos expertos plantean que el principal interés del gobierno estadounidense en Venezuela es el petróleo, más allá del día a día que viven sus ciudadanos.
La posición geopolítica de Venezuela es, además, estratégica para Estados Unidos, de acuerdo con Ana Esther Ceceña, quien coordina el Observatorio Latinoamericano de Geopolítica.
Así lo explica: “Para Estados Unidos, tener en su continente, donde es la gran potencia, reservas petroleras de ese tamaño es fundamental, porque le permite pensarse frente al resto del mundo como una tremenda fuerza con posibilidades incluso de enfrentar guerras durante tiempo prolongado, contando con las condiciones suficientes no solamente para mantener esas guerras, sino para movilizar armas y lo que sea”.
La internacionalista observa que si bien Estados Unidos tiene en su territorio petróleo y lo puede traer de muchas otras partes del mundo, las distancias geográficas influyen: “El petróleo de Oriente Medio es un petróleo lejano y en condiciones de rutas complicadas por la propia guerra en aquella región; en cambio, el petróleo venezolano está muy cerca, muy a la mano; y como está al lado del Canal de Panamá es un petróleo que puede abastecer perfectamente tanto el este como el oeste de Estados Unidos… Entonces, es un petróleo, en esa medida, muy codiciado”.
Desde su óptica geopolítica, considera que Estados Unidos ha pensado que el continente americano es como su bastión: “Pues es un petróleo que tienen dentro de su propio territorio y los cálculos que hacen de su abastecimiento siempre tienen en cuenta que, de lo que hay en América Latina, siempre pueden disponer con relativa facilidad, no así quizá petróleo de otros lugares. Eso le daría una condición de relativa invulnerabilidad frente al resto del mundo, mucho mayor a la que tiene ahora”.
MÁS ALLÁ DEL ‘PEAK OIL’
Casi como espejo de México, depender del petróleo como bastión de su economía —en algún tiempo financió con este el 70 por ciento del gasto social— se tornó también traspiés para el país caribeño.
El desacierto de la economía venezolana, considera Franco Vielma, “es el desacierto histórico de la profundización del modelo rentista petrolero. Es un karma con el que el país lidia con fuerza desde hace 70 años. Es la causa de las exuberantes bonanzas y severas crisis que ha conocido el país. Sobre este modelo se construye un tejido económico parasitario y dependiente de la renta petrolera. Ello generó una inercia en la que hasta la empresa privada se ha acomodado para captar renta, sin generar bienes para exportar y romper el ciclo”.
Irónicamente, de ese modelo económico tiene México su ventaja. Altamente dependiente de su industria petrolera, donde la empresa privada venezolana apenas genera 3 por ciento de las exportaciones en el país, México le vende a Venezuela cereales, harinas, lácteos, hortalizas, plantas, grasas y aceites, máquinas, carnes, pescados, productos químicos orgánicos, vidrio, detergentes, manufacturas de hierro o acero, cobre, productos de la industria química, sal, yesos, cales y cementos, entre otros.
México importa desde Venezuela papel, cartón y manufacturas de pasta de celulosa, aluminio y sus manufacturas, semillas, frutos oleaginosos, madera, carbón vegetal, detergentes, caucho, entre otros.
Considerando el volumen comercial entre ambas naciones, en un artículo publicado en la revista de Bancomext, en 2014, el estadista Juan Pablo Góngora identificó a Venezuela como el socio comercial número 23 más importante para México a escala mundial y el octavo en América Latina. Y a Venezuela como el noveno país receptor de mercancías provenientes de México.
Sobre las relaciones comerciales entre ambos países, Franco Vielma explica que la propia inercia en la producción interna “ha marcado el dinamismo que ha habido en las relaciones comerciales con México, de donde Venezuela se ha surtido para paliar un déficit de productividad interna, que se produjo con la caída del precio del crudo, pues la empresa privada en Venezuela depende de la paternal renta en divisas asignada por el Estado”.
Más allá del oro negro, dice Vielma, Venezuela posee un potencial enorme en industria: “Creo que al finalizar el peak oil y que ocurra el declive de las tecnologías petroleras, algunos países del Golfo Pérsico volverán a la época de arena y camellos, mientras que Venezuela tendrá mucho con qué maniobrar ese momento. Sus recursos minerales, pero, sobre todo, una industria incipiente, que no termina de desarrollarse a plenitud, son esos factores de posibilidad. Es una industria de ensamblaje, altamente dependiente del mercado externo de insumos”.
Si Venezuela logra desarrollar sus cadenas productivas para generar bienes con valor agregado, en lugar de materias primas, evalúa, “sería un país tan industrializado como Argentina. Mientras, continúa desarrollando sus activos alternativos al petróleo de manera simultánea”.
Pero para eso falta mucho; principalmente, que el país evite una ocupación que se avista cada vez más acechante, con ejercicios militares por todo el Caribe y el camuflaje de ayuda humanitaria que entra por Colombia.
¿GUERRA CONTINENTAL?
Lo que hoy vive Venezuela, explica Ana Esther Ceceña, “es una política de guerra difusa, de guerra reptante que va entrando poco a poco para carcomer las condiciones de vida de la población y con eso fragilizar y tirar al gobierno”.
Al respecto, alerta: “La guerra en Venezuela implica una guerra continental, porque las guerras no tienen fronteras y tampoco se detienen en las fronteras”. Considera que una posible guerra civil ya armada o una ocupación militar en Venezuela “implica guerra en todo el continente, empezando por allí, pero irradiando hacia el resto”.
En su opinión, la actual situación del país venezolano es “absolutamente inducida” y similar a la que se estableció en México “con esta famosa guerra contra el narco, que lo que hizo fue romper todo el tejido social, crear condiciones de impunidad absoluta y de saqueo total”. Estas condiciones, considera, propician que el ciudadano viva permanentemente en peligro de muerte en sus actividades cotidianas.
Y esa es la manera en la que, en el siglo XXI, afirma Ceceña, “se crean las condiciones para estas guerras modernas”.
Las condiciones que, considera, se están creando no solo en Venezuela, sino en muchos lugares de América Latina, refieren “redes de narcotráfico y redes de venta de armas entrando por todos lados a destruir el tejido comunitario, el tejido social”.
Lo anterior, concluye, es “como prender una chispita en una pradera seca; o se inicia en Venezuela, pero se nos va rapidísimo al resto del continente, porque todo el continente es rico y Estados Unidos piensa que puede disponer de él y sus riquezas para afianzar su posición hegemónica frente al resto del mundo”.