Muchos mexicanos asumimos que la cancelación del proyecto y construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México necesariamente habría de significar un grave daño a las finanzas del país.
Y puede ser que así sea, pues los especialistas han documentado los costos que esta decisión podría acarrear. El propio excandidato presidencial, José Antonio Meade,rompió las redes sociales publicando sus propias estimaciones plasmadas en una servilleta para demostrar que la cancelación nos costaría cosa de 145 mil millones de dólares, según dijo.
La danza de cifras es abundante y no suelen ser coincidentes, por lo que no es posible establecer con certeza el costo de la insólita determinación unilateral de López Obrador. Por más que sostenga que todo es producto de una supuesta consulta pública, sabemos bien que aquello fue solo un ocioso ejercicio de simulación para apuntalar socialmente la decisión que ya se había tomado con antelación.
Si bien no sabemos exactamente cuánto constará la desafortunada decisión, es verdad que, hasta el momento, la economía nacional no se ha derrumbado como consecuencia directa o indirecta de la cancelación de la megaobra, como muchos presagiaban.
Es verdad que a un importante segmento de la población nos provocó molestia y desazón la infame ocurrencia de anular aquel proyecto, puesto que nos daba la sensación de que el nuevo aeropuerto sería signo y muestra inequívoca del desarrollo del país.
Contar con una terminal aérea del calibre proyectado a muchos nos parecía algo sumamente trascendente que provocaría el impulso del desarrollo nacional y colocaría a México como ejemplo de infraestructura en toda Latinoamérica. Por lo tanto, la cancelación de la obra se relaciona con todo lo contrario: retornar al pasado, convertirnos en una nación condenada al subdesarrollo y presentarnos al mundo como una república “bananera” que no respeta sus compromisos contractuales.
Desafortunadamente la decisión prevaleció tal como ya lo había proyectado López Obrador desde su candidatura y es un hecho que no habrá aeropuerto en Texcoco. Lo que también es cierto es que, por sí sola, la determinación de cancelar la obra no ha sido un factor que incida de manera rotunda en la situación económica nacional. Parece que la situación macroeconómica no se ha desfondado tal como se habría imaginado y hasta deseado por muchos mexicanos contrarios a las políticas de López Obrador.
Lejos de la debacle económica nacional, parece que el trago amargo del aeropuerto ha pasado y poco a poco deja de ser tema. Desde luego, el asunto de la escasez de gasolinas y la supuesta lucha contra el robo de combustibles ha privado en el ánimo nacional durante al menos las últimas dos semanas; después de todo, la falta de gasolina sí afecta a los ciudadanos directamente, no como la cancelación del aeropuerto, que es algo que finalmente no nos estropea el día a día.
Sin embargo, parece que en materia económica los planetas se alinean para López Obrador. De acuerdo con el análisis de Luis Miguel González de El Economista, el peso se ha fortalecido últimamente frente al dólar y el gobierno de López Obrador ha conseguido colocar su primer bono por dos mil millones de dólares a un plazo de diez años (El Economista, 17/01/2019).
¿A qué obedecen tales circunstancias favorables? ¿Todo se debe a las acciones impuestas por López Obrador y su gabinete económico? No hay una respuesta contundente para sostenerlo o negarlo, lo cierto es que, según explica el especialista, parece que el gobierno mexicano se está viendo favorecido por la liquidez que existe en el mercado internacional.
Fuera de México, la confianza en nuestro país prevalece a pesar de quienes imaginamos que la cancelación del aeropuerto sería el acabose. La realidad es que por causas ajenas a estas circunstancias internas, el dólar se ha debilitado frente a diversas monedas, principalmente ante el peso, y mucho tiene que ver el hecho de que la Reserva Federal estadounidense no prevé incrementos en las tasas de interés.
En cambio, el Banco de México ofrece altas tasas de interés para esos dólares, lo que ha generado una entrada masiva de esta moneda. Ello, aunado a lo que se ha vendido como un presupuesto equilibrado, ha generado cierta atmósfera de confianza en nuestro país.
Los economistas saben que las circunstancias actuales bien pueden cambiar en cualquier momento y que 2019 será un año complicado. Lo deseable, en todo caso, es que persista el crecimiento económico, si bien no a los niveles que promete López Obrador, cuando menos si dentro del 2% de los últimos años. Ya con que no baje de este nivel es ganancia.
La errática estrategia para controlar el robo de combustibles puede socavar este buen momento. Más vale que el régimen de López Obrador no fuerce mucho más las cosas y desista de recargar el peso de la medida en la gente, sin que, hasta el momento haya indicios de que también estén sufriendo los delincuentes ‘huachicoleros’.