Oaxaca posee 35 “armas” contra el cambio climático: las 35 razas de maíces criollos que se encuentran a lo largo y ancho del territorio estatal. Estas plantas por su milenario origen son capaces de contrarrestar plagas, sequías, e incluso solubilizar fósforo o fijar nitrógeno; además de ser una opción viable para la autosuficiencia alimentaria.
Así lo afirma el investigador titular del Campo Experimental Valles Centrales del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) en Oaxaca y responsable del Banco de Germoplasma de especies nativas del estado, Flavio Aragón Cuevas.
En entrevista, sostiene que la biodiversidad es el camino para hacer frente a los efectos de las variaciones de temperaturas que se registran en el mundo, por lo que a través de la selección de semillas que han realizado los grupos indígenas durante siglos, se ha logrado mejorar la calidad de los maíces nativos.
“México es país de origen del maíz. En las cuevas de Guila Naquitz, ubicadas en Oaxaca, fueron encontrados los restos más antiguos de semillas de teocintle –antecesor del maíz–, con unos seis mil quinientos años de antigüedad y calabaza con más de 10 mil años”, refiere.
Y abunda que a lo largo y ancho del territorio nacional se tiene registro de 59 razas de maíz, de las que 35 están en Oaxaca, de ahí la importancia de la biodiversidad en la entidad, misma que afirma el investigador, se ha conservado por la selección de semilla que realizan los campesinos y la adaptan a los cambios que se registran en materia climática o de plagas.
Añade que con el apoyo del Instituto y los campesinos, se ha logrado el “mejoramiento participativo”, consistente en el involucramiento de los productores para mejorar el maíz, a partir de la selección de la semilla criolla.
El maíz nativo, asegura, puede dar respuesta al déficit alimentario del país, ya que actualmente se importan entre 13 y 14 millones de toneladas del grano procedente de Estados Unidos.
El ingeniero agrónomo con especialidad en fitotecnia por la Universidad Autónoma Chapingo, afirma que el INIFAP en coordinación con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y agricultores, han consolidado un mejoramiento genético participativo del maíz criollo, sin incorporar materiales transgénicos.
El proyecto, refiere, ubicado en áreas marginadas del estado e impulsado con pequeños agricultores, ha dado “a luz” a variedades como Belatovei (grano de color rojo) –sembrado en la región de Valles Centrales–, mismo que tolera la sequía y tiene antocianinas, el cual además, es apreciado en la alta cocina.
El Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS), afirma, ha dado registro al maíz azul VC-42, mismo que se caracteriza por tener antioxidantes naturales, precocidad en su producción y tolerancia a sequía.
Mientras que, añade, está en proceso de registro la variedad VC-40 de grano amarillo, aunado a los trabajos de mejoramiento en Santiago Yaitepec de la clase “Comiteco”; además de las razas “Tuxpeño”, “Olotutillo” y “Conejo”, de la región de la Costa.
El investigador agrega que en la actualidad, si bien existe la pretensión de introducir maíces transgénicos, también hay un boom de las especies nativas, que consiste en aprovechar la biodiversidad y la calidad de los granos nativos.
Además de la selección y mejoramiento genético de los maíces criollos, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias también ha puesto en marcha una estrategia para la conservación de las especies, a través de la recolección sistemática de la diversidad y el resguardo ex situ e in situ, lo cual permite hace frente a los desastres naturales y/o sociales.
En el banco de Germoplasma de especies nativas de Oaxaca (Bageno), afirma Aragón Cuevas, se tienen bajo resguardo en una cámara fría, alrededor de dos mil tipos de semillas de maíz, frijol, calabaza, chile y algodón, entre otras especies.
Además de contar en Oaxaca con 11 bancos comunitarios de semillas que funcionan mediante la participación activa de los mismos productores que los alimentan con sus propias semillas, y en caso de requerirlas, piden prestadas para llevar a cabo su siembra.
Explica que los campesinos no compran semilla cada temporada, sino que la obtienen de su propia cosecha, lo que representa un enorme ahorro. Ya que anualmente en México se siembran alrededor de cinco millones de hectáreas con maíces criollos o nativos.
“Bajo el sistema tradicional, el productor no desembolsa dinero para la compra de semilla, y por eso se han impartido cursos de capacitación para que hagan una mejor selección y conservación de su semilla, y de esta manera pueden tener mejores variedades, adaptadas a sus condiciones locales, asegurando su permanencia por muchos años”, indica.