Todos los días Tamara Soberanes le pide a su hermana que memorice la ropa que lleva y recuerde sus tatuajes por si tiene que ir a reconocer sus restos a una morgue, en caso de que se convierta en una víctima más de feminicidas del municipio mexicano de Ecatepec.
En México, la campaña de denuncias de acoso y abusos sexuales #MeToo (#YoTambién), que surgió hace un año en Estados Unidos y acabó con la carrera del productor de cine estadounidense Harvey Weinstein, tuvo solo algunos destellos en México.
La actriz mexicana Karla Souza denunció que había sido víctima de un director de cine en los inicios de su carrera, y aunque no mencionó ningún nombre, Televisa cortó su contrato con Gustavo Loza, aunque él rechazó las acusaciones. Otra actriz y una famosa comediante señalaron también sin mencionar sus nombres a sus depredadores pero sin ningún resultado.
En 2010 Loza llamó a Souza, entonces de 25 años, para la serie “Los héroes del norte”, durante cuyo rodaje habría sido víctima del director en varias ocasiones.
“En una de esas veces me agredió violentamente y… Sí, me violó”, dijo Souza a la cadena CNN.
“Soy una persona que no tengo miedo porque no he hecho nada de lo que me pueda arrepentir”, reviró Loza, quien argumentó que tuvo una relación sentimental con la actriz, después se separaron y más adelante ella “regresó” para protagonizar la taquillera “Qué culpa tiene el niño” (2016).
– Con miedo a salir –
Al margen de ese caso, las agresiones contra mujeres continúan rampantes, consideran Tamara, de 27 años, y activistas.
Ella es madre de dos niñas de 12 y 4 años que están creciendo prácticamente encerradas “por precaución” ante los altos índices de inseguridad, y un niño con autismo de 10.
El padre de los niños por poco la mata a golpes hace un año y ahora a diario un hombre la acosa, siguiéndola a bordo de un moto taxi cuando lleva a su hijo a la escuela, y aunque lo ha denunciado, un juez local le dijo que “no es grave” y que volviera con él “cuando pase” algo peor.
El movimiento #MeToo intenta “visibilizar lo que son las violencias, pero se sigue sufriendo (…) los hombres siguen con la idea de que tienen un poder sobre nosotras”, dice Tamara entre el deambular de borrachos, en la plaza de Santa Clara Coatitla, Ecatepec, Estado de México, y custodiada por su padre y su hermana durante la entrevista.
“Vivir en el Estado de México es horrible, más en Ecatepec, tenemos autoridades a las que no les importa”, continúa después de describir cómo el día que el padre de sus hijos le pateó la cabeza varias veces los funcionarios del ministerio público la revictimizaron con obstáculos para asentar su denuncia y un médico forense la manoseó antes de acreditar sus graves heridas.
El miedo a salir de su casa es parte de la vida diaria de Tamara, una mujer morena, delgada y pequeña, que no puede dormir más de cuatro horas por ataques de pánico.
Una compañera de su hija más pequeña fue robada en el kínder, otra de la más grande desapareció y hace poco a una mujer le arrebataron a una menor en un mercado cercano, una cotidianidad que ha convertido a Ecatepec en uno de los lugares más peligrosos para las mujeres, añade Tamara, que teme que el acosador la secuestre y “tire por ahí” su cadáver.
– Brecha digital –
La campaña mundial para denunciar acosos y abusos sexuales tampoco ha tenido un sustancial anclaje en México por la falta de acceso a internet que padece el 51,5% de las mujeres, de acuerdo con un estudio de la organización Derechos Digitales difundido en abril pasado.
“Hay muchas mujeres agredidas en zonas rurales, hay muchas niñas que no se pueden conectar a una computadora tan fácilmente por la situación de desigualdad y de rezago social que viven”, recalca a la AFP María Salguero, creadora de un mapa que muestra por zonas los feminicidios de 2010 a la fecha.
Salguero, una geofísica de profesión, dice que diariamente en México son asesinadas 9,4 mujeres cada vez “con más saña”, basada en reportes periodísticos y cifras oficiales.
Los verdugos suelen abandonar los cuerpos de sus víctimas mujeres desnudos, en ríos amarrándoles objetos pesados para evitar que floten, incrustados, ocultos en las paredes, enterrados en sus propias recámaras o calcinados.
“En muchos lugares denunciar esta violencia se convierte en otro factor de que te vuelvan a violentar”, dice Manuel Amado, coordinador de la Red Denuncia Feminicidios Estado de México.
En “un grito de rabia”, feministas del colectivo “Red No Están Solas” encapuchadas irrumpieron en una obra de teatro para denunciar acoso sexual, abuso de poder y violación del director Felipe Oliva contra al menos 10 mujeres, pero la justicia decretó recientemente que no había delito que perseguir.