Sentados en el suelo de una mansión abandonada y aún en obras, un grupo de niños escucha atentamente la lección que les imparte su maestro en el aula de esta escuela improvisada al noroeste de Siria, país desgarrado por la guerra desde 2011.
Situada en una región al oeste de la provincia de Alepo dominada por las fuerzas rebeldes, la escuela “Brotes de Esperanza” abrió a inicios de septiembre y cuenta con cuatro maestros que se reparten los alrededor de 100 alumnos de entre 6 y 12 años.
Faltan pupitres, estanterías y hasta baños en esta opulenta mansión dejada a medio construir por la irrupción de la guerra. Al llegar, los alumnos se quitan los zapatos, se sientan sobre sábanas y alfombras de yute y colocan sus mochilas de colores a sus costados.
Algunos tienen la suerte de poder sentarse en una silla o un banco. En una de las aulas, con sus muros sin pintar y sus marcos de puerta y ventanas sin terminar, se ha colocado la única pizarra de la escuela.
La mayoría de los alumnos, e igualmente de los maestros, huyeron de sus hogares por la guerra para encontrar refugio en los territorios del noroeste controlados por los rebeldes sirios.
Algunos son originarios de la región de Guta Oriental, antiguo bastión de las fuerzas rebeldes situado cerca de Damasco, la capital, y recuperado en abril por las fuerzas del régimen de Bashar al Asad.
Alí Abel Jawad, de 11 años, es originaria de Guta.
“No es una escuela; no hay aulas, ni pupitres… nada. Nos sentamos en el suelo”, dijo.
En el patio, delante de la elegante fachada de piedra tallada, los alumnos corretean y un grupo de niñas hace corro alrededor de una fuente de la que no sale agua.
La mansión se encuentra en una zona aún dominada por los rebeldes pero vecina a las zonas controladas por Al Asad, al igual que a Idlib, el último bastión insurgente del noroeste, que ha estado estas ultimas semanas amenazado de una ofensiva del régimen.
Las escuelas en los territorios rebeldes reciben a menudo el apoyo de oenegés y de organizaciones internacionales, pero ya han sido víctimas de bombardeos del régimen de Al Asad.
“Siempre tenemos miedo de los bombardeos y de la situación en general”, reconoce el maestro Mohamed.
Unos tres millones de personas, la mitad de ellas desplazadas por la guerra, viven en la provincia de Idlib y en las áreas rebeldes vecinas de Hama, Alepo o Latakia, según la ONU.
El 17 de septiembre, Rusia, aliada del régimen de Al Asad, y Turquía, que apoya a la rebelión siria, anunciaron planes para crear una zona desmilitarizada, disipando miedos sobre un posible ataque del régimen contra los territorios insurgentes.
(Información de AFP).