Un plan para aumentar la edad de jubilación ha dado el más duro golpe a la popularidad de Vladimir Putin hasta ahora.
Era el otoño de 2005, y Vladimir Putin, en su segundo periodo como presidente ruso, sostenía una sesión televisada de preguntas y respuestas con la nación. Hacia el final del programa, una mujer madura le pidió que comentara sobre los informes de los medios de comunicación, según los cuales, el gobierno deseaba aumentar la edad en la que los ciudadanos rusos podían jubilarse y reclamar, como lo hacen casi todos ellos, una pensión estatal.
La pregunta era importante para Putin, cuya popularidad después de llegar al poder en el año 2000 se debía, en parte, al éxito que tuvo al asegurar que los adultos mayores recibirían su pensión completa y a tiempo, algo que pocas veces ocurría en el régimen de su predecesor, el presidente Boris Yeltsin.
Putin miró directamente a la cámara. “Me opongo a aumentar la edad de jubilación”, dijo, agitando su dedo índice para enfatizar sus palabras. “Y en tanto sea presidente, no se tomará esa decisión”.
Trece años después, Putin sigue siendo presidente, pero su promesa ha vuelto para acosarlo. El 14 de junio, su partido Rusia Unida, que está en el poder, introdujo una legislación para aumentar la edad de las personas para recibir la pensión estatal, que actualmente es una de las más bajas del mundo, de 60 a 65 años para los varones y de 55 a 63 para las mujeres. El aumento será incorporado gradualmente durante varios años, y las edades de algunas profesiones, entre ellas, la de los soldados y policías, permanecerán sin modificar.
Aun así, los cambios propuestos le han dado el mayor golpe a la popularidad de Putin hasta la fecha. El presidente, que goza de una abrumadora popularidad en su país al tiempo que Rusia genera unas relaciones cada vez más hostiles con Occidente, parece no tener un claro retorno a partir de este declive.
Esta acción representa el primer ajuste a las edades de jubilación, establecidas durante el régimen del dictador soviético Josef Stalin en la década de 1930. Aunque los asesores del gobierno habían instado al Kremlin a modificar el sistema de pensiones del país, diciendo que no era económicamente viable a largo plazo, una serie de líderes se habían mostrado reacios pues les preocupaba que se produjera una reacción en contra por parte del público. Aunque las pensiones estatales actuales son muy poco generosas, con un promedio de 200 dólares al mes, representan una tabla de salvación para millones de rusos que no cuentan con familiares que puedan darles un apoyo económico.
Para agravar la controversia, los planes del gobierno se anunciaron el día de la inauguración de la Copa Mundial de Fútbol de 2018, mientras la mayoría de los rusos estaban absortos viendo el primer juego de su selección, lo cual hizo que mucha gente afirmara que el estado trataba de ocultar la noticia.
Si esa fue la intención, entonces el plan fracasó: la medida desencadenó una oleada de ira y protestas a escala nacional, y la popularidad aparentemente inamovible de Putin, que ha sobrevivido a acusaciones de corrupción multimillonaria y al deterioro en los niveles de vida en años recientes, sufrió una paliza. En apenas dos semanas, sus índices de aprobación cayeron de 77 a 63 por ciento, de acuerdo con el Centro de Investigación de la Opinión Pública de Rusia, la empresa encuestadora dirigida por el Estado.
Es posible que esas cifras sigan siendo altas en comparación con los índices de aprobación promedio de los líderes occidentales, pero los analistas afirman que representan un declive preocupante para Putin, quien tiene el control total sobre los medios estatales. También son los índices más bajos del líder ruso desde el breve período que precedió a la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, tras lo cual la popularidad de Putin se fue a las nubes.
Las reformas propuestas son impopulares por varias razones, pero principalmente porque a muchos rusos les preocupa no vivir lo suficiente como para recibir sus pensiones. Aunque la esperanza de vida en Rusia va en aumento, para los hombres es de tan solo 66 años, y uno de cada 10 varones nunca llega a los 65, de acuerdo con la Confederación del Trabajo de Rusia, una alianza de sindicatos de trabajadores.
“No quiero morir en el trabajo”, se leía en un letrero sostenido por un manifestante en una reciente protesta realizada en Moscú. Aunque las mujeres rusas pueden esperar llegar a los 73 años, la amplia discriminación por motivos de edad significa que sus oportunidades de empleo serán limitadas una vez que lleguen a la madurez, y a algunas les preocupa que los nuevos planes signifiquen que podrían quedarse sin pensión o sin trabajo. “Temo por mi futuro si el gobierno aumenta la edad de jubilación”, dice Yulia Korzina, madre soltera de 40 años que vive en Moscú.
El Kremlin admite que Putin no cumplió su promesa, pero afirma que los cambiantes índices demográficos no le dejan otra opción. La población envejece rápidamente, y para 2044, el número de adultos mayores podría acercarse al de las personas que conforman la fuerza de trabajo, de acuerdo con pronósticos gubernamentales, lo cual pondría una enorme presión al presupuesto nacional. “Ningún país existe en el vacío”, dice Dmitry Peskov, vocero del Kremlin. El primer ministro Dmitry Medvedev señala que las reformas son “inevitables y debieron haberse adoptado desde hace mucho tiempo”.
No fue sino hasta el 20 de julio, más de un mes después de que se anunciaron los planes, que Putin finalmente comentó sobre las reformas propuestas. No le agradaban, pero no ofreció ninguna señal de que serían eliminadas. “Este es, desde luego, un tema delicado para la mayoría de nuestros ciudadanos”, dijo. “Pero [nuestra decisión] no debe basarse en emociones”.
Los rusos no están muy convencidos. En encuestas de opinión pública realizadas por el Centro Levada, una empresa encuestadora independiente con sede en Moscú, se indica que alrededor de 90 por ciento de los votantes están en contra de los planes, mientras que 40 por ciento indica que ya han salido a las calles para obligar al gobierno a dar marcha atrás. “Esto muestra la presencia de un gran descontento en la sociedad”, dice Lev Gudkov, director del Centro Levada.
Se trata de una explosión de ira. El 3 de agosto, estalló una bomba afuera de las oficinas del Fondo Nacional de Pensiones en Kaluga, una ciudad del poniente de Rusia, destruyendo parcialmente la entrada del edificio. Los medios estatales no informaron sobre la explosión, mientras que las noticias sobre el hecho fueron retiradas más tarde del sitio web de la estación de televisión regional que lo informó.
Decenas de miles de personas en toda Rusia, entre ellas, seguidores del Partido Comunista, miembros de sindicatos de trabajadores y activistas a favor de la democracia, han marchado para protestar contra las reformas a las pensiones. Y es probable que la magnitud de esas manifestaciones crezca en el otoño, cuando los rusos tradicionalmente regresan de vacaciones. Alexei Navalny, un prominente crítico del Kremlin, insta a realizar más protestas en todo el país contra los planes del gobierno este 9 de septiembre, el día en que los rusos votan en las elecciones de los parlamentos regionales y del alcalde de Moscú. “Aumentar la edad para recibir una pensión es un verdadero crimen”, dice Navalny. “No es más que el despojo de decenas de millones de personas, disfrazado de una reforma necesaria”.
Al Kremlin le preocupan tanto las protestas callejeras sobre el tema de las pensiones que ha pedido a los funcionarios que supervisen el estado de ánimo del público, informó recientemente el diario de negocios Vedomosti, citando fuentes cercanas a la administración presidencial.
A pesar de las protestas, el parlamento ruso aprobó la legislación en su primera lectura el 19 de julio. Sin embargo, el descontento por las reformas entre los miembros del partido obligó a Rusia Unida a ordenar a sus legisladores que votaran a favor de la controvertida política. Aun así, no faltaron los disidentes. Natalia Poklonskaya, una conocida legisladora de Rusia Unida, desafió las instrucciones y votó contra la legislación, mientras que otros ocho legisladores del partido gobernante no acudieron a votar.
Un número cada vez mayor de concejales y miembros de Rusia Unida también han expresado su oposición. “El programa del partido y la actividad de sus líderes ahora se dirigen contra su propia nación”, dice Nikolai Tarakhov, ex miembro de Rusia Unida que dejó el partido en protesta por las reformas a las pensiones. Informes de los medios de comunicación dicen que Putin y Medvedev son tan impopulares que a los funcionarios de Rusia Unida se les ha ordenado no utilizar sus imágenes en las campañas de solicitación de votos previas a las elecciones regionales del mes entrante.
Abbas Gallyamov, antiguo redactor de discursos del Kremlin convertido en analista político, señala que aún si Putin detiene las reformas a las pensiones, es probable que los votantes interpreten esto como una “retirada forzada”. Y esto, dice, podría dar un golpe fatal a su imagen como líder infalible: “Actualmente, no hay ninguna forma garantizada de salvar la popularidad de Putin”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek