Con los años, Andrea Gabilondo descubrió lo que significaba ser la hija de Cri Cri. Ella lo recuerda como a un padre con el que jugaba, aprendía y la invitaba a usar la imaginación. Puede ser que el talento y la creatividad no se hereden, pero Andrea es la muestra de que son virtudes que se enseñan.
ANDREA GABILONDO recuerda cómo de pequeña su madre insistía en que escuchara los cuentos de su padre en la radio. Ella prefería salir a patinar a la calle, pero esa no era una opción. Al recordar su infancia habla de cómo la gente constantemente se sorprendía y emocionaba cuando se enteraban de que ella era la hija del mismísimo Cri Cri, de ese que tanto gustaba a hijos y padres. Pero, sobre todo, recuerda los juegos que juntos inventaban en casa: Andrea se escondía debajo de una mesa para pensar en su personaje y cada vez que salía de su escondite tenía que inventar a un personaje distinto y representarlo para que su padre lo adivinara. Cuenta Andrea que fue así como inventaron juntos muchos personajes que nosotros conocemos.
Andrea Gabilondo se había prometido a sí misma no hacer nada con la música de su padre, pues sabía que él la había creado para que los niños, y adultos, usaran la imaginación. Con el tiempo lo ha reconsiderado, lo ha pensado mejor y ha encontrado una manera de presentar teatro con los cuentos y canciones de su padre, una puesta en escena que, dice, “deja mucho a la imaginación”.
En una casa en la colonia Del Valle y frente a un peluche con la figura del grillo Cri Cri, Andrea habla con Newsweek en Español, y nos cuenta lo que la llevó a rescatar la obra de su padre, Francisco Gabilondo Soler, mejor conocido como Cri Cri. “Esta obra tiene una historia muy larga. Hay una primera versión, que tiene poco que ver con la actual, pero fue esa la época en la que yo comencé a explorar lo que podía hacer con la música de mi papá.
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“Al principio no confiaba en que era yo la persona correcta para hacer algo con sus canciones. Entonces me vino algo a la mente: usar sus cuentos, los de la radio, esos que eran medio improvisados y en los que aparecen personajes nuevos, distintos a los de las canciones y que todavía tenían mucho que dar”, cuenta, y en su cara se nota una mezcla entre emoción y melancolía.
Andrea vive en Portugal y la primera vez que intentó realizar algo con los cuentos de su padre lo hizo allá, gracias al apoyo del Liceo de Cultura Portugués. La obra fue un éxito, aun cuando muchas personas en ese país europeo no conocían a Cri Cri, ni al Ratón Vaquero, ni al Grillo Cantor, ni sus canciones. Eso fue en 2007 y tuvieron que pasar diez años y muchas modificaciones a la obra para que pudieran traerla a México.
“Dejé madurar la idea y a partir de ese espacio nace la versión que verán en el Teatro Xola. Lo que hice fue conservar el formato de la radio: un cuento pequeño, que es la excusa que da pie a la canción. Eso es muy distinto a representar la canción, que es lo que han hecho otros y que, yo siento, se aleja mucho de lo que quería mi padre”, explica la exbailarina mexicana, y agrega que en esta obra conoceremos personajes que se perdieron con el tiempo.
Lo difícil de este trabajo es dejar cosas a la imaginación cuando estás montando una obra de teatro, opina. Andrea nos dice que lo más complicado fue el proceso de elegir vestuarios: “Había que dejar los personajes a la imaginación de los espectadores. Nada de botargas, de orejas, de bigotes y esas cosas. Todos los actores van vestidos de negro, pero los backs tienen mucho color. La idea es superestilizar a los personajes para que la gente pueda imaginar el gato que quiere o el perro que quiere. Visualmente el público tiene que imaginárselo”.
Me da curiosidad saber si Andrea se pregunta si su padre estaría de acuerdo con lo que ella hace con sus cuentos y su música. Se lo planteo directamente: “Siempre me pregunto eso, pero he llegado a la conclusión de que él estaría de acuerdo. Su música siempre se ha representado y la Muñeca Fea siempre es una muñeca de trapo fea, eso creo que no lo hubiera querido. En mi versión, la Muñeca Fea y el Ratón Vaquero no son personajes principales, solo interrumpen la obra en algún momento, y además les di la vuelta: el Ratón Vaquero es norteño y no gringo. Es modificar lo que estamos acostumbrados a ver y volver a imaginar a esos personajes comunes.
“Trabajar en esto me recuerda a mi padre. Y hay ratos, como cuando escribía un guion, por ejemplo, en los que me faltaba texto. Entonces recordaba todos los juegos con mi padre y de ahí sacaba más texto para la obra: de nuestros juegos, de lo que vivimos él y yo. Eso es algo nuevo que creo que le gustará a quienes disfrutaban de la música y los cuentos de mi padre”.
La obra se llama Tiliches, timbaches y cachivaches y, por el gran número de generaciones que han sido marcadas por la música de Cri Cri, es una obra pensada para niños y grandes. Andrea dice que “hay material que solo los adultos van a entender y otras cosas que harán reír solamente a los niños. Creo que mi padre marcó la infancia de muchas personas y por eso no es un espectáculo especialmente para los niños”.
Ahora el mundo ha cambiado, los contextos son otros, quizá los pequeños ya no entenderían muchas de las letras de las canciones de Cri Cri, por eso Andrea explica que se han hecho algunas actualizaciones: “Son cosas pequeñas, como en lugar de recibir una carta es un mensaje de Facebook. Pero más que ser temporal es teatro del absurdo, los personajes son todos locos y raros, es algo muy de Ionesco”.
La obra se presentará en el Teatro Xola durante los meses de abril y mayo, después estará de gira por la república mexicana.