William Blake vio el mundo en un grano de arena. Graham Pearson, quien enseña ciencias terrestres y atmosféricas en la Universidad de Alberta, visualiza en un mineral las pruebas de una teoría geológica de la que se ha sospechado desde hace mucho tiempo. Pero no se trata de cualquier mineral: Pearson tuvo esa revelación gracias a un cristal hallado cerca de la superficie de la tierra.
La fuente de la fascinación de Pearson es la perovskita de silicato de calcio que, según los científicos, es el cuarto mineral más abundante del planeta. Y esa abundancia se traduce en que dicho compuesto es crítico para el manto inferior de la Tierra, de manera que es motivo de gran interés para los geólogos. Ahora que, a pesar de su prevalencia, investigadores como Pearson nunca habían podido estudiar el compuesto. Es más, nadie lo había visto hasta ahora.
La razón es que la perovskita de silicato de calcio es completamente inestable en la superficie de la Tierra. El único lugar donde ese mineral esencial existe, normalmente, yace a unos 645 kilómetros bajo el suelo, donde la presión mantiene apretujados sus componentes. Solo había una manera de hacer que se mantuviera lo bastante estable para que los científicos lo estudiaran, y para ello había que preservarlo en un “contenedor inflexible, como un diamante”, explica Pearson.
Fue, justamente allí, donde lo encontraron Pearson y un equipo de investigadores internacionales: en un diamante de la mina Cullinan, en Sudáfrica, famosa porque produjo dos de los diamantes más grandes de las joyas de la corona británica.
Nester Korolev, becario postdoctoral en la Universidad de Columbia Británica, dijo que haber encontrado el extraño mineral fue “una absoluta sorpresa”. Y en un artículo publicado en una edición de marzo de la revista Nature, los autores señalaron que también les permitió verificar una teoría sobre el movimiento de la corteza terrestre.
En una declaración sobre el descubrimiento, Pearson dijo que los diamantes “son formas, realmente únicas, de ver lo que hay en la Tierra”. Un estudio detallado de esta gema específica, con su inclusión de perovskita de silicato de calcio, reveló un pasado inusual. Los investigadores dedujeron que el diamante se formó cuando un fragmento de la corteza oceánica se hundió unos 800 kilómetros bajo la superficie del planeta, hasta el manto inferior, donde estuvo sometido a más de 24,000 millones de pascales de presión (más o menos el equivalente a la presión que ejercería una pila de 240,000 millones de hojas de papel, suficientes para aplastar acero). De manera gradual, el diamante ascendió llevando en su interior un poco del manto inferior y, a la larga, terminó a unos 800 metros por debajo de la superficie de la Tierra.
Se sospechaba que semejante reciclaje ocurría —una porción de corteza terrestre que desciende al manto y luego, vuelve a subir—, pero nunca se había confirmado. No obstante, Pearson afirma que la composición específica de la perovskita encontrada en el diamante “aporta una prueba fundamental sobre el destino de las placas oceánicas cuando descienden a las profundidades de la Tierra”. Lo mismo aplica a la existencia de perovskita de silicato de calcio que, en opinión de los investigadores, compone más de 90 por ciento del manto inferior, si bien nunca se le ha visto. Pero ahora, están seguros de que existe.
Pearson describe el descubrimiento como “un buen ejemplo de cómo funciona la ciencia”. También podría llamarlo un hallazgo único.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek