Un año después de que Donald Trump asumiera el cargo, la derecha alternativa parece tener problemas, y muchos de sus líderes no lo vieron venir.
“¡Salve, Trump!”, bramó Richard Spencer. “¡Salve, nuestro pueblo! ¡Salve, la victoria!”. Era noviembre de 2016, poco después de la victoria presidencial de Donald Trump, y Spencer, quizá la figura mejor conocida en Estados Unidos de la llamada derecha alternativa, le hablaba a un público lleno de nacionalistas blancos en Washington, D. C. Un fragmento del discurso, publicado primero por The Atlantic, se hizo viral y parecía confirmar los peores miedos de muchos críticos de Trump: que el presidente electo había empoderado a un movimiento marginal de racistas radicales de derecha, y lo lanzó a la fama.
Pero menos de 18 meses después, el 5 de marzo de 2018, Spencer habló frente a otro público de partidarios con mentalidad afín, esta vez en la Universidad Estatal de Michigan. Solo que ahora el público era más pequeño que aquel en D. C., y Spencer parecía mucho menos triunfante. “Tendremos que sufrir estos dolores de parto para convertirnos en un movimiento real”, dijo Spencer, refiriéndose al público diseminado. Afuera, un puñado de personas autoproclamadas como neonazis peleaba con un grupo mucho más grande de manifestantes con inclinaciones de izquierda.
Sin embargo, tal vez lo más notable del evento de Spencer en East Lansing fue quien no se presentó. Kyle Bristow, el abogado de Spencer, quien lo ayudó a asegurar el compromiso para su discurso, no estaba allí. Había renunciado públicamente al movimiento días antes. También brilló por su ausencia Mike Peinovich, un presentador de podcast y aliado de Spencer que habla frecuentemente de teorías de conspiraciones judías. Otro aliado de Spencer, Elliott Kline, tampoco estuvo allí. No ha hecho una aparición en público desde febrero, cuando un artículo en The New York Times pareció mostrar que había mentido con respecto a su servicio en Irak (no respondió a una solicitud de comentarios). Incluso el Daily Stormer, un sitio web neonazi que fue crucial en la promoción de discursos anteriores de Spencer, se negó a cubrirlo; en su lugar, su página de inicio presentaba un artículo ridiculizando los Óscar.
Más de un año después de la victoria de Trump, el movimiento de la derecha alternativa podría tener problemas. La coalición, que otrora parecía tan formidable, ahora parece dividida en luchas internas, mientras que su presencia en línea ha menguado a causa de que Twitter y otras plataformas mediáticas han purgado sus cuentas más influyentes por producir contenido ofensivo. Mientras tanto, algunos analistas dicen que los encuentros violentos del movimiento con manifestantes con inclinaciones de izquierda han llegado a eclipsar la mayoría de lo que la derecha alternativa esperaba lograr cuando Trump asumió el poder.
Las cosas parecían diferentes en agosto pasado. En el mitin “Unamos a la derecha” en Charlottesville, Virginia, más de mil hombres blancos convergieron para protestar por la remoción de una estatua que honraba al general confederado Robert E. Lee. Manifestantes opuestos se presentaron, y los dos bandos chocaron. En el ínterin, James Fields, un joven de 20 años con opiniones de extrema derecha, supuestamente mató a Heather Heyer, una manifestante, cuando embistió a una multitud con su auto. La mayoría de la prensa tradicional estaba en choque, y Mike Signer, alcalde de Charlottesville, lo llamó un festival que celebraba “los elementos absolutamente peores” de la sociedad.
Trump tomó un enfoque diferente. “Había un grupo en un lado que era malo, y había un grupo en el otro lado que también era muy violento”, comentó Trump sobre el mitin. Luego añadió: “[También] había gente que son muy buenas personas en ambos bandos”.
Desde Charlottesville, la mayoría de los republicanos en puestos públicos trataron de distanciarse de la derecha alternativa. Y para cuando Spencer visitó la Estatal de Michigan, el grupo había sufrido una serie de reveses. Primero fue su compromiso para dar un discurso en la Universidad de Florida en octubre de 2017, donde la policía acusó a tres de sus partidarios de intento de homicidio después de que uno de ellos disparó con una pistola en la dirección de una multitud. Luego fue el evento Las Vidas de los Blancos Importan en Tennessee más tarde ese mes, donde una multitud de neonazis y nacionalistas blancos fueron superados en número por dos a uno por los manifestantes opuestos, suscitando un debate en el movimiento sobre cómo la derecha alternativa debería presentarse a sí misma.
Y luego hubo el desastre por la muerte de Kate Steinle, una californiana blanca de 32 años. Un inmigrante indocumentado mexicano, llamado José Inés García Zárate, fue exonerado de homicidio en la muerte de la mujer, y alrededor de 20 neonazis y nacionalistas blancos, muchos de ellos presentes en Charlottesville, hicieron un mitin enfrente de la Casa Blanca en diciembre para expresar su ira por el veredicto. Spencer, Peinovich y otras figuras de la derecha alternativa dieron discursos. Debió ser un gran momento para el movimiento, dicen los analistas, sobre todo porque Trump había mencionado el caso de Steinle durante su campaña. Pero un grupo diverso de manifestantes antifascistas acallaron con sus gritos al grupo más pequeño de hombres blancos, y la policía de D. C. los escoltó fuera del lugar después de menos de media hora. La cobertura mediática fue prácticamente inexistente.
Los críticos señalaron que la derecha alternativa no es un movimiento nuevo, solo una versión con nombre diferente de distintos grupos de odio que han estado embrollados en divisiones por décadas. Así, el frente unificado que Estados Unidos vio desplegarse en Charlottesville es una anomalía. “Es históricamente típico tener fracturas en los movimientos de supremacistas blancos”, dice Carla Hill de la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés), una organización que monitorea grupos de odio. “Te hace preguntarte si en realidad estuvieron unidos en primer lugar”.
Mientras tanto, activistas antifascistas, o antifa, argumentan que merecen crédito por el reciente fracaso de eventos de la derecha alternativa. Mark Bray, un activista, académico y autor de Antifa, The Anti-Fascist Handbook, dice que el final del primer año de Trump lo dejó sintiéndose “optimista” de que los supremacistas blancos ya no pudieran organizarse efectivamente en público. Dice que Charlottesville y los deslucidos mítines posteriores mostraron que estos eventos inevitablemente llevaban a arrestos, reveses y luchas internas.
Los liberales e incluso algunos en la extrema izquierda han criticado las tácticas de antifa. El escritor Noam Chomsky las llamó “un regalo importante para la derecha, incluida la derecha militante, quienes están eufóricos”, sugiriendo que incentivan el reclutamiento de la derecha extrema y les dan a las agencias de gobierno una excusa para reprimir a activistas con inclinaciones de izquierda.
Pero algunas figuras clave de la derecha radical comentan que sus oponentes han afectado a su movimiento. “Los de antifa han tenido bastante éxito en lograr lo que [los liberales tradicionales] no pueden”, escribió Matt Parrott, cofundador del grupo neonazi Partido Tradicionalista de los Trabajadores y quien renunció a sus deberes como líder a mediados de marzo, en un foro popular de la derecha alternativa después del evento de Spencer. “Ellos desmoralizaron y discapacitaron a la mayoría de la derecha alternativa, sacándola de las calles y las plazas públicas”.
Incluso Spencer dijo algo similar después de su charla en la Estatal de Michigan, afirmando que antifa está “ganando”. Publicó un video en la madrugada del 11 de marzo en el cual reconoció que la reacción opuesta de los administradores de la universidad y de antifa le dificultaban el continuar tratando de hablar en colegios como lo tenía planeado. Comentó que la situación lo obligó a reconsiderar por completo su enfoque para construir el movimiento. “El hecho es que las cosas están difíciles”, dijo él.
Pero la derecha alternativa parece reacia a admitir que sus propias acciones y retórica podrían estar alejando a los reclutas, comentan algunos observadores. En diciembre, Christopher Cantwell, quien actualmente está bajo arresto domiciliario en Virginia por cargos de asalto agravado por supuestamente usar gas lacrimógeno y gas pimienta en el mitin de Charlottesville, recibió a Andrew Auernheimer en su podcast, Radical Agenda. Aproximadamente 40 minutos de iniciada su plática, Auernheimer, el hombre encargado de manejar los aspectos técnicos del Daily Stormer, pareció pedir el asesinato de personas judías en represalia porque su sitio web fue retirado de internet después de Charlottesville. La diatriba incluso pareció pasmar a Cantwell. “Alguien tiene que hacer algo”, dijo Auernheimer, refiriéndose a las élites judías que él cree que han colaborado en censurar su derecho a la libertad de expresión (se negó a comentar para este artículo). “Si no nos permiten disentir pacíficamente, entonces nuestra única opción es asesinarlos. Matar a sus hijos”.
No es mera bravata. Han aumentado los incidentes violentos que involucran a aquellos con nexos con la derecha alternativa. Previamente este año, la ADL anunció que 2017 fue el quinto año más mortal en cuanto a violencia extremista desde 1970, y que el extremismo de derecha fue responsable de 71 por ciento de los homicidios cometidos. En comparación, los militantes islamistas fueron responsables de 26 por ciento de las muertes.
La violencia parece haber puesto nerviosos a los líderes de la derecha alternativa, quienes han hecho una prioridad el tratar de reclutar a conservadores blancos respetuosos de la ley para el movimiento. Brad Griffin, un miembro franco del movimiento, recientemente condenó a Auernheimer y sus elogios pasados al grupo neonazi Atomwaffen Division en un foro público de internet. Lo acusó de hacerlos parecer peligrosos a él y otros.
A Kit O’Connell, un escritor domiciliado en Texas y activista antifascista, le preocupa que se esté formando lo que llama un fenómeno de “rata arrinconada”, en el que los reclutas de la derecha alternativa pierden la esperanza de tratar de construir un movimiento político duradero y, como alternativa, simplemente desatan la violencia.
Arrinconada o no, el sueño de la derecha alternativa de una utopía blanca autoritaria sigue vivo. Identity Evropa, un grupo nacionalista blanco que marchó en Charlottesville, atrajo tres veces más gente que Spencer en la Estatal de Michigan para una conferencia en Nashville, Tennessee, el 10 de marzo. Ese grupo se ha enfocado enérgicamente en campus universitarios, donde el reclutamiento de supremacistas blancos está en aumento, señalan los investigadores.
Aun así, como lo admitió Spencer en su video del 11 de marzo: “Ahora estamos en algo que se siente muchísimo como una lucha dura. Y las victorias no se dan fácilmente”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek