La primera visita de Trump a California estuvo rodeada de cuestionamientos, dada la relación de tensión que existe entre el mandatario y el estado que ha recurrido a tribunales para hacer frente a sus embates.
Para activistas, fue solamente un teatro político y una oportunidad para tomarse una fotografía frente a su obra, los ocho prototipos de lo que podría ser su legado. Para otros, un plan para satisfacer a su base y otras voces aprovecharon para recordar al presidente que San Diego es más que solamente un muro.
La insistencia del presidente Donald Trump por construir un nuevo muro entre México y Estados Unidos sigue intacta.
La Casa Blanca no tiene el presupuesto para su construcción, ni la certeza de votos que necesitaría en el Congreso.
Desde ahí, a unos metros de la barda primaria que divide a San Diego de Tijuana, hiciera de nuevo el llamado para que legisladores incluyan al muro, que se estima podría costar más de 21 mil millones de dólares, en un proyecto de presupuesto.
La llegada a California, estado que en 2016 perdió por más de 4 millones de votos, se dio en una época de máxima fricción, que quedó reflejada en una demanda interpuesta por el gobierno federal que alega que las normas estatales ponen en riesgo a la seguridad pública e impiden que agentes migratorios hagan su trabajo.
De entrada, el presidente quiere que se prohíban fondos federales a “jurisdicciones santuario”, en alusión a las recién adoptadas políticas de California para limitar la colaboración entre departamentos de policía y autoridades migratorias.
Durante su discurso en la región, Trump mantiene que “criminales” toman refugio en “ciudades santuario”, argumento que California ha rechazado, pues se insiste en que estas leyes son necesarias para no perder la confianza de comunidades migrantes y frenar la deportación de quienes no han cometido delitos graves.
En el “estado dorado” han dicho que no tienen miedo a su demanda, e incluso, el gobernador Jerry Brown piensa que el litigio será más largo que los días de Donald Trump en la Casa Blanca.
El muro y las críticas al estado encabezaron uno de sus dos discursos durante su corta estancia en San Diego; mientras, a kilómetros de distancia de los prototipos, funcionarios, líderes electos y defensores de derechos humanos se congregaron en rechazo a su visita.
“Viene de manera muy oportunista a tomarse la fotografía frente a los prototipos y de esa forma, presionar al Congreso para que se vea con las manos atadas y le dé fondos para que construya su muro”, consideró Pedro Ríos, director del Comité de Amigos Americanos de San Diego.
La asambleísta de California, Lorena González, no dejó pasar el hecho de que la visita coincidió con una muy reñida elección especial por el Congreso en Pennsylvania. “[Trump] espera estar en las noticias cuando su base de derecha salga a votar”.
Al cierre de edición, el demócrata Conor Lamb aventajaba por la mínima al aspirante republicano Rick Saccone, lo que aún sin resultado oficial representa un duro golpe para Trump dado que este ganó dicho distrito en 2016 por más de 20 puntos porcentuales.
Otros líderes preferían que durante este encuentro, el presidente se hubiera enfocado en otros temas.
El senador de California, Ben Hueso calificó la visita de “un truco político”, y esperó que la próxima vez, “se tome el tiempo de notar los aspectos más destacados de nuestra cooperación binacional”, citando el cruce internacional de San Ysidro, como motor económico.
Otro tema que el legislador considera que quedó pendiente, es el de las aguas negras que llegan de México hacia las costas de California.
Por su parte, Jerry Sanders, presidente de la Cámara de Comercio Regional de San Diego apreció el “interés del presidente en la región fronteriza y su seguridad”, pero se inclinó por destacar la necesidad de mejorar la infraestructura en los puertos de entrada a Estados Unidos y el libre comercio como catalizadores de desarrollo económico.
“La ineficiencia de nuestros puertos de entrada cuesta a nuestro país 7 mil 200 millones de dólares cada año. El invertir en nuestros puertos de entrada no solo genera empleos, sino que es la forma más rentable de lograr la seguridad fronteriza”.
En su discurso enfocado a la frontera, el presidente habló de la relación bilateral pero en materia de seguridad.
Del lado mexicano se reunieron manifestantes de grupos como Ángeles sin Frontera, prensa y vecinos curiosos que hasta se subieron al techo de sus casas para intentar ver al polémico mandatario mientras evaluaba los prototipos del muro, e incluso, para tomarse fotos con el operativo de fondo.
Los cánticos de “¡No al muro, no al muro!” no llegaron hasta sus oídos. Estuvo blindado de ambos lados de la valla que divide ambas naciones.
En San Diego, la policía se había preparado para manifestaciones masivas y confrontaciones violentas pero estas no se dieron.
Para evitar cualquier problema, se colocó a los simpatizantes de un lado de la calle y a los opositores del presidente del otro. Hubo fuertes expresiones e insultos de orilla a orilla, pero nada que requiriera la intervención de los decenas de policías que custodiaban al acceso hacia la zona en que se encuentran los prototipos.
En medio de ellos, el convoy del presidente Donald Trump entró y salió. Acompañado de los aplausos de sus simpatizantes y los reclamos de sus detractores.
*Con información de Elizabeth Rosales