En 1860, el barco negrero Clotilda hizo su último viaje de África Occidental a Alabama, transportando 110 personas para ser vendidas como esclavos. Pero en algún momento después de que el barco ancló, su capitán, William Foster, y su socio comercial, Timothy Meaher, entraron en pánico. El tráfico humano había sido ilegal desde 1808, y los preocupaba que los atraparan. Así, quemaron el barco y dejaron hundirse sus restos, según la bitácora de Foster, el cual consideraba perdido el navío… hasta ahora.
En octubre pasado, Ben Raines, un reportero del sitio web noticioso de Alabama AL.com, le preguntó a Russell Ladd, quien vive cerca de los lodosos remansos donde se hundió el Clotilda, qué sabía sobre el paradero del barco. La familia de Ladd ha trabajado en seguros navieros y vivió en Mobile por décadas; poseen una porción de tierra, accesible solo en bote, a unos 13 kilómetros al norte de la ciudad. Ladd le dijo a Raines que, cuando era niño, su padre a menudo señalaba el barco negrero cuando iban a pescar. “Con la marea baja”, dijo, según el recuento del reportero, “veíamos este barco calcinado, y mi padre y sus amigos decían: ‘Allí está el Clotilda’”.
Raines contactó a John Bratten y Greg Cook, arqueólogos marítimos de la Universidad de West Florida, para que investigaran si esos restos calcinados eran en verdad del Clotilda. La tormenta “bomba ciclónica”, a principios de 2018, provocó una marea baja inusual, con lo que reveló algo de hierro y trozos de madera. Bratten dice a Newsweek que vio una yuxtaposición perturbadora el día de su investigación: un cielo hermoso cortado por el vuelo de las águilas y los halietos coronaba el escenario del sur del delta. Pero, añade, “empiezas a pensar: ¿cuántas personas fueron metidas a bordo de este barco?”
Bratten y Cook, quienes han excavado barcos desde la bahía de Pensacola hasta la costa de África Occidental, dicen que la evidencia preliminar indica que estos restos eran parte del Clotilda; para empezar, se ven quemados, verificando lo que Foster registró en su bitácora. El reporte de Raines de la examinación preliminar señaló que la ubicación también encaja con el recuento del capitán. La jarcia del navío y los tornillos pasadores de hierro sugieren que el barco pudo haber portado madera antes de transportar carga humana, un detalle que encaja con la historia conocida del Clotilda. “Muchas cosas están alineándose”, dice Cook.
Los naufragios son en cierta forma comunes a lo largo de la línea costera de Estados Unidos. Por ello, los investigadores son cautelosos con respecto a afirmar la identidad del barco. Aun cuando nada de lo que hallaron Bratten y Cook prueba lo contrario, Cook dice que no pueden estar seguros sin más investigación. “Tenemos que hace una especie de labor detectivesca”.
Que eso suceda es incierto. El equipo espera hacer una excavación total antes de la confirmación, pero ello requiere de permisos y mucho financiamiento. Bratten dice que toda labor detectivesca empezaría por hablar con los descendientes de los hombres y mujeres que estuvieron cautivos en el barco. Podrían empezar con la familia de Cudjo Lewis, quien fue transportado a Estados Unidos en el último viaje del barco, el último sobreviviente conocido del comercio transatlántico de esclavos en el país. Lewis vivió en Mobile hasta su muerte en 1935, a los 94 años.
Por ahora, ejemplos de historia dan algunos indicios de cómo se veía el Clotilda. Bratten, quien dirige el departamento de antropología de la Universidad de Florida, dice que la cubierta habría tenido unos 30 metros de largo. Los toneles vacíos de comida y agua, junto con las particiones y plataformas, se habrían quemado en el fuego.
¿Qué hay del gran sufrimiento que soportó la carga humana del barco? Este permanece marcado en la memoria colectiva del país.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek