Cada paciente que muere en el Centenario Hospital Miguel Hidalgo y dona sus órganos y tejidos provoca una “danza” a su alrededor, en la que participa todo el personal.
Ese ceremonial culmina con la dignificación de su cuerpo antes del último encuentro con sus familiares.
“La donación es una danza. Cuando los familiares nos dan el sí, el hospital gira en torno a ese paciente, nadie recibe un mejor cuidado que el donador: todo se monitorea, todo se checa, todo el tiempo está acompañado”, comenta Mariana Peláez García, una de las psicóloga que participa en el proyecto de Dignificación del Cuerpo que inició a principios de 2017.
Con Mariana, en el proyecto participan la psicóloga Laura Itzel Márquez Salinas, ambas egresadas de la Universidad Cuauhtémoc, y René Martínez Ávila, especialista en enfermería, psicología y tanatología.
Juntos, acompañan en el camino a los donadores y sus familiares. Los potenciales donadores son pacientes en terapia intensiva. Por lo general, sufrieron un traumatismo craneoencefálico y han sido o pueden ser diagnosticados con muerte cerebral y paro cardiorespiratorio. Mariana, Itzel y René acompañan a los familiares de estas personas, que tendrán la de cisión de donar o no los órganos y tejidos de su ser querido.
La labor más intensa comienza cuando inicia la muerte cerebral. Por protocolo, al dar la noticia a los familiares, los médicos del hospital deben preguntarles si estarían dispuestos a ser donadores cuando médicamente ya no haya nada más
por hacer por el paciente.
René Martínez comenta que, generalmente, cuando les explican que la donación multiorgánica implica un beneficio para más de 12 personas, los familiares acceden a donar. Los riñones, en particular, suelen donarse a pacientes de Aguascalientes, mientras que el corazón, las córneas, el hígado, pulmones, la piel y los huesos benefician a quienes los necesitan en todo el país.
Una vez que la familia acepta la donación, empieza un proceso que puede llevar hasta 72 horas de trabajo administrativo y médico.
“Tenemos familias con un alto fenómeno de migración. A nosotros nos toca asistir incluso en las llama- das telefónicas, cuando van a anunciar la muerte a nuestros compatriotas que están en otro país trabajando porque ya no van a alcanzar presencialmente a despedirse”, explica.
“Se hace una última despedida. Por todo el pasillo de terapia intensiva salen todos los médicos, enfermeras, personal de limpieza, todos los que lo hayan tratado y lo despiden con aplausos hasta que llega al quirófano”, relata.
Antes de iniciar el proceso de extracción de órganos, el personal médico dedica un momento de silencio y lee algunas reflexiones en torno al acto de la donación y lo que significa para la familia doliente haber aceptado.
El equipo de psicología concluye el proceso de dignificación con un momento muy especial. Bañan el cuerpo, lo peinan, lo perfuman, lo visten y lo dejan en las mejores condiciones para que cuando la familia lo vea se sienta con la confianza de abrazarlo, besarlo, tocarlo, despedirse de él en toda la extensión de la palabra.
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