En el mediano plazo no se vislumbra que haya las bases para superarlos. Además, el problema de la seguridad afecta la libertad de los mexicanos y con ello, la evolución económica.
A lo largo de los últimos 36 años los gobiernos y el congreso mexicanos han logrado establecer las bases suficientes para que los fundamentales de la economía presupongan la prevalencia de estabilidad macroeconómica antes, durante y después de las elecciones federales de este año. Inclusive puede suponerse con cierta certeza que, aun después del cambio de gobierno, esta estabilidad no será alterada con el resultado sea cual sea, de las elecciones.
Desde 1982 se ha hecho un esfuerzo considerable para que, por un lado, la política monetaria se lleve a cabo con plena autonomía a través de un razonable control de la inflación y una metódica y transparente medición de ésta, vía el Banco de México —Banxico— y el Instituto Nacional de Geografía e Informática —INEGI— respectivamente. Por el otro lado, y aunque de una manera menos eficiente que el control de la inflación, la política fiscal ha avanzado en el establecimiento de una cierta disciplina aun cuando, todavía hay mucho espacio para avanzar en el establecimiento una mayor eficiencia en el ejercicio del gasto público.
La autonomía monetaria y la disciplina fiscal son sin lugar a duda, la principal fortaleza de la economía. No obstante, estos dos elementos no son como no lo han sido, suficientes tanto como para permitir el superar los grandes rezagos económicos que se tienen como para permitir, ampliar las bases para generar niveles de crecimiento superiores a los 2.5 por ciento que se han tenido como promedio en estas tres y media décadas.
La llegada a la presidencia de los EE. UU. de Donald Trump debe obligar a nuestro país a repensar su política de apertura comercial y de tendencia inercial a integrarse de manera casi exclusiva con Norteamérica.
En efecto, luego de que en 1982 se tomó la decisión de abandonar un modelo económico orientado hacia adentro y asistir a la apertura comercial y expandir los mercados comerciales hacia el exterior, la realidad geográfica y cultural nos ha llevado a tener una vasta red de tratados de libre comercio al mismo tiempo que se concentra la mayor parte del comercio internacional sólo con EE. UU.
Al poner sobre la mesa la decisión de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte —TLCAN—, el presidente Trump sin pretenderlo, nos está haciendo el favor empujarnos hacia la búsqueda de nuevos mercados con quienes podamos comprar y vender productos y servicios y con ello, diversificar nuestra exposición al riesgo comercial por la extrema dependencia de nuestro comercio internacional hacia con EE. UU.
Lo que no buscamos en décadas hoy nos vemos ante el reto de encontrarlo en unos pocos años, so pena se sufrir serios desbalances en nuestra balanza comercial. Este es uno de los grandes retos a los que se enfrenta nuestra economía, no sólo lograr que permanezca el TLCAN en los mejores términos posibles, sino el dejar de depender de una vez por todas de nuestra relación comercial con un solo país. Lo peor que le puede pasar a la economía mexicana es, salir del bache de la renegociación del TLCAN y que todo siga igual en relación, a nuestra dependencia con EE. UU.
En días recientes el Fondo Monetario Internacional —FMI— subió su expectativa de crecimiento de la economía mexicana para este año a 2.3 por ciento. Cabe mencionar que no solo lo hizo con México, sino que en general, fue para todo el mundo.
El asunto es que esta relativa buena noticia no llega siquiera al mediocre 2.5 por ciento del promedio de nuestro crecimiento. Otro de los retos trascendentes es el evitar conformarnos con la inercia del pobre, mediocre y endémico crecimiento de 2.5 por ciento que en ocasiones no se alcanza.
El país debe salir del área de confort en donde sólo unas cuantas industrias, unos pocos empresarios y un puño de personas la pasan bien mientras el resto se divide entre los que reciben a medias y los que nada perciben. Hay naciones que hace 36 años crecían igual o menos que México y hoy crecen al 6 por ciento mientras aquí aplaudimos y damos gracias porque en 2017 habremos rebasado el 2 y quizás el 2.3 en 2018.
Por momentos parece que muchos están conformes en el país con que las cosas en materia económica continúen así, cuando las necesidades de empleo, por ejemplo, obligan a 1 millón de nuevos puestos de trabajo cada año, lo que requiere al menos 6 por ciento por año.
El grave problema de la seguridad es un tema que afecta a la economía por más que en los últimos años se ha tratado principalmente por los gobiernos, de minimizar su impacto en ella. Por sí no fuera poco, el bajo nivel de crecimiento que se tiene, en los últimos 11 años el país ha visto como mes a mes la inseguridad sí crece sistemáticamente ya sea en un rubro o en otro.
El Estado mexicano ha fallado en su función primerísima. La preservación de la vida, la integridad física y la libertad de los ciudadanos y, otros aspectos fundamentales como; el acceso a juicios justos e imparciales o el respeto a derechos políticos, no están asegurados para la mayoría de los mexicanos.
El gran asunto de la seguridad quiérase o no, afecta la libertad de los mexicanos y con ello, la evolución económica. No hay espacio público o privado u hora del día en la que los hombres y mujeres de México se sientan ya seguros. Sí no es el temor a un asalto, es a una violación, o feminicidio, o caer en medio de una balacera en algún momento.
Ya no es cuestión del sí va a pasar sino cuándo será. Esta terrible realidad sustrae oportunidades económicas a todos los actores y agentes económicos. El evitar el engaño a la sociedad sobre la afectación de la inseguridad en la economía quizás sea la parte por dónde empezar por atender este reto.
La reciente explosión de la corrupción en México y la falta de aplicación de un auténtico estado de derecho representan el mayor reto de nuestro país. Desde el año 2012 el costo de la corrupción ha venido subiendo de manera consistente. Todos los días se amanece con un hecho cada día más abusivo que el anterior.
Los analistas están de acuerdo con el hecho de que la corrupción mexicana representa el 10 por ciento del PIB, es decir, de cada 100 pesos que se producen 10 se pierden en actos de hechos por corruptos. Del año 2006 al 2017 la corrupción subió el doble representado actualmente 2.1 billones de pesos cuando el presupuesto del gobierno federal para este año es del 5.2 billones.
Con base en el Índice de Percepción de Corrupción más reciente, México ocupa el lugar 123 de 176 naciones, cuando en el año 2000 se estaba en el lugar 59. El tener a unos cuantos gobernadores corruptos en proceso judicial no es suficiente para la ciudadanía. El Instituto Mexicano de la Competitividad —IMCO— en su estudio, “México: anatomía de la corrupción”; demuestra cómo el tema de seguridad y la corrupción representan las principales preocupaciones para los ciudadanos. La corrupción concentra el 51 por ciento de las preocupaciones de las personas.
La enorme dependencia de nuestro comercio exterior con el TLCAN y mayormente con EE. UU., el superar el magro nivel de crecimiento ancestral, inseguridad y, corrupción y falta de estado de derecho son los 4 principales retos que enfrenta nuestra economía sin que se vislumbre por cierto que haya las bases para superarlos en el mediano plazo. Estos retos no están seriamente en la agenda política y económica que hoy se discute y todos estamos comenzando a presenciar.