Tras forjarse un nombre en comedias clásicas (Peggy Sue se casa, Hechizo de luna y Educando a Arizona; nada mal para un currículo inicial), Nicolas Cage pasó directamente a interpretar intensos dramas, como Salvaje de corazón (1990) de David Lynch, y su interpretación ganadora del Óscar en Adiós a Las Vegas (1995). Pero esos solo fueron los dos primeros actos. Para 1997, el actor se graduó en… digamos que es la fase de su carrera del chiflado al límite: el excéntrico de voz suave y alto octanaje de Contracara (1997) y Enemigo interno (2009), por nombrar solo dos filmes. Y Cage lo sabe: comprende lo excesivas que pueden parecer sus actuaciones si se toman fuera de contexto. Sin embargo, hay una seria deliberación detrás de la locura del actor de 54 años.
Newsweek charló con Cage sobre cómo se mete en sus personajes. Más recientemente, interpretó a un viejo roquero amante del heavy metal que siente la necesidad de matar a su hijo y a su hija en la comedia negrísima Mom and Dad (Mamá y papá). La película (y Cage) aceleran de cero a 90 en los primeros 20 minutos y nunca paran, un ritmo maniaco que el actor denomina, en señal de apreciación, “operístico”.
—¿Cómo te preparas para una escena en la que tu personaje es extremadamente emotivo?
—Si no tengo suficiente furia en mi propia vida, busco algo en los diarios que realmente me haga enojar y lo uso. En ocasiones escribo un mensaje para todos los padres del mundo que han perdido a un hijo, y lo pongo en mi bolsillo, lo leo en el momento adecuado, y ya está. Hice una película llamada Joe. En una escena, había una pelea en un bar, y yo simplemente no tenía ese nivel de furia en mí. Así que leí una nota acerca de un niño pequeño, un bebé, que cayó en un foso de perros salvajes en el zoológico. No había nadie allí para salvarlo, por lo que acabó muriendo. Eso me enfureció de veras.
—Brent, tu personaje en Mom and Dad, tiene un momento clásico de Cage: rompe una mesa de billar a la mitad con un mazo mientras aúlla la canción “Hokey Pokey”. Explícanos.
—La canción no estaba en el guion. Brent está realmente frustrado en esa escena, y me hizo pensar en aquellos días en el jardín de niños, cuando la maestra nos ponía a dar vueltas en círculo cantando esa canción. Aun cuando solo tenía cinco años, yo sabía que la oficina de educación había creado esa canción para distinguir a los niños coordinados de los no coordinados. Yo protegía mucho a mis amigos y me parecía condescendiente. Me hacía enojar.
—¿Cuál es la última película que realmente te ha sorprendido?
—Dunkerque. ¡Es muy original! La he visto cinco veces.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek