A LAS 2:40 horas del 9 de junio de 2013, el sargento Gary Hayward fue enviado a una dirección cerca del centro de la elegante población de Topsfield, en la región de la Costa Norte de Massachusetts. Allí el detective encontró a una mujer mayor sentada en una banca frente a la biblioteca del pueblo. La mujer vestía su bata de casa y sollozaba, junto a su afligido y desaliñado compañero.
Hombre paciente, con una actitud serena adquirida a lo largo de casi 30 años en la policía, Hayward se sentó con la mujer, Glenda Duckworth, mientras esta relataba que se vio forzada a escapar por la ventana de su dormitorio después de que Daniel Morley, su hijo de 1.90 y casi 110 kilogramos, la agredió físicamente, gritando la amenaza: “¡Bruja, arde en el infierno!”. Duckworth dijo que su hijo le arrancó las gafas del rostro y comenzó a fundirlas en la estufa; después, la empujó contra una silla y, con un marcador, le pintó bigotes de gato en las mejillas, para luego perseguirla hasta el dormitorio, donde se abalanzó sobre su compañero de muchos años, David Bloss. Mientras Bloss suplicaba: “¡Ayúdame, Glenda!”, la mujer salió por la ventana. Bloss logró quitarse de encima a Morley, de 27 años, y huyó por la misma ventana. Entonces, llamaron al número de emergencias con el celular de Bloss.
Hayward tomó abundantes notas mientras la aterrada pareja describía el colapso nervioso de Morley, el cual se había gestado a lo largo de las ocho semanas previas, a partir del día en que detonaron dos bombas cerca de la línea de llegada del Maratón de Boston. Duckworth estaba tan preocupada por la conducta de Morley que le había organizado una cita con un psiquiatra, la cual le recordó mientras la atacaba —“¡Soy tu madre y necesitas ayuda!”—, según la declaración juramentada que la mujer escribió más tarde, ese día, para obtener una orden de restricción contra su hijo. La mujer explicó que Morley había tenido problemas mentales desde hacía tiempo; no obstante, se había vuelto “muy siniestro” desde el atentado del Maratón de Boston.
La mañana del 15 de abril de 2013, horas antes de las explosiones —según contó Bloss a los detectives—, Morley estaba ayudando en el jardín cuando recibió una llamada telefónica y se marchó sin decir palabra. Esa conducta inquietó a Bloss, al extremo de que, cuando se dio la noticia de las mortíferas explosiones en la calle Boylston, preguntó a Duckworth: “¿En dónde está tu hijo?”.
Morley no volvió a casa en dos días y, cuando lo hizo, solo dijo a Duckworth que había ido de pesca a Maine con un amigo. “La madre estaba preocupada”, recordó Hayward durante una entrevista reciente con Newsweek, y añadió que también se sintió horrorizada por la insensibilidad de su hijo ante el sanguinario atentado. Según los registros judiciales, cuando Duckworth contó a su hijo que algunos de sus vecinos resultaron heridos y hospitalizados por las explosiones, Morley la miró fríamente y respondió: “¿Y cuál es el problema? La gente muere en todas partes”.
Bloss reveló a Hayward que Morley también describió como “daño colateral” a las dos jóvenes y al niño que murieron en las explosiones.
Hayward hizo notas minuciosas mientras la pareja hablaba. Esas notas, incluidas en los documentos judiciales que obtuvo Newsweek, ahora forman parte de una polémica enorme y compleja en cuanto a las sospechas que siguen acosando a las fuerzas de la ley al cabo de cinco años del atentado del Maratón de Boston. Las autoridades aseguran haber capturado a los dos hombres que perpetraron el ataque —Tamerlan Tsarnaev y su hermano, Dzhokhar—, mas no saben quién produjo las bombas que usaron aquel día ni los explosivos que tenían consigo unos días después, cuando se vieron arrinconados por diversos oficiales y agentes de la ley. Si están seguros de que los Tsarnaev no hicieron las bombas, ¿quién las fabricó, entonces?
Por eso, para Hayward, este caso de maltrato doméstico se ha convertido en uno de los acertijos más enloquecedores de su larga carrera. Aquella mañana en Topsfield, cuando hicieron salir a Morley de la casa de su madre y lo transportaron en una ambulancia, el sargento y sus hombres hicieron un descubrimiento asombroso: su dormitorio era una instalación bien aprovisionada para producir bombas, y contenía varios componentes idénticos a los utilizados en los dispositivos explosivos de la Maratón de Boston, incluida una caja para una olla de presión Fagor de cinco litros. La olla era exactamente del tamaño y la marca que los hermanos dejaron cerca de la línea de llegada, llena con perdigones y metralla, operada con luces navideñas y detonada a distancia mediante un iniciador construido con refacciones de autos de juguete.
Mientras la policía de Topsfield y las fuerzas estatales registraban el dormitorio de Morley y un cobertizo del patio, el FBI apareció de pronto, causando que un agente estatal comentara: “¿Quién llamó a los federales?”.
El FBI ha declarado, repetidas veces, que desconoce quién armó a los hermanos Tsarnaev para su sangriento ataque, pero los policías del área de Boston opinan que el sospechoso está a la vista, y que la agencia y la fiscalía federal lo están protegiendo por alguna razón. “Es increíblemente perturbador revisar los hechos relacionados con este tipo, Daniel Morley, y no tener la menor idea de por qué el FBI se implicó [en su caso]… por qué desecharon los cargos, y cómo silenciaron las circunstancias de su conexión con los bombarderos del Maratón de Boston”, dice Jerry Flynn, director ejecutivo de la Asociación Benevo
lente de la Policía de Nueva Inglaterra, uno de los sindicatos policiacos más grandes de Massachusetts. “Hablamos de bombas que mataron a un niñito, a dos mujeres. Tenemos un policía muerto. Este tipo de secreto no debiera tolerarse”.
SOSPECHOSOS SOMBREROS NEGRO Y BLANCO
La fiscalía federal calificó el atentado del Maratón de Boston como “uno de los ataques terroristas más sangrientos jamás perpetrados contra civiles estadounidenses”. Según informes de la fiscalía, la víctima más joven, Martin Richard, de ocho años, pereció en la segunda explosión, detonada por Dzhokhar Tsarnaev, y lo mismo ocurrió con la estudiante de intercambio, Lingzi Lu. Krystle Marie Campbell murió en la primera explosión, detonada por Tamerlan Tsarnaev. Su cuerpo quedó lleno de metralla, y expiró junto a su mejor amiga, Karen Ward McWatters, quien fue uno de los 17 supervivientes que fueron amputados aquella tarde: perdió la pierna izquierda por arriba de la rodilla. Cuatro de los 17 amputados perdieron las dos piernas.
Tres muertos, 260 heridos, y apenas comenzaba el sangriento sitio de cinco días en Boston y las poblaciones aledañas. Sean Collier, oficial de policía del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), fue asesinado por los hermanos tres días después de las explosiones, durante un tiroteo que, en principio, las autoridades vincularon con el robo a mano armada de un 7-Eleven cercano. Unos 90 minutos más tarde, los hermanos secuestraron y asaltaron a un joven empresario en su auto; y otro policía, Dic Donohue, resultó herido de gravedad durante un tiroteo que dejó la calle cubierta con 251 casquillos disparados por 21 armas. Tamerlan fue abatido en ese tiroteo al recibir nueve balas, y su cuerpo fue arrastrado 20 metros bajo una SUV Mercedes mientras su hermano menor huía en aquel vehículo robado. La fuga de Dzhokhar desató una cacería frenética que duró 16 horas, hasta que lo sacaron de un bote en un astillero de Watertown. Mientras estuvo oculto, a punto de morir, sangrando de numerosas heridas de bala, logró garrapatear un manifiesto sangriento que incluyó un llamado a la acción para sus compañeros yihadistas: “Sé que son combatientes que miran dentro del cañón de su arma y ven el cielo”.
El segundo espasmo de masacre se inició poco después de que el FBI publicara fotos de los dos hombres a quienes consideraba responsables del ataque —denominados Sospechoso Sombrero Negro y Sospechoso Sombrero Blanco (uno llevaba una gorra de beisbol negra; la del otro era blanca)—, así como un video de los dos hombres caminando con mochilas por la calle Boylston, junto a la ruta de la carrera y minutos antes de las explosiones (las bombas, empaquetadas en ollas de presión Fagor de cinco litros, fueron colocadas cerca de la línea de llegada, ocultas en dichas mochilas).
A la fecha, el FBI sostiene que no sabía nada de esos bombarderos hasta que las fotos se hicieron públicas; a pesar de que, en 2011, los agentes federales entrevistaron a Tamerlan y a su familia numerosas veces, debido a que funcionarios de contraterrorismo ruso previnieron al FBI y a la CIA de que habían interceptado comunicaciones entre Tamerlan y militantes del Cáucaso Norte ruso, de donde habían emigrado los Tsarnaev. Funcionarios del FBI tampoco han explicado por qué, la noche que Dzhokhar mató a Collier, los agentes de la dependencia se encontraban en el vecindario de los Tsarnaev, el cual se localiza como a 1.5 kilómetros de MIT. Cinco meses después, el 15 de octubre de 2015, el presidente del Comité Judicial del Senado, Chuck Grassley, también cuestionó la extraña coincidencia, y por ello envió una carta al entonces director del FBI, James Comey, diciendo: “En las horas previas al tiroteo mortal del oficial de policía de MIT, Sean Collier, y la muerte del sospechoso de más edad implicado en el atentado, diversas fuentes revelaron que policías uniformados de Cambridge se habían topado con numerosos equipos de empleados del FBI realizando una vigilancia en el área… ¿Acaso la vigilancia de Cambridge fue motivada por los hermanos Tsarnaev, sus asociados u otras personas que después se confirmó que eran sus conocidos?”.
Comey no respondió a la carta de Grassley, pero la oficina de campo del FBI en Boston emitió una declaración tres días más tarde: “La Fuerza de Trabajo Conjunta contra el Terrorismo estuvo en MIT… el 18 de abril de 2013, en un asunto no relacionado con los hermanos Tsarnaev”.
Transcurridos cinco años, esa declaración aún enfurece al exjefe de policía de Somerville, Tom Pasquarello. “Es evidente que el FBI sabía mucho más de los Tsarnaev de lo que estaba dispuesto a compartir con las fuerzas de la ley locales”, dijo a Newsweek. “Hay un montón de preguntas sin respuesta sobre aquella noche”.
La más importante es: ¿Quién mató a Sean Collier? Un video de vigilancia del tiroteo muestra dos figuras sombrías en la escena. Dzhokhar Tsarnaev fue condenado por el homicidio del oficial; y aunque, durante el juicio, un fiscal federal dijo al jurado que las imágenes del video eran demasiado pequeñas para “revelar si el acusado había tirado del gatillo”, insistió en que Dzhokhar era responsable del homicidio (no podían acusar a Tamerlan, porque había muerto). Un estudiante de posgrado de MIT que cruzaba el patio en bicicleta aquella noche, y pasó por el punto donde murió Collier, situó a Dzhokhar en la escena, asegurando al jurado que “hicimos contacto visual”. Pese a ello, no pudo ver al segundo hombre cerca de la patrulla de Collier.
Más interesantes son estas dos interrogantes: ¿Quién asaltó el 7-Eleven antes de que mataran a Collier? Y ¿acaso ese crimen fue solo la manera de conseguir dinero para gasolina, como parte del plan de los hermanos para conducir hasta la Ciudad de Nueva York con más bombas?
Estas y otras incógnitas siguen girando en torno a Daniel Morley debido, en parte, a que dos de sus amigos y un miembro de su familia afirman que tiene un parecido asombroso con el hombre que asaltó el 7-Eleven. El video de vigilancia que obtuvo Newsweek muestra a un hombre blanco o hispano con perilla y sombrero de pescador, quien se aproxima a la cajera. Mientras la mujer abre la caja registradora para darle el cambio, él saca una pequeña arma plateada y ella le entrega alrededor de 200 dólares. El informe policiaco del asalto —obtenido por Newsweek mediante una petición amparada en la Ley de Libertad de Información— está fuertemente editado, de suerte que tacharon el nombre de la dependencia federal que, por alguna razón inexplicable, se hizo cargo de la investigación del robo, la extensa descripción de las acciones del pistolero dentro del establecimiento, y la descripción física del sospechoso.
Al principio, la policía vinculó el asalto con el asesinato de Collier, pero después se retractó de esa teoría. Sin embargo, en el video del establecimiento aparece otro hombre, cuyo rostro está oscurecido, aunque a todas luces vista una sudadera gris con capucha y lleva una mochila. Durante el juicio de Robel Phillipos —un amigo de los hermanos Tsarnaev, quien fue condenado por mentir al FBI sobre las evidencias que él y dos amigos descartaron del dormitorio de Dzhokhar la noche que murió Collier—, un agente federal testificó que Phillipos había identificado una foto de Dzhokhar “vistiendo una sudadera gris con capucha y letras fluorescentes” como parte de una serie de “fotos de vigilancia recientes, obtenidas de un asalto a un 7-Eleven”.
¿Es posible que Morley y Dzhokhar estuvieran juntos en el 7-Eleven? De ser así, eso sería una pista vital para perseguir uno de los crímenes más infames en la historia reciente de Estados Unidos. Después de que Morley fue identificado como posible responsable, varios departamentos de policía compartieron sus sospechas sobre él con la policía de Cambridge.
Pero luego, nada. El abogado de Morley confirmó a Newsweek que su cliente nunca ha sido interrogado sobre el asalto.
“CÓMO CONSTRUIR UNA BOMBA EN LA COCINA”
El 15 de mayo de 2015, Dzhokhar Tsarnaev fue sentenciado a muerte y enviado a la prisión Supermax de Florence, Colorado, para aguardar su apelación obligatoria. Su hermano Tamerlan ya había sido sepultado en una tumba anónima de Doswell, Virginia. Las autoridades están seguras de que ambos hombres se encuentran en el lugar que les corresponde, pero el crimen está a medio resolver porque, en sus declaraciones públicas, testimonios juramentados y documentos judiciales, los fiscales federales y los expertos forenses del FBI han indicado que hay “suficientes razones para creer que los Tsarnaev no actuaron solos, que no construyeron las bombas que detonaron”. El FBI examinó cerca de 1,300 fragmentos de evidencia en su sede de Quántico, Virginia, y ninguna vinculó a los hermanos, directamente, con la construcción de los dispositivos. Durante el juicio de Dzhokhar, los fiscales federales señalaron que, excepto por los escasos rastros de pólvora para fuegos artificiales, y las instrucciones de una edición en línea de la revista Inspire, de Al Qaeda, “How to Build a Bomb in the Kitchen of Your Mom” (Cómo construir una bomba en la cocina de tu mamá), había muy poca evidencia física que vinculara a los hermanos con la fabricación de los mortíferos explosivos. Un informe del FBI sobre el atentado señaló también que los dispositivos utilizados eran mucho más sofisticados que los descritos en la receta de la revista yihadista.
El 21 de mayo de 2014, el entonces procurador federal actuante, William Weinreb —quien formara parte del equipo de fiscales que convenció al jurado de Boston de sentenciar a muerte a Dzhokhar—, presentó una moción previa al juicio afirmando que las bombas eran dispositivos sofisticados que “los Tsarnaev habrían tenido dificultades para fabricar con éxito sin capacitación o asistencia de otros… Búsquedas en las residencias, tres vehículos y otras ubicaciones asociadas con los Tsarnaev no produjeron, virtualmente, ningún rastro de pólvora, lo que, nuevamente, sugiere que otros construyeron, o al menos ayudaron a los Tsarnaev a construir, las bombas y, por consiguiente, pudieron haber construido más”.
En el juicio de Dzhokhar, un agente del FBI testificó que la agencia nunca localizó la instalación donde los hermanos fabricaron las bombas. Con todo, funcionarios de la ley de Massachusetts aseguran que la investigación iniciada por Hayward, el 9 de junio de 2013, descubrió lo que pudo haber sido dicha instalación en el dormitorio de Morley, quien tenía nexos con Tamerlan Tsarnaev.
Aquel día, la policía arrestó a Morley por dos cargos de agresión y lesiones contra su madre y la pareja, y por hacer amenazas con bombas. Pero luego, nada. El FBI apareció en la jefatura de policía de Topsfield e incautó gran parte de la evidencia que Hayward obtuvo en el domicilio de Morley después de ejecutar la orden de registro. Morley nunca fue enjuiciado por los cargos que Hayward había juramentado en su denuncia criminal, y el fiscal de distrito del Condado de Essex retiró los cargos repentinamente, sin explicación alguna. Al preguntar por la causa, su portavoz refirió todas las preguntas al FBI. Y el FBI no habló, ni siquiera cuando, meses después del arresto de Morley y sin mediar palabra, devolvió toda la evidencia a la policía de Topsfield, descartando a las fuerzas de la ley locales con un despectivo “No encontramos nada”, recordó un comandante de policía de Topsfield, en entrevista con Newsweek.
La policía local sigue preguntándose por qué la Fuerza de Trabajo Conjunta contra el Terrorismo del FBI se hizo cargo del caso contra Morley. “¿Por qué aparece el FBI en la escena de una llamada doméstica? Nadie lo sabe”, dijo a Newsweek un técnico en bombas que estuvo allí ese día.
“LAMENTO LO QUE HE HECHO…”
Descubrieron el acopio de materiales para fabricar bombas en el dormitorio, solo porque Morley atacó a su madre y al novio. Su colapso nervioso condujo a un enfrentamiento de cuatro horas, pues se atrincheró dentro de la vivienda, donde gritaba esporádicamente que quería secuestrar un avión o que incendiaría la casa. El asedio terminó hacia el amanecer, cuando un equipo SWAT de la policía entró en la casa, provocando que Morley saliera con las manos en alto. Lo metieron en una ambulancia para una evaluación de salud mental en el Hospital Beverly, mientras Bloss firmaba un consentimiento para que la policía de Topsfield registrara la vivienda, incluyendo el dormitorio de Morley. Bloss reveló a los agentes que Morley nunca lo había dejado entrar en su habitación y que siempre la mantenía bajo llave.
Lo que la policía de Topsfield encontró allí fue un alijo alucinante de materiales explosivos: perdigones, cables eléctricos, baterías, refacciones de teléfonos celulares, tarjetas de circuitos. Todo ello, característico de una bomba en olla de presión y similar a los restos recuperados en la calle Boylston tras el atentado del maratón. También había otros materiales usados comúnmente en explosivos caseros: baldes de papel de aluminio, harina de arroz, tinas de sustancias químicas, fusibles y cables para modelismo, baterías, teléfonos celulares desarmados, iniciadores de fuego. Hallaron una colección de “escondites” de lata de crema batida: contenedores que parecen latas de crema batida, pero vacíos, de modo que pueden usarse como escondrijos o, todavía más alarmante, como granadas caseras. A la policía le inquietó ver esos artilugios debido a que, en el escritorio de Morley, dieron con un cuaderno que contenía una receta para Thermite, un compuesto pirotécnico hecho con un polvo metálico y un óxido de metal, el cual suele colocarse dentro de ese tipo de latas para producir pequeñas bombas (en otra página del mismo cuaderno había una esvástica garrapateada). Morley también había escrito una receta para gas cloro, un arma química mortal; y había anotaciones que mencionaban “astillas de magnesio para ayudar a la ignición”. Morley tenía bridas de plástico como las que usa la policía cuando hace arrestos en gran escala, además de varios cuchillos, espadas decorativas, una pistola 9 mm cargada, y un fusil de cerrojo ruso, grande y completamente cargado, junto con varios cientos de cartuchos de municiones de alto calibre. El registro de un cobertizo cercano, que la madre de Morley describió como el “área de trabajo” de su hijo, reveló un machete, lana de acero, un tronco Duraflame, molinillos de café y virutas de metal: elementos conocidos de las bombas caseras.
Todo aquello era muy perturbador, pero lo que Hayward encontró en un armario del dormitorio fue lo que provocó un “momento de no te creo”, dice, sobre uno de los incidentes más memorables de su vida. Era una olla de presión de 23 litros escondida bajo de un montón de ropa sucia, junto a una enorme bolsa de fertilizante, del tipo utilizado a menudo por los fabricantes de bombas, y un saco de lona lo bastante grande para esconder la olla de presión. Dentro del saco de lona había varios pares de guantes quirúrgicos azules, como los que usan los delincuentes para no dejar huellas dactilares.
Cuando Hayward comprendió lo que había encontrado, saltó hacia atrás y habló por su intercomunicador de radio: “Envíen el escuadrón antibombas, ¡ahora!”. Luego, ordenó que una patrulla persiguiera a la ambulancia que transportaba a Morley para que alguien lo interrogara sobre la olla de presión. Además, hizo evacuar el vecindario y cerró la tubería de gas de toda la zona.
Mientras el escuadrón antibombas se preparaba para examinar la olla de presión, la patrulla que conducía el oficial Gary Wildes se detuvo detrás de la ambulancia de Morley cuando el vehículo llegaba a la entrada de urgencias del Hospital Beverly. Wildes se apeó de un salto, abrió la puerta trasera de la ambulancia y preguntó a Morley: “La bomba de la olla de presión, ¿está activa?”.
Morley sonrió con sarcasmo y dijo: “Sí, señor. Lo lamento, señor. Lo está”.
Wildes se comunicó por radio de inmediato: “Es una bomba activa. Repito. Sospechoso dice que es una bomba activa”.
Para entonces, Hayward sabía que Morley era un hombre peligroso con un acopio de materiales ominosos, pero dice que más le preocupaba la seguridad de sus policías y la comunidad que seguir el procedimiento y notificar al Centro Regional de Inteligencia de Boston para informar sobre la fábrica de bombas que acababa de descubrir. En otras palabras, no contactó a las autoridades federales para decirles lo que había encontrado; por ello, la llegada inesperada del FBI, aquella mañana, desconcertó a todos los policías allí reunidos.
Mientras ingresaban a Morley para observación, los técnicos en bombas de la Policía Estatal de Massachusetts examinaron la olla de presión y determinaron que mentía, que no era una bomba activa.
Más tarde, aquel día, Hayward rindió juramento para una denuncia en la Corte de Distrito de Massachusetts, acusando a Morley de dos cargos de agresión y lesiones, amenaza de bomba, secuestro, y amenaza de cometer un crimen. También presentó una petición para una orden de registro en la Corte de Distrito de Ipswich, con intención de buscar alguna evidencia adicional, incluyendo “cualquier parte, producto, ingrediente que pueda ser un elemento o consistente con artículos utilizados en la fabricación de una bomba o una máquina infernal”, junto con “notas, dibujos, papelería, literatura, armas de fuego, municiones u otras armas”.
Hayward también consultó con un experto en terrorismo para tratar de entender la mente perturbada de Morley. A lo largo de varias entrevistas, Bloss dijo a Hayward que sintió gran temor del hijo de su novia desde el día en que Morley se mudó a vivir con ellos, después de renunciar a su empleo como técnico de laboratorio en MIT. Parte de ese empleo consistía en sacrificar docenas de ratones, cosa que atormentaba a Morley, afirmó Marc Pasciuto, el amigo con quien Morley dijo haber ido de pesca el lunes de la Maratón. En 2013, Pasciuto dijo a Newsweek que fue de pesca con Morley muchas veces, aunque “no podía recordar” si el 15 de abril fue uno de esos días. Bloss comenzó a sentirse cada vez más inquieto de vivir con Morley conforme sus diatribas anarquistas, vociferaciones antisemitas y sus creencias de que las “mujeres destruían a los hombres” se volvían una andanada incesante de odio en las semanas que siguieron al atentado. También era frecuente que Morley acusara a Bloss y a su madre de ser “esclavos del gobierno”.
Los investigadores sospechan que Morley también conocía a Tamerlan pues, en 2008, estuvieron en la misma clase de justicia criminal en el Colegio Comunitario Bunker Hill, y ambos eran devotos de las artes marciales mixtas, como lo era Pasciuto. Y Duckworth dijo a Hayward que su hijo le había contado que Pasciuto era amigo de Tamerlan, mientras que su hijo era, esencialmente, el perro faldero de Pasciuto: su chofer. La noche antes de que Morley la atacara, Morley lanzó una declaración espeluznante, asegurando que Pasciuto había tratado de que “hiciera algo realmente malo”. También hizo una confesión muy enigmática aquella noche. “Lamento lo que he hecho”, dijo a su madre, “y solo tengo que responder ante Dios”.
“EL FBI SE EQUIVOCÓ”
En junio de 2013, Hayward comenzó a preparar su caso contra Morley, catalogando cuidadosamente las sospechas de Duckworth y Bloss respecto a él. “Les pregunté si Daniel tenía creencias musulmanas”, escribió en una declaración juramentada para una orden de registro, y le dijeron que “ciertamente leía el Corán”. Morley también estudiaba ruso y árabe en su computadora, y tenía un video que brindaba descripciones detalladas para crear un detonador parecido a los usados en las bombas del Maratón de Boston.
Pero los detallados expedientes de Hayward jamás llegaron al tribunal, cosa que dejó perplejos a los funcionarios de la ley de todo el estado. El 26 de marzo de 2014, el fiscal de distrito del Condado de Essex, Jonathan Blodgett, presentó un nolle prosequi: término legal que significa que había abandonado todos los cargos contra Morley y que no presentaría otros. “¿De qué sirve tener leyes escritas para prevenir, justamente, lo que hizo este tipo?”, protesta un técnico en bombas jubilado de Boston, familiarizado con el caso, quien se manifestó a condición de permanecer anónimo. “Todo lo que este tipo tenía en su casa violaba la ley estatal contra bombas”.
Blodgett no dio explicación, excepto la declaración que emitió su portavoz: “El señor Morley debe cumplir con los requisitos del Departamento de Salud Mental, incluyendo los medicamentos, y no maltratar a su familia”.
En 2013, el FBI declinó responder las preguntas de Newsweek sobre Morley; en 2015, se negó a responder interrogantes sobre él durante el juicio de Dzhokhar; y el mes pasado, volvió a rechazar toda pregunta al respecto. Robert LeBlanc, el abogado que la corte asignó a Morley, tiene una explicación simple para que retiraran los cargos, según explica en un mensaje de texto enviado a Newsweek: “El FBI se equivocó. Es obvio que hubo mucha presión de la policía en este caso. Siguieron una pista que condujo a un callejón sin salida con Dan”. Al preguntarle por qué su cliente había acumulado tantos materiales para fabricar bombas, LeBlanc repuso que Morley no recordaba haberlo hecho y que “tuvo un colapso nervioso”.
Semejante explicación no satisface a Hayward, quien sigue confundido por la forma como el FBI manejó el caso. Morley nunca compareció en un juzgado para responder por los cargos. No tuvo que presentarse para la lectura de cargos, donde su padre pagó una fianza de 20,000 dólares, la cual le fue devuelta en 2014, una vez que el fiscal de distrito del Condado de Essex desestimó todos los cargos, mientras Morley seguía recluido en una de las tres instituciones de salud mental en que residió, a tiempo completo, entre el 9 de junio de 2013 y junio de 2015. Fue liberado del Hospital Estatal de Tewksbury como un mes después que un jurado federal sentenció a muerte a Dzhokhar Tsarnaev. La policía se pregunta si fue coincidencia. “Es una buena manera de mantener fuera de vista a una persona hasta que termine el juicio”, comentó un oficial de la policía de MIT que conoció a Sean Collier, aunque no está autorizado a declarar oficialmente. La policía de MIT también ha declinado responder preguntas sobre Morley, sobre el tiempo que pasó en el campus o acerca del contenido del casillero que tenía allí, incluso después de que perdió el empleo.
No queda claro quién costeó el costoso internamiento de Morley, lo cual llevó a Bloss a preguntar a un investigador: “¿Acaso el FBI podría esconderlo en hospitales?”.
Debido a que su caso fue desechado, Morley no tiene un expediente criminal, y ha conseguido un empleo estatal conduciendo una camioneta para transportar ancianos.
Este mes, el abogado de Morley dijo a Newsweek que su cliente “se encuentra muy bien y es muy productivo. Además de eso, no puedo decir una palabra”.
A fines del año pasado, Hayward dijo a Newsweek que no ha renunciado al caso, ni a las muchas interrogantes sin respuesta relacionadas con aquel día espantoso de hace cinco años. “Conforme obtengamos más información, seguiremos el rastro”, concluyó.