Temprano, en una mañana reciente, el humo de madera flotaba
sobre el murmullo de la vida pueblerina en Gorama, Sierra Leona, mientras
Rupert Allen se sentaba sudoroso a la sombra de una veranda de concreto.
Miembro de Missing Maps —un proyecto humanitario que mapea partes del mundo
vulnerables a desastres naturales, conflictos y enfermedades—, Allen pasaba el
tiempo tecleando en una pequeña laptop junto a una cabra negra y un pequeño
mono amansado. Conectado mediante un punto wifi para teléfonos inteligentes,
Allen estaba a cargo de mapear el área cercana.
Este verano, el equipo de Missing Maps pasó meses viajando a
partes remotas de Sierra Leona en motocicleta para trazarlas por primera vez. A
pesar de la ubicuidad de Google Maps, hay muchos lugares en la Tierra donde la
gente y el terreno en que viven no ha sido mapeado. Globalmente, más de mil
millones de personas no son contados: literalmente, no están conectados a una
dirección física en cartografía o bases de datos, lo cual significa que a
menudo no reciben servicios básicos. Esa cantidad está creciendo; para 2020,
habrá 1,500 millones de personas viviendo en barrios pobres, de los cuales la
mayoría no están mapeados. Tomar en cuenta a estas personas es importante no
solo para entender mejor nuestro mundo, sino también porque hay un vínculo
directo entre la gente que no es tomada en cuenta en los mapas y el riesgo de
una catástrofe para ellos, y, como lo demostró el brote de ébola, para el resto
de nosotros.
Ivan Gayton. FOTO: FRANCESCA
LEONARDI
Ivan Gayton, el fundador de Missing Maps, dice que su equipo
se aventuró tan dentro de la selva en Sierra Leona este verano, que incluso a
los miembros locales del equipo a veces les asombraba cuando se topaban con
aldeas donde sus mapas habían mostrado espacios en blanco. “Ves la luz nacerles
en los ojos cuando ven que nadie ha estado aquí; a nadie le importó lo
suficiente venir aquí”, dice. “Simplemente hay gente viviendo en el bosque,
abriendo sus propios caminos con machetes, en esencia desconocidos para
cualquiera”.
Gayton se interesó por primera vez en la cartografía en 2010
cuando combatía una de las peores epidemias de cólera en la historia después
del terremoto en Puerto Príncipe, Haití. Por entonces un logista de campo para
Médicos Sin Fronteras, Gayton y los otros médicos en Puerto Príncipe les preguntaban
a los pacientes que entraban dónde vivían, pero como el equipo no tenía mapas
precisos de la ciudad, no podían enviar ayuda —para rastrear contactos o hallar
otras personas enfermas— a los lugares correctos.
Saber de dónde provienen los pacientes —y por lo tanto ser
capaces de rastrear el progreso de una enfermedad espacialmente— podrá parecer
algo de sentido común ahora, pero la epidemiología moderna es en sí
comparativamente nueva. Fue fundada apenas en 1854, cuando el Dr. John Snow
mapeó un brote de cólera en Londres. El mundo desarrollado desde entonces ha
tomado la epidemiología espacial —el estudio de la distribución de resultados
de salud— al extremo. Mediante comparar datos geográficos con registros médicos
en Europa y Estados Unidos, los profesionales de salud ahora pueden predecir la
expectativa de vida con la dirección postal. Pero en partes enormes del mundo,
todavía es imposible rastrear brotes de enfermedades incluso a la manera en que
Snow lo hizo hace 150 años, porque no hay mapas precisos.
De vuelta en Haití, sintiéndose desesperado por lo rápido que
avanzaba la epidemia, Gayton le pidió a Google que ayudara a registrar cuáles
barrios pobres tenían pacientes con cólera: “como llamar a la baticueva”,
bromea. Afortunadamente, Google ya trabajaba con la asistencia de desastres por
terremotos, como el Equipo Humanitario OpenStreetMap que había estado mapeando
áreas destruidas de Puerto Príncipe. Con el uso de estos mapas nuevos, Gayton
fue capaz de ubicar de dónde provenían los grupos de pacientes e identificar
fuentes potenciales de contaminación, como pozos infectados. El efecto fue como
magia, explica. “El índice de conversión cambió al instante”.
Este éxito motivó a Gayton a ayudar a organizar una
colaboración de mapeo entre voluntarios de la industria tecnológica como Google
y OpenStreetMap y organizaciones no gubernamentales como Médicos Sin Fronteras
y la Cruz Roja. Missing Maps ahora lleva a cabo “mapatones” con regularidad, en
los que los voluntarios ven fotos de satélite para hallar poblados y aldeas en
regiones con riesgo de enfermedad o conflicto. Esos datos luego son enviados a
lugareños en esas áreas, quienes a menudo van con copias impresas de las
imágenes de satélite y etiquetan los nombres de las calles y vecindarios en su
propio idioma (para ser útiles, los mapas tienen que ser localmente relevantes;
imagine a un médico tratando de localizar a un paciente en un barrio pobre sin
saber cómo deletrear o siquiera pronunciar los nombres de las calles).
En los últimos años, Missing Maps ha progresado mucho, pero
en muchos lugares las fotos de satélite están oscurecidas o son imprecisas. Por
ello Gayton decidió financiar privadamente una expedición a Sierra Leona este
verano; recabó donativos, pero principalmente lo pagó de su propio bolsillo.
Por semanas, un pequeño equipo en motocicletas mapeó partes remotas del país e
instruyó a los lugareños a usar sus teléfonos inteligentes y bicicletas para
registrar información geográfica de sus alrededores. Toda esa información
espacial será conectada con topónimos locales y luego compartida en línea. Dado
que Sierra Leona fue parte del brote de ébola en 2014, dice Gayton, “finalmente
nuestra prueba de concepto es que hacemos un mapa que [será capaz de] detener
el ébola. Me gustan los mapas, pero lo que me preocupa es el acceso a la
atención médica. El resultado que busco es evidencia tangible de que ayuda a
salvar vidas”.
Una reseña publicada el año pasado en International Journal of
Epidemiology halló que la falta de información espacial era, de hecho,
un factor clave en el brote de ébola en África Occidental. “Las enfermedades
infecciosas tienen una estructura espacial”, escribe el autor, Tom Koch, por lo
que mapear estas áreas se ha vuelto una carrera de baja tecnología contra el
tiempo, y la siguiente epidemia.
NI ADÓNDE LLORAR: Mientras mapeaba los territorios sin
registrar de África Occidental, un miembro del equipo de Allen terminó con
fiebre, lo cual era preocupante porque no había un médico cerca y nadie a quien
llamar. FOTOS: MISSING MAPS (2); DAVID LUSWATA (2)
Gayton ya ha usado su información inicial en colaboración con
el Dr. Ed Monk, un residente visitante en un hospital pequeño en Segbwema, un
poblado el este de Sierra Leona que atiende a 30,000 personas. “Tan pronto como
entras en las alas puedes decir que el hospital tuvo épocas mejores”, dice
Monk. Cuando Segbwema tuvo una animada mina de diamantes, albergó un renombrado
centro del virus de fiebre de Lassa, pero durante la guerra civil intermitente
de 1991 hasta 2002, el ferrocarril fue saqueado y el hospital donde Monk ahora
trabaja fue cerrado temporalmente. Hoy, la vieja torre de agua afuera del
hospital tiene un agujero de mortero que la atraviesa, y las alas son filas
crecientes de catres con mosquiteros improvisados. Pero lo que el hospital sí
tiene es registros sorprendentemente buenos de los pacientes, gracias en parte
a las acciones de Gayton.
Este verano, Gayton mapeó todas las viviendas en el área de
influencia, y halló 3,000 caseríos al ir de puerta en puerta y “preguntándoles:
‘¿Cómo se llama esta aldea?’” Produjo un diccionario geográfico, un mapa con información
estadística y geográfica, para el registro del hospital. Ahora, cuando los
pacientes llegan, sus hogares pueden ser identificados en un mapa.
Ka-Ping Yee, un exingeniero de software de Google que
visitó Puerto Príncipe en 2010, llegó al hospital para ayudar a instruir al
personal en cómo usar el diccionario geográfico. Ping también construyó un
programa para recabar información médica, haciendo posible el rastrear de dónde
provienen los pacientes. “Digamos que una aldea tiene muchísimos casos de
malaria”, dice Solomon Musa Vandi, un enfermero de salud comunitaria en el
hospital. “Vamos allí, descubrimos por qué. Eso es de lo que carecíamos en el
momento del ébola en este país. Si la gente hubiera tenido este tipo de
facilidad, esa enfermedad no se habría propagado”.
Por supuesto, el equipo de Gayton en Sierra Leona se ha
encontrado con retos, grandes y pequeños. En junio, un equipo en motocicletas
se metió mucho en las colinas de diamantes, después de mover a mano un ferry a
través de un río y navegar por caminos inundados donde el agua alcanzaba los
tanques de gasolina de las motos. Un miembro del equipo terminó con fiebre. “En
lo más profundo de mi mente, yo pensaba: si él empeora, ¿qué hago? No hay a
quien llamar”, dice Allen. Mapearon la aldea, y el hombre afectado, temblando
de malaria, tuvo que ser atado recto en la parte trasera de una motocicleta
para el viaje de regreso.
El equipo también tuvo que batallar con los enormes retos
físicos de un proyecto tecnológicamente sofisticado en un país donde la
electricidad ni las redes de señales son confiables. “Estamos construyendo un
manual para que todos los demás en el mundo que quieran hacerlo puedan
reproducirlo”, dice Gayton, quien ha llevado registros meticulosos del proceso.
“Esto es cuánto cuesta, esto es cuánto les pagamos a los cartógrafos, esta es
la tecnología, los manuales instructivos; simplemente puedes adaptarlo al
contexto local. Tengo una meta con esto, y es mapear el resto de África”.
Las comunidades donde trabaja Missing Maps a menudo están
aisladas y tienen poca educación, lejos de la supervisión del gobierno o de
oportunidades de educación; lugares donde, si algo sale mal, la gente tiene
pocas posibilidades de recuperarse. “Los nombres locales son importantes”, dice
Allen. “Las geoetiquetas son cruciales. El terror se propaga tan rápido como la
epidemia en sí en estas comunidades”.
Hace una pausa. “El enemigo es lo desconocido”.
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Publicado en
cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek